Desde que salió al balcón (¡ay aquel 13-3-13!!!) casi todo lo que dice necesita aclararse porque suena turbio, tan turbio que espanta. Esto que ha dicho, también tendrá que aclararse, porque atufa maloliente: "...El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error...".
Yo seré de otro pueblo, porque temo mucho el error. Sobre todo cuando amaga en instituciones que son garantes de la verdad. Soy de los que profesan la sentencia metafísica: Ens et verum convertuntur. Si el ser no coincide con la verdad...¿qué pasa?
Tampoco dice nada nuevo, por otra parte, porque repite tópicos manidos, consignas vacías, acusaciones que son dardos que él sabe a quien dirige y nosotros sabemos a quien pretende herir. Si para él su oficio (su vocación?) es una aventura que incluye el error como una atrayente fascinación confundida con la libertad malentendida, tenemos un temerario irresponsable manejando el timón de la barca.
"...El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones..."
Qué mal suena. Qué mal huele. Qué amargo sabe.
Y encima, es un mensaje más rancio que un copla de Joan Baez.
+T.
6 comentarios:
Una opinión crítica con sus profundos malestares por lo que dice este señor: le da usted demasiada importancia. Pongamos el caso de alguien que no da mucho de sí y dice continuamente disparates y tontadas ¿hay que darle mucha importancia? hombre, ya sé que si ese alguien es el Pontífice de la Iglesia la cosa puede tomar otro cariz, pero aún así me parece que no, que no hay que hacerle mucho caso. Y veremos cómo acaba su excursión por USA, porque puede acabar mucho peor de lo que algunos piensan, y no me estoy refiriendo a sus desbarres dialécticos.
un pueblo en salida corriendo del espanto que el causa...
No temer al error. ¡Vaya! ¿A qué cosa temer entonces? El error es más que temible pues es la causa de la ruina de los hombres y de los pueblos. Por eso todo católico (y con más razón un Papa) debe proclamar la verdad y combatir el error. Enseña Santo Tomás que en las cosas de Dios, el error es impiedad (Summa contra gentiles, I, 1). Y Dios nos libre de los labios impíos.
Es lamentable constatar a diario estos desvaríos del Papa que sólo confunden y dañan las almas por más que arranquen los apluasos entusiastas del mundo.
Mario Caponnetto
Vamos derechitos al cisma porque esto ya no hay quien lo aguante: A su entender, todavía algunos insidiosos hablan de "error", o, lo que es lo mismo, de "verdad". Pero Francisco nos enseña con una autoridad incontestable: El "error", ese engaño; la "verdad", ese galimatías.
Un sofisma, pero suena de modo agradable a los oídos de las masas, y de esta prensa que sufrimos.
Lo único positivo es que, lo del cisma, se empeña en mostrarlo de una forma bien evidente.
Esto es de agradecer, aunque habrá no poca gente que será engatusada por su lengua incontinente, y no será para menos: ¿Cómo oponerse al Vicario de Cristo?...
Yo mismo me asusto.
La mayor parte de los obispos se irá con él, porque aunque no quiso presentarse como papa sino como un simple obispo de Roma, ha revelado que se sabe papa y que ejerce el poder autárquicamente; pero ya hubo en la historia un momento en que hubo más obispos arrianos que obispos católicos.
Francisco no es más que el epígono de cincuenta años de deriva.
La buena noticia, repito, es que él se nos presenta de un modo diáfano: "Yo hago las cosas de otra forma".
No se esconde, ha venido a formar lío, aunque en perjuicio de la ortodoxia católica, cuya sola existencia la desprecia.
Y bien mirado: "Si Dios no es católico" según el santo padre ha expresado, y digo expresamente "santo padre", está de más que él, en su juicio, lo sea, católico.
Don Apocaleta,
Dice usted que a Franciscus no hay que darle demasiada importancia, ni hacerle mucho caso. Me atrevería a añadir que, atendiendo al conjunto de sus palabras, acciones y omisiones, mejor no hacerle ninguno. Pero hoy es el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la Tierra, y muchos católicos de más o menos buena fe se fían, o se quieren fiar de él. Y en vez de ser confirmados inequívocamente en la Verdad, se ven expuestos al error, y es de temer que a la perdición, al Infierno. Realmente todos nos podemos condenar solitos, sin ayuda pontificia, pero parece muy justificado el "profundo malestar" que reprocha amablemente a Don Terzio.
Como bien decía Monseñof Fellay, este Papa es el Papa que vive el (nefasto) Concilio Vaticano II.
En realidad, el lenguaje francisquista, es el mismo lenguaje vaticano-segundista, es decir el sí pero no, ..el donde digo digo ...digo diego, ..a veces continuista a veces rupturista, ..pero siempre vago, indefinido e impreciso.
Veamos:
"El pueblo de Dios no teme al error, teme al encierro, a las élites, a las propias seguridades"
"El pueblo de Dios no teme al error"..¿seguro? pues yo si temo al error, que viene de Satanás padre del engaño y de la mentira ..padre del error
"teme al encierro" ¿de que encierro estamos hablando?
"teme a las élites" ¿cuales y quienes? porque si Dios on nosotros ¿quien contra nosotros?
"a las propias seguridades"..supongo en que se referirá a la seguridad en uno mismo, o a las cosas materiales, ..en cuyo bueno está bien pero es una contradicción ya que temer a las propias seguridades, es en difinitiva temer al error por lo que el Papa cae en una contradicción.
Pero bueno, tambíen los Papas en la Edad Media cayeron en muchos vicios y pecados de aqullos siglos, y los actuales, caen en los vicios y pecados de este siglo, que no son otro que el lenguaje y espíritu modernista del nefasto Concilio Vaticano II.
También es verdad, que esto no es magisterio no es el Papa el que habla, sino que es el hombre Bergoglio, el hombre moderno y modernista.
Pero toda esta verborrea se le terminará, llegará un momento en que tendrá que definir de manera clara y precisa, la sana doctrina..y ahí sí..el Espíritu Santo lo asistirá..y no sera Bergoglio el que hablará sino el Espíritu Santo.
Esto sucederá cuando lleguen los días amargos del cisma.
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