domingo, 1 de febrero de 2009

Original y versiones obsesivas

En este blog, de vez en cuando, passim, voy haciendo comentarios sobre arte, artistas, obras, y estilos. Me reconozco bastante bien definido en gustos y tendencias, rara vez incorporo algo nuevo a no ser que ya esté, en cierta forma, implícito en lo que confieso, sólo a falta de más profundo conocimiento o reconocimiento. Del arte contemporáneo considero lo que se ha mantenido y desenvuelto dentro y desde una cierta objetividad estético-formal, y detesto en general el abstracto como un pseudo-arte, sintomático de la degenerada decadencia de nuestro Occidente.

De entre los desengaños y frustraciones más chocantes que recuerdo, la que me llevé con 13 o 14 años al escuchar algunas composiciones de Olivier Messiaen: Eran sólo "título" disfrazando una incapacidad, un absurdo impotente para el arte con revestimiento "cultural". Ese tipo de pseudo-arte para snobs del momento (un tormento ahora que es el no sé cuántos aniversario del fatuo compositor y radian sus "piezas" día sí día no). Como él, tantos otros en diversas artes y bajo distintas pero igualmente infra-expresiones.

Pero aun más chocante que el desencanto frustrado, es la atracción extraña y poderosa de algunas obras y autores de vanguardia, que no me "gustan" pero que sí me atraen y hasta fascinan en cierto sentido, a veces dificil de conceptuar. Por ejemplo Bacon, Francis Bacon. No toda su obra, pero sí parte de ella: Los auto-retratos y la serie-variación sobre el Inocencio X de Velázquez. Cuando se pinta a él mismo, se auto-reconoce y define con una descarnada compasión, mitad patética mitad lesiva, como una proyección extra-consciente pero profundamente anímica: Una caricatura de su alma,implacablemente insatisfecha pero sentidamente con-movida, desenvolviéndose en un agonismo interior que rebosa y se hace carne/conciencia/pintura...pero alma.



La primera vez que visité al Inocencio X de Velázquez recibí una impresión que luego he repetido y buscado adrede: Ir a la Doria Pamphili en dias y a horas incómodas para poder estar sólo en el gabinete, sólo con el Inocencio X, reflejándome a la vez que él en los espejos de azogue apulgarado. Si no es así, prefiero no estar. Es un cuadro entre cuadros, especialmente "elocuente". Que no me extraña que excitara el excitable Bacon de esa forma obsesiva, quasi demente.


Mantengo - por intuición caprichosa sin documento ni lectura que me conste- que lo que Velázquez tiene en mente cuando pinta a Inocencio X Pamphili es el retrato del Cardenal Fernando Niño de Guevara, de El Greco, que algunos dicen se pintó en Sevilla ca. 1600 y pudo haber conocido Velázquez en Sevilla (el original o una copia). Por intensidad, como tal (forma-intención-color-personaje-tema) no encuentro otro que se le pueda aventurar como prólogo. Quizá ni siquiera lo sea de verdad, pero sí le encaja como plausible "coartada". A mí, de todas formas, me fascinan tanto uno como el otro.
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Con la salvedad de la mejor ubicación del Inocencio X en la Galleria Doria-Pamphili, sin comparación respecto a la exposición del Cardenal Niño en el Metropolitan. Contra el parecer de los que comentan uno y otro retrato, los dos me parecen empáticamente conectados con sus respectivos retratados: Ni veo al Papa Pamphili feroz (no lo era, la fiera era su cuñada), ni el Inquisidor me parece siniestro (esas antiparras, esos cristales de aumento no disimulan una mirada torva). Más bien me parecen divertidamente expectantes de la obra final, del retrato resultante. Y digo más: Ha sido gracia de El Greco y Velázquez retratarlos como si estuvieran mirando-se y estudiando-se y gozando su retrato, ese mismo, esos mismos. Eso pienso.

Las versiones/variaciones de Bacon me resultan obsesivamente atractivas. Las entiendo como una tensión (existencialista?) entre pintura viva (el retrato original) y artista "captado" y proyectado en auto-exégesis. Me atrevo a reconocer que las consentiría expuestas (ocasionalmente) en una mismo sitio, en torno al original de Velázquez: Una sala con fondo-tapizado negro/sombra, con el Inocencio X en el centro y los Bacon alrededor, con matización de iluminación para cada cuadro; con música, polifonía sacra de Gesualdo, alternando con el Via Crucis de Liszt. Una impresión no apta para todos los públicos. Por supuesto, el arte-arte sería el de Velazquez, lo de Bacon sólo intención-expresión a propósito de. Quedaría patente.



Pero detesto que se expongan cuadros de Bacon en el Prado, y más esos que estan expuestos. En suma, diría que admiro en Bacon su auto-expresión (hombre-personaje-artista-obra), como dije, auto-retratos y serie/variaciones del Papa de Velázquez. Lo demás, poco o nada. Le concedo a Bacon una "sinceridad" que está ausente en Picasso y demás fraudes. Todos tienen el peligro de terminar siendo auto-copistas/auto-manieristas. A Bacon le han salido muchos "manieristas" (como este) que no pasan de ser caricaturistas "alla maniera" de Bacon.

Ya he dicho que Bacon no me gusta, ¿verdad? Bien, quiero dejarlo claro.

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