domingo, 15 de abril de 2012

Ver y tocar


Ha sido una de las sentencias que más veces me han dicho, en tono admonitorio y corrector -"Santo Tomás, ver y tocar". Me lo decían, efectivamente, cuando tocaba algo con, digamos, consecuencias: Volcar, tirar, romper, estropear, manchar, mancharme. O también, simplemente, tocar por curiosidad. Si me lo decían mis tías mayores, no me molestaba; si me lo reñían mis tías jóvenes, me irritaba especialmente. Cosas mías. Pero es verdad que me gustaba tocar, ver y tocar (como Santo Tomás).

Mi tía favorita, mi predilecta, conocía mi inclinación y me la consentía: Me dejaba abrirle todos los cajones de las cómodas, escritorios, roperos, y los baúles, los arcones, las alacenas, la despensa: Todo. Hasta el cajón de la mesilla de noche y los de su tocador. Ver, tocar. Y oler. Un día metí la nariz en un bote de cristal tallado, precioso, que se había quedado manchado por dentro por un resto de esencia de jazmines que se fue consumiendo y dejó un poso reseco, parduzco. Le habían echado amoníaco, para que disolviera aquello. Llegué, le quité el tapón de cristal y (ajeno a lo del amoníaco) aspiré hondo, para oler el especioso aroma de jazmín reseco, sssssniiifffffff...Y me caí de espaldas, aturdido y lagrimeando, y escuchando el recriminatorio -"¡Santo Tomás, ver y tocar!" (además de oler).

A Santo Tomás le debemos estar agradecidos porque se atrevió a decir y hacer lo que a muchos les pasa por la cabeza y les gustaría hacer, aunque no lo digan ni lo hagan: Ver y tocar.

Comprendo que me digan, que me expliquen y prediquen que, satisfechas esas dos apetencias visuales y táctiles, la fe queda relativamente desvalorizada, con poco mérito. Yo respondo que no, en absoluto. Por lo menos en el caso de Stº Tomás, vidente y tocante, nuestra fe en Cristo resucitado queda satisfactoriamente confirmada y testada. Además, desprendo por el versículo de Lc 24, 38-40 que no fue Tomás Dídimo el único que tocó, sino que otros, además de él, también tocaron (y vieron):

Pero él les dijo: -"¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo." Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.


Y San Juan, en el exordio de su primera epístola, lo confirma:
"...lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida"  IJn 1,1

Es decir, que San Juan también tocó y, por supuesto, vio. Lo recalca, incluso, enfatizando. No en vano Verbum caro factum est, el Verbo se hizo carne, carne visible y tangible que fue vista y tocada después de su Santa Resurrección, para que la impresión recibida por los Apóstoles y los Discípulos fuera efectiva, satisfactoria, corroborada por la acción de los sentidos externos que informan a la inteligencia según ese proceso fascinante que es el acto del conocimiento racional humano, todo eso que se estudia en la epistemología (que nunca me gustó estudiar).

Lo que pasa es que el pobre de Stº Tomás dudó y dijo en voz alta su duda. ¿Los otros no dudaron? No sé qué decir. De lo que dicen los SS. Evangelios se deducen actitudes variadas, imagino yo que cada uno reaccionó muy personalmente, pero dubitantes hubo, más de uno, aunque la duda se achaque, por título, a Stº Tomás.

Lo que pasó, también, es que Stº Tomás no estuvo cuando la primera aparición y se resistía a creer lo que le contaban, no recibió la impresión primera de los que sí vieron al Resucitado (y seguro que algunos también lo tocaron), quedándose suspenso en ese intervalo de emoción que no rompe porque no ha probado, no ha sentido.


Y ya como corolario: ¿Qué hubiera sido de la iconografía pascual si no hubiera habido duda, desafío visto y tacto de Santo Tomás, el Dídimo? Tantos relieves, frescos, lienzos, tallas, grabados que no habrían enriquecido nuestro arte cristiano, embellecido iglesias y afamado museos, desde Silos a Orsanmichele, desde Verrocchio a Salcillo, desde Alejo Fernández al Caravaggio, tanta belleza sacro-emocionante.

Conque verán Uds. que estoy dispuesto a montar todo un alegato pro-Tomás y su comprobación. Le estoy, en suma, muy agradecido.

Llegado a este punto, al 'ver y tocar' se me van sumando una serie de dípticos, de parejas de palabras, todas en relación con aquello: Ver y tocar, tocar y sentir, sentir y creer, creer y temer, temer y amar, amar y rezar, rezar y esperar, esperar y vivir, vivir y ansiar, ansiar y aspirar, aspirar y tender, tender y subir, subir y llegar...

...Y al fin ver y tocar.


+T.