miércoles, 7 de mayo de 2008

Atentado a la Pax


No es un andén de estación. No es una estación de autobuses. No es un deambulatorio de un edificio de Bruselas. No es el vestíbulo de un hospital. No es un edificio cualquiera de cemento y cristal y metal de los que se hacen desde Shangai a Sao Paulo pasando por cualquier capital de provincias de una de las autonomías de España. No es nada de eso, aunque todo eso pudiera ser.
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El que no lo sepa, no sabrá que la foto es el Ara Pacis de Augusto dentro de la vulgar y milvecesvista nave hiper-diseñada e hiper-auto-valorada del arquitecto fantoche de turno. El nombre no lo diré, que bastante publicidad tiene el ya el delincuente.
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Es un acto de agresión al patrimonio fagocitarlo y encapsularlo en una pésima y vulgar edificación. Edificación que abusa del Ara Pacis porque a costa de la agresión al Ara Pacis el infame pseudo-arquitecto ganará nombre y publicidad. Antes ha habido política, claro, porque estas cosas las gestan los políticos, que son una clase ordinariamente inculta y peligrosamente potente. En Occidente, la más bárbaras destrucciones han tenido una causa directa o indirectamente política.
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Lo más grave es que el atentado contra el Ara Pacis de Augusto se presentó como "preservación". Al crimen estético-patrimonial se le añadió la coda de la irracional inmoralidad (esta conjunción fatal es caracteristicamente política). El colofón lo ponen los corifeos desvergonzados, ya de la falsa arquitectura, ya de la inmoralidad político-mediática, que argumetaron, escribieron, publicaron y aplaudieron a favor del monstruo y su monstruosidad.
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Como Jonás en el el vientre del cetáceo, el Ara Pacis lleva en esa descomunal nave varios años. Ahora vuelve a ser noticia porque un político recien arribado ha decidido desmontar el engendro y llevárselo al EUR o por ahí, lejos de donde está. Y vacio: El Ara Pacis en su sitio, y el deslucido cascarón al extra-radio, para que lo pinten los grafiteros. Que para eso sí vale.
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Yo he conocido al Ara Pacis entre las cristaleras blindadas del tiempo de Mussolini. Una solución aceptable si se quería dejar al monumento augusteo en su sitio y no trasladarlo a una sala de museo. No era la solución óptima, pero fue una solución en su dia. La actual, no es sino un abuso. Lo grave, lo más grave, es que ya ha sucedido. Como la pirámide infamante del Louvre. Es lo peor del mal: Que suceda. Porque una vez pasado, volverá aunque lo arranquen de raiz.
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Volverá. Como vuelven a re-editarse papeluchos y musicuchas. Lo mismo. Siempre hay alguno gustoso con el crímen, apologeta de su derecho a estar y permanecer. No sé en qué quedará lo del Ara Pacis. La pena es que ya es un "caso", con un miserable pseudo-artista usufructuando la memoria del Altar de la Paz de Augusto, a su beneficio y para su propaganda. La suya y la de sus corifeos, socios, y seducidos.
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Algún día, alguna inculta hembra de cuota política presentará la propuesta innovadora y rupturista de una marco de metacrilato y aluminio inoxidable para Las Meninas. Y un cubo transparente con movimiento contendrá La Rendición de Breda. Y El Jardín de las Delicias se instalará en una sala psicodélica, aerosoles de lsd incluídos para ambientar (música de los fantoches apropiados, que no mentaré).
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Algún infra-esteta meterá entre cemento y cristales las piedras de Stonehenge. Y en la India, por no ser menos, harán lo propio con el Taj Mahal. Y un para-adefesio-policultural rematará el pico de Machu Picchu.
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Esta canalla de piara que inventa, acomete y perpetra tales, es la misma que se irritaría si le sirvieran un Châteáu Lafitte o un Ribera del Duero en vaso de plástico del todo a 100: Horreur!
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Pero para el Ara Pacis, un andén de estación. Sí. Eso si. Y muy bien pagado. Eso también.
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