martes, 29 de abril de 2008

Caterinato

La primera imagen que tengo de Siena es el perfil de la ciudad - el Duomo dominante - desde San Doménico. Y la segunda la bajada por una calle pendiente hasta la Fonte Branda. De San Doménico recuerdo más el interior, y especialmente la capilla con las pinturas del Sodoma, con escenas de la vida de la Santa. Y otra vez la Fonte Branda.


Fontebranda es su barrio, el de la Oca. A la Fonte Branda iba a recoger el agua; y en Fontebranda estaban también los lavaderos. En la Fonte Branda e dintorni siempre había gente, desde el amanecer hasta la noche. Por ir, hasta el demonio andaba por allí, y una lápida lo cita con verso del canto XXX del Inferno dantesco. Otro día, persiguó a Catherina, que rodó escalones abajo y por poco cae en la fuente. Pero Catherina salió indemne, y el demonio sin presa.


Siena es Catherina por los alrededores de San Doménico y Fontebranda. En el centro de la ciudad, Siena es más de San Bernardino y el Santo Nome di Gesú, que es el emblema que más se ve sobre las puertas humildes y los ventanales señoriales. La misma Piazza del Campo se sella y protege con el IHS encapsulado en su orla de rayos. Y el Comune lo luce en su Palazzo, porque entonces los hombres creían y temían, aunque pecaran.

Del Duomo bicolor, azul y blanco, recuerdo los mosáicos del pavimento, las pinturas del Pinturicchio con las escenas de Pio II Piccolomini, y la Madonna del Voto mirándome con los ojazos con que miró a Catherina y a Bernardino.


En San Doménico tienen la cabeza de la Santa, en un relicario sin enmascarar (la Santa, que nuca quiso parecer atractiva, estará feliz y conforme). El cuerpo está en la Minerva, en Roma, bajo el Altar Mayor, en un sarcófago de mármol policromado, precioso. Como es co-patrona de Italia junto con San Francesco, hoy, en la misa Mayor, una representación de autoridades fajados con la bandera italiana, ofrendan un cáliz en el ofertorio. Es un voto. Y lo cumplen.

De entre todas la Santas de la Edad Media, la hija de Mona Lapa y el tintor Benincassa, sobresale. Todavía no tiene quien se le empareje. Y no sé qué pensará ella, pero me parece que no exagero: Cuando - otra vez - la Iglesia se descomponía en la cúspide, el corazón del Cuerpo de Cristo latía santo y ardiente en el pecho de Caterina, tan amado Él y tan amante ella.

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