jueves, 3 de julio de 2008

IV Cruzada


La Editrice Vaticana acaba de publicar las actas de un congreso internacional sobre la IV Cruzada (1204) celebrado en la isla de Andros, del 27 al 30 de Mayo del 2004. No sé por qué han tardado 4 años, aunque me temo que quizá las otras instituciones participantes no han podido y haya sido el Pontificio Comité de Ciencias Históricas el que gestionara con los editores la publicación de las actas en la Editrice. Por otra parte, cuatro años de demora para ocho siglos de distancia, es apenas nada.

Cuando la IV Cruzada, la Cristiandad estaba ya cansada de cien años de batallas, victorias y derrotas. Inocencio III la convoca al poco de acceder al Pontificado, en 1198, encontrando una desanimada respuesta. Ricardo Corazón de León estaba en guerra con Felipe II Augusto (Ricardo moriría en Abril del año siguiente; también Saladino había muerto, en 1193). Con sólo unos cuantos entusiastas, se empezó a preparar la campaña.

A un siglo de la Iª Cruzada, la experiencia hacía preferir el camino del mar, evitando el largo y complicado trayecto por tierra. La intención primera tenía su lógica, ya que se pensaba actuar en Egipto y cortar la via militar de los árabes por el oeste, tan crucial durante las campañas de Saladino. Todo, sin embargo, se trastocó con la entrada de Venecia en el plan.


Venecia fue la clave de la IV Cruzada. Con intereses comerciales en el Adriático y todo el Medio Oriente, había sufrido en poco tiempo varios reveses que afectaron gravemente a sus actividades. Primero se resistió a la llamada del Papa, excusándose; después ofreció barcos y hombres con la condición expresa de que la expedición, antes de sus objetivos en Tierra Santa, se detuviera para recuperar la fortaleza de Zara, en la costa dálmata del Adriático. Parece increíble que la cabeza que rigió la IV Cruzada fuera la de un quasi octogenario ciego, el Dux Enrico Dandolo. Su voluntad y habilidad se impusieron.

Se arribó a Zara y se recuperó - con mucha violencia - para Venezia (Octubre-Noviembre 1202). Al poco de la conquista de Zara, se presenta a los jefes cruzados Alejo (IV) Ángelos, hijo del depuesto emperador Isaac II. Pide a los Cruzados que le ayuden a ganar el trono perdido, ofreciendo ventajosas compensaciones si consigue deponer al usurpador, Alejo III, su tío. Además de dinero y provisiones, promete 10.000 soldados para la Cruzada. Se avisa al Papa, que se resiste; pero se le convence con la promesa de una futura reconciliación con el Patriarca de Constantinopla y la resolución del Cisma (1.054). Inocencio III accede. Aun así, una parte importante del ejército cruzado rehusa a tomar parte en algo que no tiene que ver con la Cruzada prevista, y se separan del resto reembarcándose rumbo a Siria.

A fines de Abril, parten Alejo Angelos y las naves de los Cruzados de Zara para Constantinopla, adonde arriban el dia de San Juan, 24 de Junio de 1202. Las naves venecianas rompieron las cadenas que cerraban el Cuerno de Oro y tomaron el puerto. Siguió un asedio de tres semanas, y el 17-18 de Julio consiguen entrar en la ciudad.


Alejo III huye de la capital. En Stª Sofía, con la nobleza cruzada de testigos, Isaac II es reinstaurado en el trono con su hijo Alejo (IV) como regente. Se repartieron ricos regalos y se ocuparon palacios, pero las cantidades acordadas para los cruzados no llegaban, porque las arcas las había saqueado Alejo III antes de su huida. El clero, sospechando de la presencia de los cruzados, comienza a agitar al pueblo, y los jerarcas constatinopolitanos se niegan a hablar siquiera de una reconciliación con Roma, en medio de tan confusas circunstancias.

Por dias, el ambiente se torna más conflictivo: La población sigue agitada; los cruzados reclaman lo prometido y amenazan desde su campamento, en torno a la ciudad y con enclaves dentro de las murallas; hay discordias entre genoveses y pisanos, y entre estos y los venecianos; se saquean tiendas y casas en los barrios de unos y otros; el clero ortodoxo sigue resistiendo y enardeciendo los ánimos populares. Para calmar a los capitanes cruzados, Alejo IV ordena la exacción de impuestos, y comienza a despojar iglesias y monasterios de sus tesoros para entregarlos como compensación.

En las calles, la gente hostiga a los caballeros cruzados; algunos de ellos asaltan una mezquita y son a su vez atacados por un grupo de griegos. Para defenderse, los cruzados prenden un fuego que se extiende por las casas colindantes; en pocas horas, las llamas consumen una parte de la ciudad. El incendio duró varios dias. En venganza, se intentan quemar las naves cruzadas atracadas en el puerto. La confusión y el desorden reinan por toda Constantinopla.

En el climax del caos, aparece Alejo (V) "Murzuflo", cuñado de Alejo IV y antiguo partidario de Alejo III. Prende a su cuñado, lo manda estrangular y encarcela al viejo Isaac, que muere también a los pocos días. El nuevo y violento Basileus niega cualquier pago o compromiso debido a los cruzados, y les conmina a salir de Constantinopla.

Llegaron a Roma noticias de los violentos sucesos, y el Papa Inocencio III manda una enérgica carta para impedir que se precipitaran más graves acontecimientos. La carta es interceptada por los capitanes venecianos, y nunca llegó. Entretanto, Dandolo planeaba tomar la ciudad, derrocar a Marzuflo y asumir el gobierno; una asamblea de 12 miembros (6 venecianos y 6 cruzados) elegirían entre los nobles presentes al futuro nuevo emperador. El elegido, quedaría dueño del Palacio de Blanquernas y su barrio más 1/4 de la capital y otro cuarto del Reino; el resto, sería dividido en lotes entre venecianos y cruzados. En Marzo de 1204 se firma la Partitio Terrarum Imperii Romaniae.

El 9 de Abril comenzaron los ataques. El despliegue de ingeniería bélica fue asombroso: Los cruzados arman torres móviles de asedio, que montan sobre los barcos venecianos y las acercan a los muros. El 12 de Abril logran asaltar la muralla, abren desde dentro las puertas de la ciudad, y los cruzados entran por segunda vez en Constatinopla. Ya de noche, temiendo un ataque imprevisto, unos alemanes provocaron otro incendio que consumió otra parte de la capital. Aprovechando la confusión, Alejo V se fuga. Entre una gran agitación, los notables del Imperio eligen en palacio nuevo emperador a Constantino XI Lascaris, que intenta sin éxito dominar la situación.
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Al día siguiente, desde el amanecer, comenzó el saqueo de Constantinopla por los cruzados y los venecianos.

En Roma, Inocencio III quedó horrorizado. Mandó severas cartas a Constantinopla, condenando lo ocurrido y anulando con su autoridad cualquier cosa que no se aviniera al bien de la Iglesia y el Estado, todo en vano. En el colmo de la estupefacción, supo que su propio legado, Pietro di San Marcello, desvinculó a los cruzados de su promesa de guerrear en Tierra Santa. La bárbara crueldad de los hechos era irreversible. Ya habían coronado un "emperador latino" de Bizancio (Balduino de Flandes) y un veneciano (Tommasso Morosini) había ocupado la cátedra del Patriarca de Constantinopla. Consumatum est.


La Cuarta Cruzada había servido para asestar un golpe letal al Imperio, la Cristiandad oriental, que resistía y hacía frontera al irrefrenable avance del Islám y los Otomanos por el Medio Oriente. El recién creado Imperio Latino fue una farsa feudal, con los mismos errores que se plantearon en Antioquía, Galilea y Judea por los primeros señores de la Cruzadas. Los latinos se mantuvieron en Oriente más de medio siglo, hasta la reconquista de Constantinopla por Miguel VII Paleólogo, en 1261.

Se comprende, casi intuitivamente, que las Cruzadas fueron gran parte de la ruina final de Bizancio. La historia de Roma termina en Bizancio , y con su decadencia declinaba el último sol romano por oriente. Y es lamentable cuánto le cupo de culpa a Occidente en aquel ocaso.

La conciencia política de Bizancio se pierde con la caída definitiva de Constantinopla en 1453. Pero la Iglesia Ortodoxa vinculada al Patriarcado de Constantinopla heredó la conciencia y la memoria del Imperio vencido. Y siguieron activas, con mucho dolor resentido. Y no perdonaron a Occidente. Y Occidente era Roma. A pesar de las tentativas in extremis de reconciliación-unión (Concilios de Basilea-Ferrara-Florencia), esta nunca llegaría.

El 4 de Mayo del 2001, en Atenas, el Papa Juan Pablo II se lamentaba por la IVª Cruzada y el saqueo de Constantinopla ante el metropolita ateniense Cristodoulos. En los monasterios del Athos, los monjes clamaban contra la visitas y los actos.

Me fascinan las Cruzadas, y los cruzados, y las cosas del tiempo de las Cruzadas. Pero cada vez estoy más persuadido de que fue un monumental error, que se pagó muy caro. Pero fascinante. Tanto que no me imagino una Historia sin la historia de las Cruzadas. En historia, soy "providencialista" porque soy cristiano. Pero la gran aventura de las Cruzadas, a pesar de sus entusiasmos heroicos, fueron finalmente (desde el principio?) inasumibles/ incompatibles en cuanto "proyecto cristiano".


p.s. Sobre otro congreso con el mismo tema celebrado aquel mismo año en Constantinopla-Estambul, interesa este breve artículo entrevista.

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