Si volver materia tridimensional el pathos, el dolor, la belleza, lo vivo en lo inerte, es un magnífico poder demiúrgico, meta-humano, ¿qué es, qué será, hacer en madera a Dios, más aun, a Dios amando, y a Dios amando y muriendo, a Dios muriendo por amor y ofreciéndose a Dios en sacrificio nuevo y eterno? ¿Quién podría, quién puede; alguien lo ha podido ver, imaginar, hacer y luego mostrar?
Sevilla, mi ciudad, tuvo, por divina gracia, el don de entender y plasmar el Misterio del Dios Crucificado, un largo Siglo Sagrado de Oro, desde el Cristo del Millón catedralicio al Cachorro de Triana, con el Cristo de la Agonía de Vergara, del maestro Juan de Mesa, como una preciosa espina desclavada de Sevilla que nos dolía cuando lo estudiábamos, nos ha dolido cuando lo hemos tenido y - ¡ay! - nos está doliendo porque se ha vuelto a ir.
Los tres días que ha estado expuesto en la capilla de los legos de la Cartuja han sido como unas Cuarenta Horas de contemplación, volátil y olorosa como una voluta de sahumerio sevillano (con incienso, rosas, naranja amarga, canela y miel). Un oído fino distinguía entre la luz del sacellum cartujano polifonías de Morales, Guerrero, Ortiz y Victoria, y hasta algún retazo del Miserere de Eslava; yo le ponía corales de las Pasiones de Bach, ecos celestiales - ¡otro milagro! - armonizados por los hijos de Adán, dulzuras destiladas en la amargura y el llanto de los hijos de Eva, el clamor por el Hijo Único, el planto por Jesús el Nazareno, el más bello de los hombres, que derrama gracia con su sangre, que abre el Cielo cuando expira y se entrega al Padre.
...Extrañé no haberle podido besar los pies, casi por necesidad de pía iconodulía que necesita tocar y besar, no para creer, sino porque cree. Y porque amo con pasión ese Credo.
El Cristo de la Agonía de Vergara restaurado en Sevilla
Ex Voto y dedicado a I.M.
+T.