lunes, 6 de enero de 2020

Reyes soñados


Sueño cada año cuando llega Enero
con los sueños de niño en mi lecho
mullido y suave, con olores viejos
de dulce alhucema y blando colchón,
oyendo, muy lento, rezar el Rosario
un murmullo con gracia de ensalmo
para adormecerme con avemarías
y las letanías y el Kyrie eleison.
Los ojos cerrados, soñando se iban
las santamarías como un eco suave
de fina oración, sutil, soñolienta,
rutina inocente de infancia creyente,
pureza dichosa que celan Querubes,
custodios celestes de lo que los niños le rezan a Dios.

En aquellas noches aún se escuchaba
el canto del gallo desde algún corral
y alguna lechuza volando, ululando,
y también los gatos con su maullar.
Parecía entonces la noche más fría
y la guata de lana cálida cubría
envolviendo el sueño que otra vez volvía,
el roce en el rostro de su cobertor..
Si arreciaba el viento temblaban vibrando
los finos cristales de los ventanales del alto salón;
si llovía se oía la lluvia goteando desde el tejadillo
de zinc y pizarra del amplio balcón.
...Y el sueño seguía y en la madrugada,
se oía de la torre el son del reloj
con sus campanadas: Las horas, los cuartos,
las medias, tres cuartos y otra vez la hora con repetición.

...Aquella mañana bien amanecía,
mejor que otro día,
con el sol radiante por blanca ilusión.
Los niños del sueño se desperezaban
los ojos brillantes, el pecho anhelante,
llegaban corriendo al solemne salón
sembrado de dulces, de globos, de cuentos,
tambores, trompetas, castillos, muñecas,
trompos, saltadores, pitos, bicicletas,
pepones, peluches, pelotas, roscones,
cien soldaditos de plomo y latón...

...Hoy cuado recuerdo los días de Reyes
de aquella mi infancia que viví feliz,
su dicha inocente con su luz dorada
retorna y amable se recrea en mí.


+T.