jueves, 2 de abril de 2015

Nunca suficiente !


La Sagrada Liturgia tiene pormenores de sutil intimidad, rincones exquisitos para el alma más recogida. De entre todos, las visitas y la adoración del Monumento del Jueves Santo son los más privilegiados; también - ¡ay! - muy poco frecuentados.

Cada vez son más raras las estaciones, las visitas a los siete Monumentos que mandaba la piedad tradicional, la buena, la pre-conciliar. Al post-concilio le estorba el Monumento, le irritan flores, cera y adornos; hasta en los guiones litúrgicos aprobados se recomiendan minimalismos, expresión de una fe mal formada, acomplejada, con un resabio recóndito de las mezquindades del Judas quejoso por el nardo costoso para los pies del Señor.

Mantengo, en cuanto puedo, una especie de nunquam satis referido al Monumento: Lo mejor, siempre lo mejor y, aun cuando sea lo mejor, quedará siempre mejorable, porque siempre le cabe más y mejor: Nunquam satis!

Cómodas abiertas, manteles almidonados y rizados, encajes estirados, todo sacado de año en año para el Señor, sólo para el Señor. Macetas cuidadas, esmerados alhelíes, pulcras calas, delicadas celindas, celados claveles, sólo para la tarde del Monumento. Candeleros brillantes, cera de calidad, mucha cera encendida. Lo material que acude a componer un ámbito, una peana, un Tabor para lo espiritual. Sentidos y teofanía, lo que se ve y lo que no; lo que huele a Dios, lo que suena a Cristo, las cosas sencillas, cuidadas, que dan una sombra de esplendor a lo inefable: El amor para el Amor.

Así se compone el Monumento: Cosas, almas, rezos, sensaciones, detalles, ofrendas...Y en el centro Dios oculto, Cristo en Sacramento. La Presencia y los que se presentan ante su trono de misericordia, recogidos, con el temor y el temblor de los piadosos, el fervor de los humildes que creen sin ver, aunque lo que ven les ayuda a creer, a adorar más y mejor. También nunquam satis.


+T.