martes, 15 de febrero de 2011

Tontorrino se pregunta


Mis antipatías son intuitivas, viscerales, profundas, sintomáticas; como las de todo quisque. Por eso no son razonables ni susceptibles de explicación. Sirva esto de aperitivo para lo que sigue sobre Fisichella, Rino.

El monsignorino (y va que que se las pela en la carrerita para ganar capelo y saya púrpura) anda suelto por España. En una de esas comparecencias ad casum que parecen que se traman para lucir al elemento en cuestión, va y suelta esta preguntita (retórica, presumo):

“¿Por qué sólo los musulmanes pueden decir que su religión es la verdadera?”
Por tu culpa y la de todos los monsiñorinos como tú, desde que renunciásteis (os negásteis) a proclamar que sólo hay una Salvación y un Salvador. Dejásteis la cátedra vacante y ahora os quejais porque la ocupa un muláh con bomba para explotar y cuchillo para degollar (con quien - por otra parte - estais dispuestos a sentarse y tomar tés con yerbabuena, a visitar sus mezquitas, y a darles besitos al Corán, para que quede claro-clarito-claro lo poquito que creeis en lo que hay que creer).

¡Mentecato Tontorrino! Arlequino de la pantomima curialesca, artista de la cuerda floja y el paonazzo. Tan suelto de ademanes, tan resuelto en los decires, tan explicado y bien gesticulado. Tan anillado, tan mitrado, tan romanesco, tan compuesto con sabor italiano a tartuffo, tuttifrutti y tiramisú.

Dice, polichineleando, cachiporreando, amagando puños en su tabladillo titeril que:
¡Basta ya de lo religiosamente correcto y del control del lenguaje!
Él, precisamente él, Fisichella en carne mortal y lengua parlotera.

¡Madonna!!!  (acompáñese la pía exclamación con gracioso meneo de la mano articulando la muñeca con movimiento arriba-abajo a la vez que se juntan las yemas de los cinco dedos formando piña; hágase con las dos manos a la vez, sincronizadamente, para conseguir el efecto).

Y no digo más.

¡Qué más voy a decir!

+T.