Hace unos días, casualmente, buscando otra cosa, me encontré con una curiosa semblanza, una anécdota, encuadrada en los años en que la reforma litúrgica del Vaticano II suscitaba pasiones, en la Roma montiniana de fines de los '60.
El artículo aparece en una página de la Provincia Romana de la Congregación de la Misión (misioneros de S. Vicente de Paul, pp. lazaristas o paúles), describiendo su sede actual, la iglesia de San Silvestre en el Quirinal y la casa-residencia aneja.
La Iglesia de San Silvestro al Quirinale es una de esas iglesitas romanas que, si no sabes dónde se encuentra, puedes pasar delante de ella, sin advertirla. Su portada está alineada entre las fachadas de la acera izquierda de la calle 24 de Mayo, subiendo desde Largo Magnanápoli, en dirección al Palacio del Quirinal. La iglesia es muy antigua, ca. siglo IXº, reconstruída en 1526, cuando fue convento dominico, pasando luego a ser casa general de los teatinos, en 1555. Después de la toma de Roma por los garibaldinos, en 1870, los edificios conventuales fueron usados como cuarteles, y se reformó la fachada y el entorno del antiguo templo por motivo de las profundas obras de reurbanización que afectó a toda aquella zona, ahora lindante con el eje que divide el centro de Roma, por Corso Vittorio, Via Nazionale y Piazza della Repubblica. La fachada actual es neo-renacentista; al entrar, un sorprendente atrio, con una monumental doble escala con balaustrada, salva el desnivel en que ha quedado la iglesia con respecto a la entrada de la via 24 Maggio. El interior está ricamente decorado, con mármoles y estucos dorados. Destaca la capella della Assunta (Capella Bandini) con una preciosa Asunción de la Virgen, óleo sobre pizarra del pintor manierista pre-barroco Scipione Pulzone; en nichos, a ambos lados del altar, esculturas del Algardi; en las pechinas de la cúpula, pinturas del Domenicchino, con escenas alusivas del Antiguo Testamento.
Una de las capillas está dedicada a la Madonna della Catena, una antigua imagen de la Virgen (Mater Lactans), ca. s. XII-XIII. El antiguo icono de la Madonna está embutido en un nicho, rodeado por un lienzo del 1ª mitad del XVII con la representación de San Pio V (izqdª) y el cardenal Alessandrino, nipote de Pio V (en figura de San Carlos Borromeo?), obra de Giacinto Gemignani. Este altar es el enclave concreto de la anécdota que ha motivado el presente artículo.
Como dije al empezar, encontré la referencia en la página de la Provincia Romana de la Congregación de la Misión. Allí mismo, se encuentra publicado un profilo/semblanza de Mons. Annibale Bugnini, muy laudatorio, con notas biográficas, recuerdos, referencias personales y algunas fotos, bastante interesante. La primera parte parece ser una necrológica (suscribe un tal G.F. Rossi c.m.), destacando la reseña de las palabras que en aquella ocasión pronunció el Cardenal Casaroli, dignas de consideración. El texto no permite copiarlo (desactivado copy) y me disculparán ustedes que no lo traduzca. Pero sí he traducido este otro texto, más breve, firmado por el p. Carlo Braga, antiguo colaborador de Bugnini, de su misma congregación misionera, donde figura la historieta que me llamó la atención:
En los años del Concilio Ecuménico Vaticano II, la casa fue habitada por el p. Annibale Bugnini C.M. (1912-1982), que fue secretario de la Comisión Preparatoria del Concilio (1959-1962); secretario del Cosilium ad Exquendam Liturgiam (1964-1969). El 6 de Enero de 1972 fue nombrado Arzobispo Titular de Diocleziana, y fue ordenado obispo el 13 de Febrero de 1972. Ocupó el cargo de Secretario de la Congregación para el Culto Divino, del 5 de Mayo de 1969 al 4 de Enero de 1976, cuando fue nombrado pro-nuncio en Irán, donde permaneció hasta su muerte, que le sobrevino durante una estancia en Roma, el 3 de Julio de 1982.
En la redacción de los textos de su famoso volumen sobre la Riforma Liturgica (1948-1975), Monseñor Bugnini recordaba así la casa de San Silvestro al Quirinale:
" San Silvestro al Quirinale, la casa religiosa vicenciana, queridísima para mí, no sólo porque en ella pasé la mayor parte de mi vida romana, sino sobre todo porque entre aquellas muros, en aquella iglesita, 'tutta d'oro e trapunta di straforo' (toda dorada y acolchada con paños), como en el siglo XVI se expresaba el dominico Fra Mariano, en aquellas mismas estancias que yo habitaba me parecía como si todavía alojasen la presencia del Cardenal Guglielmo Sirleto (+7 de 1585) y de la comisión litúrgica, compuesta casi toda ella por teatinos, que a apartir de 1566 concluyeron la reforma litúrgica decretada por el concilio de Trento, bajo San Pio V. San Silvestro era desde hacía diez años (1555) la casa madre de los teatinos, que habían organizado allí un centro de estudios y de espiritualidad bíblica y teológica. El Misal que usaba el Cardenal Sirleto, anotado por el mismo, con apostillas para la reforma litúrgica, ahora conservado en la Biblioteca Vaticana, lleva el sello " Biblioteca Sancti Silvestri". Estos detalles me fueron muy queridos, viendo en mis propias circunstancias personales casi la continuación de una tradición, preciosa entre todas aquellas que forman la vida de la Iglesia."
En pleno periodo de agitación por la gran renovación de la Iglesia y de la reforma litúrgica, en encendida polémica sobre el particular de la Misa, un semanario humorístico italiano publicó una serie de artículos bastante ocurrentes. Monseñor Bugnini lo recuerda así en su libro:
" Alguien próximo al director de la sección romana del periódico, para informarse en directo, personalmente, de todo aquello, decidió asistir un día, de incógnito, a mi Misa, en San Silvestro al Quirinale, y vió con sorpresa que yo celebraba en un altar sobre el que había entronizada una imagen de San Pio V (en la capilla de la Madonna de las Cadenas), en latín (en aquel tiempo era obligado celebrar la Misa privada en latín). Y escribió incluso que, a su entender, el celebrante celebraba 'con fe'. Y concluía: "...¿ Pero cómo es posible que este cura pueda celebrar por la mañana delante de San Pio V, en latín, con el misal tridentino, y después, por la tarde, se dedique a imponer a la Iglesia la misa reformada en lengua vulgar, traicionando al Concilio de Trento ? "
Esta es la anécdota: Monseñor Annibale Bugnini celebrando devotamente la Misa que él mismo estaba desmontando, desfigurando y sustituyendo, hasta quedar proscrita. Entiendo que el propio Bugnini, que es quien la cuenta, le confiere cierto tono de apología pro vita sua, post eventum, como ilustración de su labor durante el controvertido capítulo de la reforma litúrgica promovida por el Concilio.
Un querido amigo, para atormentarme, me recuerda de vez en cuando que Bugnini también participó de forma muy directa y decisiva en la reforma de la Semana Santa efectuada bajo Pio XII, detalle este que me trago como una amarga píldora, reconociendo con reluctancia que aquella discutible proto-reforma pacelliana fue el prefacio de la desastrosa que seguiría bajo el Papa Montini.
No imagino a Bugnini como un perverso e intencionado criminal litúrgico. Opino que fue el último peón de una jugada mucho más compleja, con más personajes alentando y dejando hacer. Culpar a Bugnini del Novus Ordo que Pablo VI promulgó es una de esas exculpaciones que intentan descargar al superior echando el fardo pesado encima de su subalterno. Se quiera reconocer o no, el autor formal y el responsable último de la reforma litúrgica vaticanosegundista es Pablo VI, con todas las consecuencias que de ello puedan derivarse.
No hará falta que subraye la profunda antipatía que siento por Monseñor Annibale Bugnini y su obra, tan lesiva para la tradición de la Sagrada Liturgia Romana. Si bien fue el instrumento empuñado por otra mano, de hecho fue el ejecutor de aquella desafortunada demolición. Su figura resulta lastimosamente patética. Dudo de que hubiera sido masón, como algunos le acusan; un masón, de haberlo en esas altas esferas curiales, no termina su curriculum de pro-nuncio en Irán.
La preciosa imagen de la Stmª Virgen de las Cadenas sigue allí, en su altar de San Silvestro, donde celebraba Mons. Bugnini. A sus plantas, desde el lienzo, San Pio V también permanece extático e implorante, como una profecía iconografiada de la Iglesia que suplica el amparo de la Madre Nutricia del Redentor. Nada ha terminado, aunque todo haya pasado: Trento sigue vivo, aunque relegado, y el Vaticano II va tener el próximo Año de la Fe para ser recordado. El Santo Papa Ghislieri reformó piadosamente la Sagrada Liturgia que le fue transmitida, la depuró, la perfeccionó y promulgó solemnemente un Misal que nutrió la piedad de los fieles durante cuatro siglos, con frutos notables y abundantes de santidad. La reforma litúrgica atribuída al Moseñor que celebraba bajo su imagen no es tan prístina, ni ha fructificado tan ricamente, ni ha dejado de ser objeto de controversia desde que entró en vigor, siendo uno de los más desconcertantes y confundentes capítulos del post-concilio.
Cuando leí la anécdota que he transcrito aquí, me imaginaba al San Pio V del altar de la Madonna uniéndose a las intenciones de la Misa 'tridentina' que Bugnini celebraba, rectificando con su intercesión, desde la Iglesia Triunfante, las graves consecuencias que para la Iglesia Militante acarrearía la neo-liturgia que gestaba aquel Monseñor (que en gloria esté el sacerdote que fue) cuyo nombre sigue siendo tristemente recordado por quienes sufrimos los efectos de su controvertida labor.
+T.