Se abrió el Año Jubilar de San Pablo Apóstol, este fin de semana. Por aproximación, se celebra el bimilenario del nacimiento del Apóstol de los Gentiles (ca. 7-10 d.C.) Al caer este año la fiesta de SS. Pedro y Pablo en Domingo, la coincidencia ha resultado más o menos decisiva, ya que así se ha celebrado la Solemnidad en festivo litúrgico y laboral. Todo el Orbe Católico ha asistido a la Misa de los Santos Apóstoles y ha participado de la inauguración del Jubileo Paulino; el Papa invitó al patriarca de Constantinopla, Bartolomeos, que ha estado junto a Benedicto XVI en las ceremonias de apertura.
El año pasado empezaron a conocerse los resultados de las prospecciones arqueológicas bajo el Altar Mayor de la Basílica de San Pablo Extramuros, en Roma. Como sucedió cuando el estudio de la tumba de San Pedro en el Vaticano (por interés expreso de Pio XII, a partir de 1939, dirigidos por la célebre Dra. Margherita Guarducci), los análisis de los peritos han confirmado el tradicional sitio del sepulcro apostólico, sobre el que se edificó la Basílica en época constantiniana, junto a la Via Ostiense.
Por todo esto, en Cataluña han convocado un congreso, un simposio, para decir y comentar que San Pablo estuvo en Tarragona. Seguramente, los más acérrimos, darán por seguro que entró por el arco de Bará. Aproximadamente.
Sed contra, existe la tradición bética, que mantiene la memoria de la presencia del Apóstol Pablo en la Bética. La Bética que era por aquellas fechas (y pienso que siempre lo fue) la región más romanizada de Hispania. Tener tres emperadores romanos nacidos en la Bética, debería ser suficiente argumento de autoridad. Pero este argumento"imperial" se confirma constantemente con otros menores, periféricos, que perfilan sobresalientemente la Bética romana.
Hoy mismo, la edición del ABC de Sevilla incluía un par de artículos sobre arqueología romana en el Bajo Guadalquivir . Brevemente, se comenta la re-identificación de Las Cabezas de San Juan como la antigua Conobaria, a la orilla del entonces lacus Ligustinus, que ya acuñaba moneda en el perído tardo-republicano, y de cuya importancia da cuenta que proceda de ella el más antiguo juramento público del occidente romano, grabado sobre una placa de bronce, en el reinado de Augusto.
Sobre la intensa actividad comercial entre la Bética y Roma, huelgan detalles. En Roma, el famoso Monte Testaccio es una prueba arquelógica que habla por sí misma. De este importante tráfico, sería otra prueba el generalmente desconocido edículo funerario existente en la Necrópolis Vaticana, debajo mismo de la Basílica, a pocos metros de la Tumba de Pedro. Para las guías españolas que hacen el recorrido por el fascinante y casi intacto yacimiento arqueológico, siempre es un recurso para captar la atención del grupo preguntar si hay algún andaluz, y seguidamente enseñar el pequeño edificio fúnebre con la inscripción: "Lucilia, de la Bética, que comerciaba con aceite y vino". Una sorpresa, como digo, y un patente documento sobre la vinculación Roma-Bética (y, además, en aquella época circa la actividad de los Apóstoles).
Según nos enseñaba el Dr. Fray Antonio García del Moral o.p. , la llegada de San Pablo debió ser por el estuario, por la actual Sanlúcar de Barrameda; después seguría el curso del rio, Guadalquivir (entonces Betis) arriba. Esa dirección-penetración conserva todavía una antiquísima memoria paulina, centrada muy particularmente en torno a la ciudad de Écija, capital del famoso Conventus Astigitanus, centro de la crisitiandad hispano-romana que todavía en el siglo VII ostentaba notable predicamento. En Écija, la tradición paulina es también de carácter popular, ya que el Apóstol es el Patrón de la localidad, con solemnes fiestas anuales en torno al 25 de enero, fecha en que la liturgia celebra la fiesta de su Conversión. Por iniciativa del p. García del Moral se instituyó en el convento de Stº Domingo, de pp. Dominicos, la Cátedra de San Pablo en Écija, institución que tuvo entre sus fines el estudiar y dar a conocer las raíces paulinas de la evangelización andaluza.
Que San Pablo estuvo en Hispania, es una seguridad. El mismo Apóstol, en la epístola a los Romanos, da por seguro su viaje a España (Rm 15,24); y en terminos que hacen suponer una cierta estancia, ya que la visita que anuncia a los romanos la considera "de paso", camino de Hispania, siendo este su objetivo principal, no Roma (por lo menos en este texto, tan claro). La fecha aproximada que se supone es el año 63 .
En auxilio de la tradición bética-paulina, viene un texto de significativo valor y peso: La Carta de San Clemente a los Corintios, que hablando de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo dice esto:
V, 7. " δικαιοσíνην διδáξας óλον τóν κóσμον καí eπí τó τéρμα τéς δúσεως
la versión latina dice: "...ad occidentis términos venit..."
Estas palabras son definitivas y terminantes, ya que con ellas se solía designar en aquella época el extremo de Occidente marcado por las Columnas de Hércules, una de las reconocidas fronteras del mundo antiguo. Para algunos exegetas e historiadores, el mandato de evangelización dado por Cristo a los Apóstoles antes de la Ascensión (cfr. Hch 1, 8) se cumplió en orden y escrupulosamente. Incluso parece que sería una de las posibles estructuras internas que subyace en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuya narración avanza paso a paso desde Jerusalén-Judea-Samaría...y hasta el confín del mundo (con la llegada de Pablo a Roma, se sobreentendería alcanzado el "programa" de aquella evangelización apóstolica).
El testimonio de San Clemente es de singular valor, puesto que él mismo conoció personalmente a los Apóstoles y participó en algunos de aquellos trabajos de evangelización. Es el segundo obispo-papa de Roma después de San Pedro, entre el 93-102, y tiene conocimiento directo de los hechos que refiere o a los que alude.
La solidez de la cristiandad de la Bética hispano-romana sería otro hecho a considerar. Así como la antigua tradición de los "Varones Apostólicos" que, pese a sus rasgos legendarios, podría agregarse como cierto elemento complementario vinculado a la memoria paulina.
El peso de la Bética Cristiana a finales del siglo III y comienzos del IV se evidencia en el célebre Concilio de Elvira (303); y en el mismo sentido es significativo que sea el Obispo de Córduba, Ossio, el que presida por designación imperial el I Concilio de Nicea (325).
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Resumiendo, en apoyo de la presencia de San Pablo en la Bética, estos serían los argumentos a tener en cuenta:
- la señalada posición de la Bética dentro de la Hispania Romana
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- la contínua y muy intensa comunicación comercial entre la Bética (región) y Roma (capital)
- la memoria-tradición paulina persistente en varias localidades de la actual Andalucía
- la arraigada y floreciente cristiandad de la Bética, con varios centros muy activos y de reconocido prestigio en Híspalis, Astigi, Corduba, Ilíberis, etc.
- el significativo "testimonium clementinum", que avalaría la concreción geográfica de la presencia de San Pablo en Hispania, en torno a los límites del Occidente andaluz.
No sé qué avales tendrán los catalanes para defender su hipótesis, pero no creo que sean mayores ni mejores. En este punto, echo de menos a mi maestro, el p. Antonio García del Moral (eximio paulinista), que hubiera corroborado y ampliado con más referencias (y con más pasión) lo que he sacado a colación.
Sin embargo, cedería y me contentaría con una cosa: Que, por lo menos, los curas catalanes no discutan que si San Pablo estuvo, estuvo en Hispania; ya sea en la Tarraconense, que era Hispania, ya fuera en la Bética, que era Hispania. Indudablemente: Hispania, siempre Hispania.
(Aunque yo no dude en mantener que estuvo aquí, cabe la Giralda avant la Giralda, of course, que es por donde en verdad anduvo).
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