Como cada época ha figurado a Cristo según la imaginación del momento, son muchos los "flashes" que le han hecho. El de nuestra contemporaneidad es bastante defectuoso y engañoso, muchas veces con impostaciones en las que se nota mucho el filtro ideologizado del retratista. ¿Recuerdan la estampa del JesucristoSuperStar??? ¿Y el cartelito del SeBusca??? Tremendos engendros del post-68 post-conciliar. Y de remate el del fotograma de cine tipo Zeffirelli todo meloso pero apuntando maneras de los 70-80; y el último el de Mel Gibson que nada más salir en pantalla le ponen al Cristo un ojo morado, y en un flash-back sale bromeando con su Madre sentándose de un culazo en una banqueta (o una mesa?), muy divertidos los dos.
No imaginan ustedes los reparos que me dan cuando tengo que referirme a "bromas" o "chistes" por inocentes que sean (no sé si en este asunto cabe decir "inocente", me parece que no) si se refieren al Señor. De los Santos soy capaz de pitorrearme porque de ellos a mí y de mí a ellos sólo hay gracia por el lado bueno y un mismo barro por la parte mala. Y esperanza de llegar a ser. Pero las cosas del Señor no admiten tonterías porque es Él, se trata de Él. No sé si me explico.
Además Él suele ser muy serio. En la célebre Carta de Léntulo se dice esto:
- "...Cuando reprende inspira temor, pero al poco tiempo las lágrimas asoman a sus pupilas; hasta en sus rigores es afable y bondadoso. Dícese que jamás se le ha visto reir, y en cambio llora con frecuencia..."
Claro que la Carta de Léntulo es un "apéndice" apócrifo, despreciado por los exegetas crítico-metódicos. Pero lo que dice la Carta de Lentulo es curiosamente apropiado, porque en los Evangelios no se dice que Cristo riera, pero si se cuenta que Cristo lloró. A muchos se les olvidan estos "detalles".
Bien, pues yo estoy convencido de que cuando el Señor dijo eso de "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa..." etc (Lc 10, 38-42) lo dijo con toda su simpatía nazarena y derrochando divino humor, buen humor. Se puede uno figurar el momento con una sonrisa del Señor, amable y confiada, sabiendo qué decía y a quién lo decía.
Dicho esto, vale hacerse una pregunta: ¿A quién amaba más el Señor, a María que escuchaba o a Marta que trajinaba y servía y no había escogido la "parte mejor"? La respuesta está en Jn 11 5, que dice que "...Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro", en ese orden: Marta, María y Lázaro. Otro detalle.
Es también una curiosidad ver en ese capítulo 11 de San Juan que narra la resurrección de Lázaro, cómo se confirman con otra descripción en otro ambiente totalmente distinto al de la escena del hospedaje los caracteres de las dos hermanas: Cuando les dicen que ha llegado el Señor, Marta la activa sale corriendo, desenfrenada, y se "encara" con el Señor:
- "...Marta dijo a Jesús: 'Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas'. Jesús le dijo: 'Tu hermano resucitará». Marta le respondió: 'Sé que resucitará en la resurrección del último día'. Jesús le dijo: 'Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí,no morirá jamás. ¿Crees esto?'.
Ella le respondió: 'Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo'..." Jn 11, 20-27
Es uno de los diálogos más tensos y dramáticos de todo el Evangelio: Marta destrozada por el dolor debatiendo con el Señor, con una fe poderosa que va avanzando a cada palabra del Señor. Hasta que termina con esa confesión de fe, casi del mismo nivel que la de San Pedro: "...Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo" ¡Formidable Marta!
María, la "contemplativa", mientras dura esta escena se queda quieta en casa, y sólo acude cuando la manda llamar el Señor. También es Marta, práctica y realista, que está en todo detalle, la que advierte que el cadáver de Lázaro hiede porque lleva enterrado 4 días. Esa es Marta, con la fetidez de la muerte en la nariz y la expectación del milagro en el alma.
Cuando la unción en Betania, otra vez lo mismo: "Marta servía..." Jn 12, 2. Y María se desmelena y embalsama con nardo purísimo los pies del Señor. Quién es quien otra vez retratadas. Y el Señor estupendamente servido y regalado, dejándose querer y conociendo en perfección a cada una de las dos admirables discípulas.
La Iglesia antigua tuvo en tanto aprecio el Evangelio de la escena de Cristo en casa de Marta, que lo leía en la Solemnidad de la Asunción, el 15 de Agosto, haciendo una lectura alegórica de su final "...María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán" y aplicándola al Misterio de la Asunción de la Virgen. Un admirable "sentido".
Pienso que, a pesar de la predilección con que la Iglesia interpreta el sentido de la superioridad de la contemplación de María sobre la actividad de Marta, en esa escena la simpatía del Señor está con Marta, y "bromea" con Marta a costa de la contemplativa María. Y, desde luego, aquel día el Señor fué esplendidamente agasajado, servido y hospedado, y comería todas las delicias de una generosa mesa gracias a Marta, que cocinaba, y no a María que se arrobaba.
Marta es una devoción católica, de esos santos que se veneran lo mismo en España que en el Ponto Euxino, por católicos y por ortodoxos, por europeos, africanos, asiáticos y americanos. Una santa católica-católica con devocionario universal, tan querida e invocada por doquier.
En Sevilla la devoción más antigua se vincula con el desaparecido Hospital de Santa Marta, cuya mitad devora la Diputación y la otra parte sirve de honesto y santo enclave para la clausura conventual de las RR. MM. Agustinas Ermitañas, desde que los franceses les demolieron su monasterio sito en el solar de la Plaza de la Encarnación, donde hoy están levantando la monstruosidad de los hongos malignos sociatas (peste de infame confusión). Cuando les derribaron el convento se aposentaron en unas casas anejas al Hospital de Santa Marta y se les dio la Capilla para su uso conventual. Allí, en el ático del retablo, en una hornacina, está la Santa Marta más venerada de Sevilla, una imagen del XVII, de tamaño mediano, que durante mucho tiempo fue uno de los ingresos limosneros del convento.
.
Ex voto.
+T.