martes, 14 de mayo de 2013

Tiempo de Ascensión


Soy ascensionista y asuncionista, por Él y por Ella, por Cristo que asciende y abre, y por su Madre que es subida y deja abierto. El Cielo ya no se cerrará hasta que haya subido el último de los que subirán. Nuestra vocación es ascender, somos gente de subida.

Se sube por gracia de Dios. Nos sube la gracia de Dios. Se sube moralmente. Se sube espiritualmente. Se sube cuando superamos las tentaciones y adquirimos virtud. Se sube cuando recibimos la gracia de los Sacramentos y cuando rezamos.

Un alma cristiana santificada por la gracia está dispuesta para subir. Y sube. como un globo, como un aeróstato: Su interior le impulsa, desde dentro, a subir, subir, subir. Basta, sin embargo, un amarre, un anclaje, una cadena, una cuerda, basta una cadenilla, un hilo fino, para que la subida (toda la subida) se frustre, no se realice.

Pudiendo ascender, con todo el inmenso cielo para subir, ¿cuántas almas se quedan casi en plano de tierra, apenas alzadas un poco, pudiendo ascender, elevarse, elevarse y subir, subir, subir...?

La Ascensión de Cristo abrió el tiempo de las subidas, tantas como almas son llamadas a ascender, movidas por el Espíritu Santo, atraídas por Cristo que subió a lo más alto y nos requiere desde la diestra del Padre: El Altísimo llamándonos a la altura. ¡El Señor de las Alturas!

Hay momentos en que se siente el tirón del Cielo, instantes en que sentimos que nos suben, que subimos, que estamos subiendo.

Él dijo: "Cuando Yo sea elevado, atraeré a todos hasta Mí" (Jn 12, 32). No se refería sólo al momento de la elevación del Crucificado en el Calvario; también se entiende de su Ascensión admirable.



En la Misa, cuando el sacerdote alza la Hostia y el Cáliz, representa a la vez a Cristo alzado en la Cruz y al Señor exaltado a la Gloria. Y las almas piadosas, en ese momento, sienten la atracción de Cristo y son subidas, raptadas en ascensión, suben con el Señor que es elevado sacramentalmente, real y efectivamente.

Decía que las almas devotas sienten ese efecto de elevación. La otra mañana, el que tenía que tocar la campanilla no la tocó. Estaba elevado, me dije.

Muchas ascensiones pequeñas, litúrgicas, se hacen con temor y temblor. Y algunas, con lágrimas.

Si son de verdad, todas son ascensiones de amor.






+T.