Yo pensé que con la peli y el relativo fracaso, el "fenómeno" del codigucho del best-seller comercial del escritorzuelo aquel, se apagaría. Pero no; o sería que lo que pensaba yo era, más bien, lo que yo deseaba.
Cualquier persona con un mínimo de formación/cultura de cierto nivel, reconoce de un vistazo que todo lo tramado en el novelorio aquel era fantástica ficción y burda patraña. Pero entiendo que aquel episodio se ha convertido en "género". Ayer por la noche pusieron en una emisora de televisión una peli con enigmas, templarios, griales y todos los elementos ad casum; no me importaría apenas si con todo eso no mezclaran temas que atentan contra la fe y falsean al Cristianismo y a la Iglesia.
Cada época ha tenido su carácterístico género de ficción: Lo que significaron las sagas de Troya y sus héroes para los griegos, lo fueron más tarde el Rey Artús en el medievo, o los Amadises, Tancredos y Melisendas un poco después; el XVIII fantaseaba con Casanova, el XIX con Verne y el XX de la Guerra Fría con Bond, James Bond. Me parece sintomático que el XXI haya empezado con esos códigos templarios anticristianos, y con un tufo a logia y a masón que hiede.
Hoy, el diario insignia de esos "círculos" trae en su sección "Cultural" la noticia de que no sé quienes han descifrado un "código" musical entre las piedras talladas de la capilla escocesa de Rosslyn, que era uno de los escenarios de la novela del codigucho aquel, qué casualidad. La cosa va, está claro, de money-money, y el filón del género está en plena fase de rentable explotación.
A las piedras de una capilla tardogótica se les puede hacer decir lo que se quiera, sólo es cuestión de imaginación y cierta dedicación al empeño. No digo que no pueda ser, porque las intenciones vertidas en el arte son tan sorpredentes como los recovecos de la mente del artista. Pero si de una discreta capilla en Escocia se sacan motetes, deliro imaginando lo que pudiera esconder El Escorial, o la Gran Muralla China, o las tres Pirámides de Gizeh. Bueno, de las pirámides ya se ha hablado muchísimo, y también tuvieron su momento esotérico-místico-psicofántico. Pero ahora le toca el turno a los códigos, puñeteros códigos.
Ayer fué la fiesta de San Pio V, al que le tengo tantísima simpatía y devoción desde niño; entre otras razones porque en su época, a los que "codigueaban" los visitaba la Inquisición, y se acabó (el código y/o el codigueante). Era así de facil; no niego que era tremendo, pero sí mantengo que era efectivo e "higiénico". Para la infección, alcohol de quemar y sublimado de yodo, y no hay microbio que aguante.
Es lo que echo yo de menos para códigos y codigueros.
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