Me da escalofríos lo del embrión fifty-fifty humano-vacuno que están aliñando en Inglaterra, sin obstáculos. Tampoco - no problem - habrá trabas para la empresa en España, donde legalmente cabe porque se ha hecho ex profeso una legislación para que quepa. Eso mismo que están haciendo allí, se hará pronto aquí también, que no somos menos libres, modernos, capaces y pérfidos que Albión.
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De repente, al postmoderno siglo XXI ha retornado el "homúnculo", ese proyecto delirante de la alquimia medieval que pretendía hacer una especie de hombre sublimando en una alquitara los elementos adecuadamente mezclados. Se sabía absolutamente, indiscutiblemente, cuales eran los ingredientes a combinar: Agua, aire, tierra y fuego, los cuatro elementos del viejo Empédocles; se dudaba en las proporciones de la combinación; pero se confiaba en el resultado final, siempre perfectible.
Todavía en pleno XVI, Paracelso ensayaba con estiércol de yegua el calor adecuado para la retorta en la que debería later el engendro. No sé si en el gabinete del estrambótico emperador Rodolfo se cocerían las últimas tentativas para lograr el homúnculo, pero la ciencia positiva del XVII-XVIII se derivó de aquellos antros de la alquimia, que traspasó los matraces al laboratorio de Lavoisier sin solución de continuidad.
Después la literatura heredó el tema con la misma trama fascinante del sabio que fabrica vida humana. Del alquimista del XIV a Mary Shelley y su novelorio del Dr. Frankestein, sólo dista lo que va de una gárgola gótica a una neo-gótica, con invariable sustancia.
La misma que luego fue perversamente reintentada en los pabellones de Austzwich, Dachau o Treblinka, con un Mengele en vez de un Frankenstein actuando con materia humana real, viva, manipulable.
Lo de ahora es el siguiente capítulo de la misma terrorífica secuencia de ciencia-ficción-realidad. Con la diferencia de que todo Occidente con el peso de su irrenunciable modernidad "apuesta" por el "progreso" y la "ciencia", como sea y a costa de lo que sea, encubriendo con leyes el horror y dictando el discurso irrevocable de que esto es ciencia y aquello fue crímen.
Ellos no se ven el rostro, pero son los mismos Mengele-Frankestein-Paracelso-Flamel...y así una larga secuencia de perfiles desde un Bernat Soria a un brujo de novela gótica, Saruman incluído.
El híbrido de embrión humano-vacuno ya tiene pseudo-nombre: Se le llama "quimera", para despistar y con una intencionalidad de coartada "clásica", supongo.
Un dia cualquiera, uno de estos bió-alquimistas, tentará elaborar sirenas y centauros; y otro buscará un necronomicón perdido para conjurar alternativas de vidas contrahechas. No estamos tan lejos de Lovecraft, me temo.
Pero se ha trazado la secuencia a la inversa, progresando en degradación perversa del científico al alquimista al brujo.
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¡Qué miedo!
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