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miércoles, 6 de enero de 2021

Noche de la Estrella

 


Yo miraba con ojos brillantes
estrellas radiantes
en el cielo azul tintero
del frío y claro Enero
sabiendo que entre uno
de aquellos luceros
relucía la Estrella
que guió a Belén
a los Magos que adoraron,
Reyes postrados,
creyentes al Niño Enmanuel.
Y después mi sueño infantil volaba
hasta la alborada, cuando despertaba
y me regalaban presentes caseros,
familia y amor,
estelas doradas de rico alborozo
y entrañables gozos
que aun hoy son
resortes valiosos
que tornan al tiempo
secreto, inocente
que guardo en tesoro de limpia ilusión.
+T.

lunes, 6 de enero de 2020

Reyes soñados


Sueño cada año cuando llega Enero
con los sueños de niño en mi lecho
mullido y suave, con olores viejos
de dulce alhucema y blando colchón,
oyendo, muy lento, rezar el Rosario
un murmullo con gracia de ensalmo
para adormecerme con avemarías
y las letanías y el Kyrie eleison.
Los ojos cerrados, soñando se iban
las santamarías como un eco suave
de fina oración, sutil, soñolienta,
rutina inocente de infancia creyente,
pureza dichosa que celan Querubes,
custodios celestes de lo que los niños le rezan a Dios.

En aquellas noches aún se escuchaba
el canto del gallo desde algún corral
y alguna lechuza volando, ululando,
y también los gatos con su maullar.
Parecía entonces la noche más fría
y la guata de lana cálida cubría
envolviendo el sueño que otra vez volvía,
el roce en el rostro de su cobertor..
Si arreciaba el viento temblaban vibrando
los finos cristales de los ventanales del alto salón;
si llovía se oía la lluvia goteando desde el tejadillo
de zinc y pizarra del amplio balcón.
...Y el sueño seguía y en la madrugada,
se oía de la torre el son del reloj
con sus campanadas: Las horas, los cuartos,
las medias, tres cuartos y otra vez la hora con repetición.

...Aquella mañana bien amanecía,
mejor que otro día,
con el sol radiante por blanca ilusión.
Los niños del sueño se desperezaban
los ojos brillantes, el pecho anhelante,
llegaban corriendo al solemne salón
sembrado de dulces, de globos, de cuentos,
tambores, trompetas, castillos, muñecas,
trompos, saltadores, pitos, bicicletas,
pepones, peluches, pelotas, roscones,
cien soldaditos de plomo y latón...

...Hoy cuado recuerdo los días de Reyes
de aquella mi infancia que viví feliz,
su dicha inocente con su luz dorada
retorna y amable se recrea en mí.


+T.

sábado, 5 de enero de 2019

Cuando los Reyes


Cuando los Reyes venían de Oriente
y paraban en casa y por el balcón
entraban trayendo, solemnes, silentes,
regalos reales, tesoros de dulce y cartón,
juguetes de niños y gozos de padres,
dulzuras de abuelos, regazos de madres,
madroños de almíbar y anises de sol
como medallitas que suenan al pecho
cuando cantan nanas y se cuentan cuentos
de dormir suave sin miedo y desvelos,
entre embozos blandos de olor a almidón
y humo de alhucema con roce de besos
sobre el borde amable del almohadón.

Cuando aquella noche de infantil ensueño
eran nuestras horas de ansia inocente
culmen del ensayo del ratón y el diente
que durante el año mantenía el empeño
del don que suscita la chispa impaciente
del niño que siempre espera algo más
y sabe que llega, al fin, algún día,
de pronto, sin ruido, la llave que abría
la puerta cerrada del adivinar.

La noche con frío de Enero en la calle
y encajes de escarcha sobre el ventanal
de cristal finito, blondas de visillos
entre dos cortinas de cretona y brillos
de luz estrellada aun de madrugada
ya cercana el alba con su despertar...

Así dejaría - sueño algunas veces -
mis horas sin pena, guardadas, suspensas
en la amanecida feliz de ese día
de inocencia y vida de dichoso hogar.

(A veces me digo y le digo a algunos:
-'¡Los Reyes vendrán!').


+T.

viernes, 6 de febrero de 2015

Burke claro, sólido, rectilíneo


Seguramente comparto bastantes opiniones católicas con el Emmº Leo Burke, el Cardenal que destaca entre los cardenales. Hoy me he alegrado de saber que el Reverendísimo no admite cleriguillas trasvestidas de monaguillas; yo tampoco, of course. Por eso han arremetido contra el Cardenal, por no prestarse a la confusión de quienes bajo la manta de las niñas de altar esconden la pretensión de una futura hembra ordenada.

Conozco el caso de un cura que mandaba a los monaguillos a unas convivencias que organizaban en la Delegación de Pastoral Vocacional. Hasta que comprobó que a esas convivencias también iban y admitían niñas. Cuando llegó la siguiente ocasión, volvió a interesarse preguntando en directo a uno de los responsables -¿Irán niñas 'monaguillas'? El responsable, un poco extrañado, respondió -'Bueno, sí; si vienen niñas, como otras veces, también estarán en la convivencia'. -'Ah, entonces no mando a los monaguillos. No me gustan estas confusiones. Si son convivencias con sentido vocacional-sacerdotal, no deberían Uds. prestarse a la confusión'.

En el blog 'Messa in Latino' comentan que el autor del articulete de Vatican Insider que arremete contra el Cardenal Burke, un tal Gianni Gennari, es un cura renegado, casado, militante comunista y ahora periodista de vanguardia des-católica (estilo 'religiondigital', para entendernos). Poca credibilidad católica y visceral anti-catolicismo de pluma hiriente y tinta corrosiva, en suma.

El ex-cura filo-monaguillas arguye contra Burke aquella desgraciada y desafortunadísima disposición permisiva que se ha ido extendiendo, según tendencia vaticanosecundista que generaliza y universaliza una concesión bastante restringida. El último documento - creo recordar - que se refiere al caso es la Instrucción Redemptionis Sacramentum, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del año 2004, con el Cardenal Arinze de prefecto:

" 47. Es muy loable que se conserve la benemérita costumbre de que niños o jóvenes, denominados normalmente monaguillos, estén presentes y realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. No se puede olvidar que del conjunto de estos niños, a lo largo de los siglos, ha surgido un número considerable de ministros sagrados. Institúyanse y promuévanse asociaciones para ellos, en las que también participen y colaboren los padres, y con las cuales se proporcione a los monaguillos una atención pastoral eficaz. Cuando este tipo de asociaciones tenga carácter internacional, le corresponde a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos erigirlas, aprobarlas y reconocer sus estatutos. A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas o mujeres, según el juicio del Obispo diocesano y observando las normas establecidas."

El texto mantiene y alaba la consideración vocacional del ministerio acolital de los niños, y sólo al final concede la posibilidad de las féminas sujeta al juicio del los Obispos en sus respectivas diócesis. El caso es que pocos obispos han reglamentado formalmente el supuesto de niñas-monaguillas, como si importara poco. Al final las cosas se aceptan sin más problema que las quejas de los recalcitrantes católicos, anclados en otros usos de otros tiempos. Usos genuinamente católicos de tiempos más católicos, tradicionalmente vivos, sin necesidad de hermenéuticas.

Lamentablemente ya no vige el cánon del antiguo Códex, tan claro:

"Can. 813. § 2. Minister Missae inserviens ne sit mulier, nisi, deficiente viro, iusta de causa, eaque lege ut mulier ex longinquo respondeat nec ullo pacto ad altare accedat."

El ministro que sirve en la Misa no sea mujer; a no ser faltando un hombre, por justa causa, asista con la obligación de responder (las oraciones del Misal que reza el monaguillo en respuesta al sacerdote celebrante) a distancia y no se acerque al altar por razón alguna.

La tendencia de conceder poco a poco algunas cosas, además de hipócrita contemporización con la dictadura del feminismo, supone actuar según una corrección política incompatible con la doctrina, el credo y la tradición de la Iglesia respecto a cosas esenciales. En el fondo, lo de las 'monaguillas' es jugar con algo tan sagrado como el Sacerdocio, cuya esencia no es un capricho de la historia sino parte fundamental-constitutiva de la Iglesia de Cristo tal y como la quiso Cristo y sus Santos Apóstoles nos la transmitieron

El resistirse a admitir 'monaguillas' no es escrúpulo de Burke. No es un detalle menor: Es un síntoma de algo muy grave, aviso de la descomposición que sufre el catolicismo desde hace cincuenta años. Medio siglo de crisis crónica, con el Sacramento del Orden especialmente afectado y amenazado.


+T.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Cómo te extraño !!!




Perdonen ustedes si no entienden la letra. La letra de esa copla es camarón-surrealista, de uno que no me gusta, un 'cantautor' del rojerío de la movida; pero me gusta cómo la canta esa malagueña, una de las mejores voces copleras del momento, delicada y entonada como pocas. El motivo de ponerla, si no lo adivinan, no merecen Uds. que se les explique, y mejor lean y/o escuchen otra cualquier cosa. Sin disculpas.

El tono ha bajado tanto, está tan degradado, que da fatiga enfrentarse cada mañana con el trompazo del día, porque ya hemos asumido que con él, con el nuevo, hay shock diario (o show, según se mire).

Ayer me encontré en internete una pamplina del merchandising kitsch que, en otras circunstancias, hace menos de un año, me habría parecido grotesco, pero ahora, después de estos meses, en cuanto lo ví me cayó simpático, miren:

Muñeco Benedicto 16º

Estoy tentado de pedirle uno a los Reyes, para que me haga compañía en las noches oscuras post-benedictinas.

He considerado si pudiera estar sufriendo una regresión eclesio-endógena, y que necesite del muñeco como el niño traumatizado de su osito de peluche, para poder soñar tiempos mejores...

...si Uds. me comprenden.

¡Pobrecito!

(Dígolo por mí, por ti y por todos: ¡Pobrecitos!)


+T.

lunes, 6 de mayo de 2013

Flores de Mayo

 
El primer mes de Mayo que recuerdo aun me huele a aquellas flores, a rosas, a celindas, a azucenas, a geranios. Los geranios eran las flores más socorridas, porque eran las más abundantes, las más bravías, tan recias que una vez que agarraban en la maceta y el arriate se apañaban solos para crecer y florecer. Las rosas también son muy feraces en Mayo, florecían nuevas, todos los días, en los arriates del patio grande de mi casa, un quasi-jardín con macetones más grandes que yo.

Para el mes de Mayo nos cortaban unas cuántas rosas y nos formaban un ramillete atándolas con un hilo de cáñamo; mis hermanas las envolvían en un papelito de seda celeste, tapando el amarrijo y los tallos. Yo no tenía paciencia, y lo metía en la cartera del colegio, porque me daba vergüenza ir por la calle con el ramo en la mano, eso era de niñas. Yo tenía cinco o seis años. Y no me gustaba el mes de Mayo.

No me gustaban los rezos del mes de Mayo porque nos metían a todos los niños del colegio, chicos y grandes, en la capilla; los pequeños delante, los mayores detrás. Aunque todos éramos casi de la misma edad, porque las RR. MM. Teatinas sólo admitían niños (varones) hasta la primera comunión. A las niñas sí las dejaban estar hasta que empezaban el bachillerato, que entonces comenzaba sobre los 10 años. Conque las alumnas mayores eran niñas de 9 años, los niños mayores, chicos de 7, y los pequeños los que teníamos entre cuatro y seis primaveras. Recuerdo la enorme diferencia de todo (talla, ropa, zapatos; lectura, escritura, catecismo, dibujo, juegos...todo!!!) entre un pequeñajo como yo y un medio cadete de 7 años o una repipi señorita de nueve.

Yo era un peque de cinco años, o cuatro a punto de cumplir cinco. Yo tenía el pelo rubio, con un irreductible remolino en la coronilla Yo tenía dos incisivos paletones que me pisaban el labio de abajo. Yo tenía unas botas con plantillas ortopédicas que crujían cuando pisaba. Yo tenía unas gafas de hipermétrope-estrábico, las más grandes, súper grandes, las de cristal más gordo y montura más dura que vendían en la óptica. Para remate del cuadro óptico, me ponían un parche de goma negro para taparme el ojo, un día en uno y el siguiente en el otro, para que los ejercitara. Yo tenía todo lo que había que tener para no ser uno más, sino uno muy reconocido, con fama, encima, de estudioso y tímido. Un horror.

Por su parte, las RR. MM. Teatinas eran el horror horrorum; excepto Sor Bernardeta (mi preferida) y Sor Camino (una buenaza monja-tipo), las demás eran tremendas: La inflexible Sor Maravillas, la siniestra Sor Dulce, las torturadoras Sor Celia y Sor Nuria, la monstruosa Sor Jacinta, y la superiora, Sor Martina, un concentrado de todos los horrores.

Después del canto del 'Venid y vamos todos' se rezaban cinco Avemarías, luego una plegaria de ofrenda y a continuación pasábamos todos, niños y niñas, delante de la imagen de la Inmaculada y poníamos el ramillete de flores a los pies de la Virgen, en una especie de cuadrícula aparrillada que montaban las monjas. El máximum de tensión sucedía cuando, además de poner las flores, había que recitar algún verso, un poema o alguna letrilla de la Virgen: Pararse delante del altar, hacer reverencia, decir el verso y dejar las flores.

Algunas de las mayores recitaban unos versos preciosos, largos como un romance, pronunciando muy bien, muy redichas, con mucha entonación. Los pequeñajos aprendíamos alguna letrilla fácil para salir del apuro; la más socorrida y repetida era -'Virgen María, blanca paloma, si no tienes flores ¡toma mi corona!', la repetían, cada vez que tocaba ofrenda con versos, doce o catorce chiquillos. Otro recurso era tomar una estrofa de alguna conocida canción de la Virgen, por ejemplo 'El trece de Mayo' o 'Rendidos a tus plantas'. Sor Celia, con su cara de lechuza, nos asustaba y nos ponía nerviosos advirtiendo que había que decir el verso de memoria y del tirón, sin titubeos.

Mi tía Aguasantas me confortaba y me daba valor para mi fobia anti-teatinas. Y pensó que lo mejor era ensayarme un verso cortito, para el mes de Mayo, un verso que no fuera de los conocidos y repetidos, sino un verso de verdad, de poeta, y así, cuando lo aprendiera, como ningún otro niño (o niña) lo sabría, yo podría decirlo cada vez que me tocara, sin que sonara a repetido. Mi tía Aguasantas era lectora apasionada de Pemán, recortaba sus artículos del ABC y tenía los tomos de las Obras Completas de la editorial Escelicer, que se los regaló su cuñado, el tío Paco Villavicencio. Así que se puso a buscar un verso pemaniano de su gusto y me arregló para el mes de María el comienzo de aquel poema de la conformidad:

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

que, después del retoque de tia Aguasantas, quedó así:

¡Bendita seas, Madre mía,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

Un detallito, un pellizquito quitando al Señor y poniendo a su Madre, guardando la piedad del verso y dejándolo apto para las flores de Mayo. Total, que me aprendí el versito, lo ensayé discretamente con mi tía y cuando lo tuve bien aprendido, con su poquito de entonación y todo, me decidí a recitarlo la próxima vez que tocara flores con verso.




No sé qué día del mes fue, ni el de la semana. Íbamos a la capilla para rezar el mes de Mayo media hora antes de salir, a las 5 de la tarde. Entramos en el oratorio y allí estaba la imponente Sor Celia, en la esquina del altar, como pájaro en la alcándara, malencarada, mirando de reojo, sin quitarnos la vista de encima. Aquella tarde tocaba verso y flor. Yo llevaba un manojito de rosas que olían riquísimas, un olor dulce de esos que se te pegan en la nariz. Yo no sabía que aquel olor dulce de las rosas era señal de que llevaban abiertas varios días, y tenían los pétalos sueltos, a punto de desprenderse. Cuando saqué el ramo de la cartera vi que en el fondo se quedaron varios pétalos grandes, blancos unos y otros rojos. Pero al entrar en la capilla, Paquito Daza me empujó, me agarré las gafas, me pinché una espina, se me cayó el ramo, y en el suelo quedó un montoncito disperso de pétalos de rosa. Sor Camino los recogió y me los metió en el bolsillo del babi: -Cuando digas el verso, coge los pétalos y se los echas a la Virgen, me dijo al oído. Pero yo iba en la fila con el alma abatida y el ramito de rosas sin pétalos, sólo con los tallos, las espinas y las cabezas de las flores peladas, una irrisión. Y alguno se rió, y yo me di cuenta. Y me tocaba ya decir el verso, ya tenía que decirlo...-¡¡¡Ya!!!, me dijo la apabullante Sor Celia. Y yo no decía nada, allí, paralizado con los rabos de las rosas en la mano y la boca cerrada, estático...Y sor Celia me golpeó en la cabeza con la libreta enrollada que tenía en la mano, y yo empecé a llorar, sin voz, sólo con los ojos, con las gafas empañadas, rojo de vergüenza, la cabeza agachada... Sor Celia me tiró del cuello del babi y me arrimó a la pared, para que los otros niños pudieran decir sus versos y poner sus flores.

Se me acercó Sor Camino, me acarició el pelo, se sacó el pañuelo y me limpió las gafas. -Venga, no llores, que la Virgen ha escuchado en el cielo el verso tan bonito que no le has dicho: Mira como te sonríe!

Y era verdad. La Virgen, con su corona de estrellas, con sus manos juntas, me miraba y me sonreía. Como siempre, como todos los días. Pero aquella tarde de desconsuelo me pareció más linda que otras veces, mirándome, tan bella.


Aquel mes de Mayo pasó. No olvidé el mal rato, ni el empujón de Paquito Daza, ni el papirotazo de Sor Celia, ni a la amable Sor Camino, ni la sonrisa de la Virgen. El verso sí lo olvidé. Pero un día, ya de estudiante, en la universidad, me encontré casualmente con aquellos versos de Pemán:


¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

¡Qué triste es mi caminar!...
Llevo en el pecho escondido
un gemido de pesar,
y en mis labios un cantar
para esconder mi gemido.

Tú sólo, Dios y Señor,
Tú, que por amor me hieres;
Tú, que con inmenso amor,
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres,

Tú sólo lo has de saber;
que sólo quiero contar
mi secreto padecer
a quien lo ha de comprender
y lo puede consolar.

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad,
porque pones con amor,
sobre espinas de dolor,
rosas de conformidad!...

Será el dolor que viniere
en buena hora recibido.
Venga, pues que Dios lo quiere...
¿Qué me importa verme herido
si es mi Dios el que me hiere?.

Yo no me quejo, Señor;
yo sé que es goce el dolor
si se sufre por amar,
y el padecer es gozar
si se padece de amor.

Yo quiero sufrir, Señor;
quiero por amor gozar
la dulzura del dolor;
quiero hacer mi vida altar
de un sacrificio de amor.

Vivir sin penas de amores
es triste vivir sombrío,
como el del agua de un río
que, sin árboles ni flores,
va por un campo baldío.

Vida, la falsa alegría
yo no te envidio, que el día
que fuere mi vida así
temblando de horror diría:
¡Dios se ha olvidado de mí!.

No huyáis penas y dolores
con flaqueza de cobarde,
ni busquéis falsos amores,
que mueren, como las flores,
en el morir de la tarde.

Saber sufrir y tener
el alma recia y curtida
es lo que importa saber;
la ciencia de padecer,
es la ciencia de la vida.

Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres;

porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;

por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor...,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!


Hace ya tiempo que por Mayo ofrezco a la Virgen rosas de conformidad, ramilletes de rositas de Pemán (también las llamo así). Algunos días es una rosa sola, una rosa de gran conformidad; otros llevo un manojo de florecitas, conformidades pequeñas en un ramito. También me acuerdo de mis lágrimas de niño de aquel día de Mayo, y las reúno con otras de ayer y de ahora, y hago otro ramito de flores, lagrimitas en flor, también para Ella.

Yo sé que son cosas que algunos no soportan, también sé que otros se reirán; no problem. A mí me sirven, yo sé que son buenas, que se las puedo llevar a la Virgen, que me las acepta. Y me sonríe.

Et quam pulchra est!!!


+T.

miércoles, 25 de enero de 2012

Un simpático y tierno Requiem

Para relajar la tensión de estos últimos articuletes, tan traumáticos para las almas pías, les ofrezco este devoto y tierno solaz:




Como muchos de ustedes, exquisitos lectores, sabrán, es el Pie Iesu de la Misa de Requiem de Andrew Lloyd Webber. Canta la estupenda soprano brasileña Carla Maffioletti, dirige el holandés André Rieu y acompaña el simpático Akim Camara, alemán.

Akim Camara (vean Uds. los youtubes alternativos) toca el violín desde los 2-3 años. Admirado de las precoces y extraordinarias facultades del pequeño Akim, André Rieu se ha constituido su mentor musical y mánager, porque el chico promete. Ya debe tener 11 ó 12 años, y progresa como violinista.

Es una lástima que la infausta demolición litúrgica vaticanosegundista exterminara la Misa de Requiem (y todo el Officium Defunctorum), viéndose ahora la paradoja de que se compongan misas de requiem como mero género musical cuando la Misa de Requiem tradicional, la que inspiró a los antiguos maestros y sirvió desde siglos como sufragio por los fieles difuntos, fue suprimida y sustituída por un pobre remedo minimalista (el Rito Exequial novus ordo).

La puntilla al rito exequial (y me refiero al nuevo) se la han dado los tanatorios, con la correspondiente aprobación de los obispos que han autorizado las 'empresariales' capillas de tanatorio (a ver si un día escribimos algo sobre el particular).

Pero no perdamos la esperanza: Merced al Motu Proprio Summorum Pontificum (si la reticente displicencia de los impíos prelados no lo impide) la Misa de Requiem podrá (podría) recuperarse, para deleite de los presentes, sufragio por los difuntos y glorificación del Divino Juez de vivos y muertos.

A ver si cunde el buen ejemplo y estas escenas dejan de ser excluivas de salas de conciertos y vuelven a nuestras iglesias, que es su sitio.

Así sea.

+T.

lunes, 21 de febrero de 2011

Un cuento, una fábula, un apólogo



Me lo acaba de mandar mi amigo Paco Val. (todo un señor, del Reino de Granada, felizmente casado, esposo y padre, residente en Madrid). Me ha gustado y lo transcribo aquí. Lean:

En el vientre de una mujer embarazada, dos gemelos sostienen una breve e interesante conversación porque uno de ellos es creyente y el otro ateo.

- El ateo: ¿Hermano, tú crees en la vida después del nacimiento?

- El Creyente: Por supuesto. Todos saben que hay vida después del nacimiento. Estamos aquí para crecer, estar fuertes, y prepararnos para lo que nos espera cuando salgamos.

- El ateo: ¡Tonterías! No puede haber vida después del nacimiento.
¿Puedes imaginarte como sería esta vida?

- El Creyente: No conozco los detalles y de momento no tengo mucha imaginación, pero supongo que fuera hay más luz. Tal vez allí caminemos y nos alimentemos solos.

- El ateo: ¡Qué disparate! ¡Es imposible caminar y alimentarnos solos! Tenemos el cordón umbilical que nos alimenta. Solamente quiero recordarte esto: la vida después del nacimiento es imposible, porque nuestra vida depende del cordón, y el cordón, es demasiado corto.

- El creyente: Estoy seguro que es posible. Sólo que será un poco
diferente. Quizá muy diferente.

- El ateo: Pero no hay nadie que haya regresado de allí, no te hagas ilusiones. La vida sencillamente se termina con el nacimiento. Y, sinceramente, la vida está llena de incomodidades en la oscuridad. Esto es demasiado estrecho para los dos.

- El creyente: No sé exactamente cómo será la vida después del
nacimiento pero en cualquier caso, vamos a conocer a nuestra mamá, ¡Y ella cuidará de nosotros!

- El ateo: ¿Mamá, has dicho? ¿Tú crees que tenemos una mamá? ¿Y entonces dónde está?

- El creyente: Ella está por todos lados, a nuestro alrededor, y
nosotros nos encontramos dentro de ella. Nos movemos por ella y
gracias a ella estamos vivos. Sin ella no existiríamos.

- El ateo: ¡Qué tontería! Yo no he visto una mamá así; por lo tanto no existe.

- El creyente: Yo tampoco la he visto. Pero cuando no me das patadas, y pasamos momentos buenos de tranquilidad, la oigo cantar; es una música dulce. Estoy deseando encontrarme con ella. Entonces, además de oírla, la veremos.

¿Qué tal? Se refiere, en el fondo y por comparación, a nuestras apreciaciones, juicios e imaginaciones sobre Dios, la vida sobrenatural y la eternidad, todo eso que vulgarmente se dice 'el más allá'. Que existe y es real...aunque no se vea y algunos no intrepreten bien los indicios, que otros sí perciben como signos de certeza.

En relativo sentido, el otro día escribía otro amigo (también señor, también casado, esposo y padre, de Madrid también) algo que conecta con esto mismo: Las turbadoras e inquietantes dudas de los 'teólogos profesionales' frente a la sólida certeza de los pobres de espíritu, los creyentes simples, los carboneros con fe.

Las dos reflexiones valen para darles un hervor (o dos) en el puchero espiritual, y sacar y aprovechar sustancia y sabor. Justamente hoy, que acaba de empezar la cuenta atrás -¡estamos en la Semana de Septuagésima!- y hay que motivarse para la Cuaresma que se acerca etc.


+T.

viernes, 14 de mayo de 2010

Crónica de una mañana de Mayo


Se recuerda lo que se quiere, y se recuerda más lo que se quiere más. Esta mañana volví, con esas mecidas de la memoria que van y vienen, como olas pequeñas en la playa, una vez con un sonido, otra con una imagen, una mañana de Mayo, fresca, con aire limpio oliendo a día nuevo.

Me habían bañado y vestido casi de ceremonia, estrenando ropa desde la camiseta al calcetín y la camisa. Y el traje. El traje lo escogí yo. Mi abuela tenía pensado uno con chaquetilla de terciopelo negro, calzón blanco, zapatillas de charol con hebillas de plata y una gola de encaje al cuello. Pero, unos meses antes, abuela murió, y a mí se me metió en la cabeza que, como me vistiera como mi abuela dijo, me moría como mi abuela. Y yo no quería.

Mi madre, sin preguntarme nada, lo adivinó todo. Mi oposición al modelo de mi abuela era firme, decidida. Conque me llevaron a que viera y escogiera yo mismo. Y elegí de un golpe, sin titubeos. Vi el traje en cuanto entré en la tienda y dije: ¡Ese!

Aquel era el modelo más atractivo de la galería: Caballero de Santiago, con una cruz de Santiago bordada en el pecho de la guerrera, flanqueda por dos hileras de botones, también con la cruz santiaguista, y charreteras con otras dos cruces pequeñas en el centro. Y entorchados dobles cruzando el pecho, con crucifijo de nácar. Un figurón de grana sobre blanco con complementos en oro.

Como yo era entonces el afeñique mayor del reino, con la figura de un cerillo de fósforo, es decir, cabeza sobresaliente y cuerpecillo canijo-patilargo, el aparato de aquella vestimenta cubría y suplía lo que mi percha corporal no tenía, y cuando me probé el rutilante uniforme resultó muy favorecedor, impresión que complugo a mamá, a tita, a las titas mayores y a las titas jóvenes, que se quedaron encantadas con el efecto. Un éxito.

...A no ser por las gafas, mis monumentales gafas de hipermétrope un punto estrábico, formidable artefacto compañero de mis dias desde la ternísima edad de año y medio (dieciocho meses decía mamá (mi madre nunca lo olvidaba)). Por las gafas, mis gafas, aquel uniforme santiaguista, quasi de opereta vienesa, no llegaba a rematar todo su brillante efecto. Mi tia Antoñita, experta estilista salvalotodo, con un bote de fijador Lucky y mucho peine, arregló y perfiló el conjunto y me dejó pulido, brillante y tieso como el muñeco que remataba la tarta.


La tarta fue otra obra maestra, casera, con siete bizcochos, uno sobre otro, en gradación de diámetro y espesor, de mayor a menor, cada uno con relleno diferente: Pasas, cidra, batata, miel con piñones, chocolate, natillas, y ron con almíbar el de arriba del todo. Y coronando el zigurat, un muñeco de azúcar. El muñeco era yo.

Mi tia le pintó al muñeco en el pecho una cruz de santiago, para más detalle identificativo, y hasta le hizo unas gafitas con papelillo dorado. Y el conjunto de los siete estratos tarteros se adornó con merengue y guindas coloradas, todo entonadísimo.

La tarde del Viernes pasó por casa toda la vecindad, las boticarias, el barbero de enfrente, la peluquera, el de la relojería, el cabo de los municipales, el de la guardia civil, el alcalde, el juez, el cura, el coadjutor y el sacristán. Y para mi temor y temblor, también el practicante y la matrona.

El practicante era uno de mis más odiados sujetos, porque ponía inyecciones a todo el mundo, un horror, que además era maestro de escuela y profesor de gimnasia, un summum integral de todos los monstruos de mi infancia. La matrona era otra horrenda monstruosidad, con trajecito de chaqueta y un bolsito que yo imaginaba que era una caja de Pandora peor que la original del mito; también ponía inyecciones, y hablaba con un acento del norte, con "eses" que se clavaban en los oídos como las agujitas de sus jeringuillas.

El Viernes por la tarde ya estaba todo puesto, el salón con la mesa larga para el almuerzo, y el estrado con la camilla grande para el desayuno, y otras dos mesas más en el comedor, todas con sus manteles blancos, servilletas plegadas, platos, tazas, vasos, copas, cubiertos, bandejas, salvillas, fruteros, jarras y botellas. Y dos gatos rondando, amenzando armar una zapatiesta. Tia Rosario los espantó al patio con un par de escobazos, pero aquella noche se dejaron bien cerradas las ventanas y las puertas del comedor y la cocina, por los gatos. Y mi tia Rosario contó luego que se pasó toda la noche soñando con los dos gatos bailando encima de las mesas y rompiéndolo todo.

No sé a qué hora se levantaron los mayores, pero cuando terminaron de vestirme y arreglarme estaban ya todos compuestos. Las tías mayores guardaban el luto de la abuela y fueron a Misa temprana, así pudieron quedarse con mis hermanos más pequeños. En ayunas, porque había que guardar el ayuno, salimos de casa en una lucida comitiva, yo delante, y detrás papá, mamá, las tias, mis hermanas con mi hermano, y más tias.

Ya en la iglesia, se armó un revuelo cuando entró el Cardenal, con los curas detrás, y el alcalde y las autoridades. Mi padre no salió a recibirlo porque se quedó con mamá en el sitio reservado, junto al banco donde estaba yo. El Cardenal venía porque aquel año se celebraba el Congreso Eucarístico Nacional, y se organizaron algunas Primeras Comuniones dentro de los actos de la semana preparatoria del Congreso. Mi tia me sacó del banco y me puso delante del Cardenal para que le besara el anillo, quitando de un empujón al sacristán, que vigilaba para que los niños no rompiéramos el orden.


Por fín empezó la Misa, que no recuerdo cual fue. Sí recuerdo que mis tias llevaban una temporada con las hojillas a dos tintas que traían impresas las oraciones de la Misa nueva, en español, porque mis tias, como buenas beatas, se sabían los rezos de la Misa en latín, pero en español no. Sospecho que la Misa tuvo que ser una componenda entre el Misal antiguo y las nuevas directrices litúrgicas, que se practicaban por entonces "ad experimentum", con los fieles como especie de ratones de laboratorio litúrgico. Las "gracias" del post-concilio (que todavía no han terminado los experimentos y las novelerías, ¡ay!). A pesar de las primeras reticencias y resistencias, mis tías también reconocían que la Misa en español era más cómoda, porque se entendía todo mejor. Al fin, hasta las torres más sólidas se rendían.

Lo que recuerdo muy bien, no se me olvida, es el momento de la Comunión. El Cardenal me levantó la barbilla con los dedos de la mano a la vez que me daba la Sagrada Hostia. Volví a mi sitio y me arrodillé en el reclinatorio y empecé a pedir al Señor por muchas cosas, por mucha gente. No sé cuánto tiempo estuve, pero mi madre tuvo que acercarse a decirme que me sentara, no fuera a marearme. Y seguí rezando.

Algunas veces, cuando comulgo, le digo a Él que soy aquel mismo de aquella mañana de Primera Comunión, que no se olvide.

...Y que no me olvide yo.

+T.

domingo, 28 de febrero de 2010

Dormidos en su gloria, dormidos en su agonía


Cuando el Señor dijo que si no somos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos, los Apóstoles no sabían que los iba a hacer, que los estaba haciendo niños, volviéndolos niños para que pudieran entrar en su Reino.

Los niños se duermen. Recuerdo mis sueños de niño feliz, sobre el hombro de mi padre o en brazos de mi madre. Sueños absolutos, profundos, sin pesadillas ni sueños felices porque la felicidad, entonces, era el mismo sueño.

Los tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, que se duermen en el Tabor, cuando Cristo se transfigura y aparecen Moisés y Elías para hablar con Él, son niños rendidos, fatigados por tanta gloria, como chiquillos que se cansan después de unas horas intensas en un parque de atracciones. O como niños asombrados que se beben por los ojos una conversación de mayores que no entienden; o como párvulos dando cabezadas sobre el pupitre cuando escuchan la primera lección de matemáticas, o de alfabeto, la primera suma que no entienden, el primer silabario que no comprenden; y se duermen.

Son los mismos, los tres, que en el Huerto de los Olivos son testigos de la Agonía del Señor. También se duermen. Ahora son niños ante una escena intensa, en un teatro, dormidos en sus asientos mientras el drama ocurre en el escenario; o como chiquillos en un concierto, la sinfonía sonando, in crescendo, pero los niños se han dormido y no les despierta ni un fortíssimo de la orquesta; o como pequeños que van al cine, y se quedan tan dormidos que recuerdan luego la película remotamente, vista y no vista, como flashes de imagen y sonido y sueño, todo envuelto en sueño. O como niños con fiebre, cargados de somnolencia, febriles, con los ojos infantiles pesados, sin poder levantar los párpados.

Así vivieron los Apóstoles Santos sus primeras aproximaciones al Misterio, dormidos en la Pasión y dormidos en la Gloria, durmiendo en el Tabor y durmiendo en Getsemaní. El Señor lo sabía; los había vuelto niños, niños que se duermen, para eso, para que pudieran resistir el primer despunte de su Gloria y la primera escena de la Pasión.

Y así pasan los Apóstoles por todos los Misterios del Señor, embobados, perplejos, torpes, soñolientos, dormidos, impresionados, sobrecogidos, atemorizados.

No empiezan a despertar, a ver y entender, a despabilarse, hasta la mañana y la tarde de la Resurrección; hasta el dia de la Ascensión, cuando los Ángeles les despiertan: - "¡Varones Galileos! ¿Qué haceis ahí plantados...???!!!". No se les abren la mente, el corazón y el alma hasta que en Pentecostés no les prenden las lenguas de fuego del Espíritu.

Nosotros, los que nos dormimos cuando rezamos, los que no entendemos cuando meditamos, los que nos distraemos, nos perdemos, nos ofuscamos, nos caemos, nos enredamos; nosotros, los que estamos por la fe inmersos en su Misterio, estamos igual que entonces los tres del Tabor y Getsemaní: Niños dormidos al aparecer la Gloria, niños dormidos cuando empieza la Pasión.

Pero si no somos como niños, no entraremos en su Reino.

Non obliviscaris!

+T.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Inocencias, alegrías, pequeñeces que las Aídos, Zp's y demás aberrantistas progresistas odian y detestan

Es un youtube que me han mandado y que me parece tan simpático como valioso, dados los tiempos que corren. Vean ustedes (si es que no lo han visto ya):




El sexto protagonista feliz es el padrazo que no se ve en el youtube porque está animando y rodando la escena.

Ya sé que después del ratito de retozo con mamá y papá vendrán los biberones y los pañales y el baño. Y el dia entero. Y las noches con niños. Ustedes también saben y se imaginan.

Pero esto y eso es vida y es vivir.

Cuando nos rodea la peste tenebrosa de las ideologías anti-vida, anti-familia, anti-humanistas, anti-cristianas, anti-católicas, publicar estas pequeñeces es como abrir ventanas, encender linternas, aspirar aire limpio. Un desahogo para los sentimientos y un aliento para la resistencia.

Y sobre todo: Estamos celebrando que Dios nació, fue Niño. Y también rió así, con la misma risa feliz e inocente de los bebés del video. Y cuando el Niño-Dios reía, todo - Cielo y Tierra - se regocijaba con él.

El infierno no, claro.

La fiesta de los Inocentes ha pasado a ser, en pocos años, de un día de bromas familiares a un día de tenebrosa conciencia. Estamos bajo el gobierno de los que han hecho “progreso” con el crimen de los inocentes como “programa” y la coartada de la “liberación” feminista como bandera.

No sé cuántos millones de niños no han podido reir como los del youtube. Y tantos millones de madres y padres han dejado de ser felices por haberse convertido en asesinos de la vida que engendraron, con la complicidad culpable y co-aberrante de gobiernos, políticos y leyes.
A todos les molestarán estos vídeos de niños riendo con y para sus padres.

Al infierno, también.


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lunes, 5 de enero de 2009

Noche de Reyes

Un dia me hice cargo de la edad que tenía al darme cuenta que celebraba y esperaba más la Navidad que los Reyes, cuando hasta hacía unos años pasaba lo contrario, con los Reyes muy por encima en expectación y fiesta sobre todas las fiestas de las Pascuas. La edad también cambia esas cosas. Pero queda mucho en el arca preciosa de la memoria, la buena memoria, siempre a mano para recordar.
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Lo que pasa es que en algunas fechas algunos recuerdos tienen resorte propio y saltan y se imponen. No como una caja de sorpresas, más bien como una especie de despertador con su timbre atrasado, que me rapta a su hora volviéndome a aquellos dias, que ya no son estos que vivo. ¿Si tengo nostalgia?...Diría que no; pero un eco me repite dentro que sí. Sí tengo nostalgia, ese dolorcito del pasado feliz.

El pasado feliz se pesa desde el presente, que no es que sea desgraciado, sino que no tiene las personas que se fueron, las cosas que se perdieron, los días y las horas que se han caído del almanaque y cumplido en el reloj. Es eso, la ansiedad de no abarcar y poseer y estar y detener todo lo de antes, con todos los de antes, tal y como fue y como fueron, que nos hicieron felices y que ahora añoramos.

Por eso, por todo eso, me paso la víspera y el día de Reyes yendo y viniendo del desván interior al mundo actual. Con tropezones, claro. Caras amables, besos, voces, música...Hasta puedo recomponer el ruido de la calle y el trajín de mi casa la mañana de Reyes, de aquellas mañanas de Reyes. También su olor.

Ya no escribo carta a los Reyes, sino que les rezo; me parece que lo conté el año pasado. Les pido cosas ad intra, porque otras cosas me da vergüenza (otro síntoma de la edad provecta). Pero les pido. Me razono que para eso están, siendo de esos Santos que tienen oficio muy determinado, muy ubicado en el Año Cristiano. Tengo, empero, sobre ellos una duda: ¿Les afecta la edad? ¿reconocen nuestra edad? Quiero decir si para ellos, para los Magos de Oriente, tenemos "esta" edad del presente, o nos mantenemos en "aquella" edad que tuvimos; ¿nos ven como adultos? ¿o nos atienden como a niños?

Videtur quod que como ya están glorificados en ánima, también están fuera del tiempo y sus declinaciones, y no nos verán como nos vemos y puede que nos sigan viendo como nos vieron. Y - lo reconozco - padezco cierto síndrome de Peter Pan, sobre todo en estos días de Epifanía. Yes. Y por esto, yo quiero que me vean niño de cinco años; 5 ó 6. O siete.

Todo esto para decir (para decirme) que esta noche no pondré los zapatos en el balcón...Pero tendré zapatos en la puerta del alma esperando regalos, mis regalos de Reyes.

Con toda y la misma ilusión.

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domingo, 4 de enero de 2009

El demonio (también) en Navidad

Mientras tuvimos casa grande, poníamos un Nacimiento grande, precioso. Y como era precioso, era un peligro dejarlo expuesto a cinco niños en plena edad de jugar y tocar con lo que no se juega y no se toca. Costó la cabeza de un San José, otra del Rey Melchor y un par de pastores desmembrados cruelmente, y una docena de ovejas sin patas, cochinos sin rabo y cabras sin cuernos. Tan terrible escabechina convenció a mis padres de que urgía otro Nacimiento. Y durante cinco o seis años se montaban 2: El precioso-solemne (para mayores y visitas) y el de los niños (para nosotros).

El de los niños nos lo ponian (risum teneatis) en un cuarto de baño. Ah, pero un cuarto de baño del de los de mis abuelas y tias, que se parecen en nada a un cuarto de baño moderno. Era una "sala alta" (es decir, con tres escalones anchos en la entrada); con un baño de cinc enorme (los cinco niños cabíamos juntos y sobraba baño) y un lavabo redondo de porcelana (dos niños de capacidad), sin grifo. El grifo estaba en la pared de enfrente, con una pileta debajo y una repisa doble, larga y con rinconera, con seis o siete jarras esmaltadas, para recoger el agua del grifo. En las paredes, dos espejos grandes y dos toalleros más grandes. Y dos cómodas de caoba, de seis cajones y secreter. Y un ropero con puerta doble. Y en aquel cuarto de baño alto nos ponían el Nacimiento 2º, que se podía tocar, y jugar con él.



Jugar hasta ciertos límites. Por ejemplo, el Misterio no se tocaba (S.José, la Virgen y el Niño); los Reyes sí, cada dia un poquito más cerca del portal; los pastores y las ovejas y demás piaras también se podían cambiar y mover. Un momento emocionante era cuando llegaban los indios: Dos filas largas de indios a caballo corriendo cuesta arriba al portal; y los romanos lo mismo, pero a pié. Herodes en su castillo era uno de mis favoritos, pese a todo. Y por todo el Nacimiento pululaba una fauna riquísima, entre lentiscos, romeros y pitas: Leones, tigres, pingüinos, cebras, jirafas, elefantes, ciervos, jabalíes, conejos, cabras montesas, mamuts, dinosaurios. Y encima de cada palmerita de plástico, un mono...Oh! era un encanto, casi un escena de la creación tal cual, pero espontánea e inventada por mí, mayormente, que no dejaba que mis otros 4 hermanos-as competidores intervinieran demasiado. Un detalle más, característico: En uno de los extremos del Nacimiento, en una cueva de corcho con bombilla forrada de palpel celofán rojo, el demonio!

Un personaje tremendo, pero muy serio. También se ponía en el Nacimiento solemne, a la derecha del espectador, en su cueva de corcho con la bombillita colorada. Tuvimos uno que era de plástico y goma, con un tubito que le salía del rabo (tenía rabo, yes, of course) y terminada en una perilla, que se apretaba y le daba aire a las patas y los brazos, y el demonio estiraba las patas y los brazos, con un tridente que llevaba, y una capa grana de fieltro. Era una de las atracciones principales del Nacimento, of course.

No era un invento original de casa, aunque no sé desde cuándo se ponía. Me consta que en la generación anterior, cuando mi madre y mis tias, ya se colocaba el demonio en el Nacimiento. En el Convento de Stª Paula, las jerónimas tienen uno del mediados del XVIII, popular, de terracota, con mil angelitos y pastorcitos y ovejitas...y también tiene su cueva con su demonio. Y habrá más por ahí, seguramente.


¿Y por qué? ¿Qué pinta el demonio en el Nacimento? Los graves y doctos teólogos podrían responder con profundas reflexiones y consideraciones. Mis abuelas y mis tias eran más brves y explícitas: - "¡Tentando a las almas, para que pequen y se condenen al infierno!", nos explicaban. Mi madre, decía lo mismo pero según otra versión: - "Para que los pastorcitos se asusten y se pierdan y no lleguen al Portal". Yo componía también mi personal historia y me imaginaba al demonio asutando a los pajes y los camellos de los Reyes Magos, y poniendo nubarrones delante de la Estrella, y metiéndole malas ideas a Herodes en la cabeza.

Oh! Oh! Oh! Los cuentos que me inventaba y me imaginaba (y a veces los contaba) con el Nacimiento. Que eran cuentos, pero tan aproximados a la realidad de entonces. Y de ahora.

Mi cura - que sabe lo del demonio en el Nacimiento - ha sacado el tema a relucir en una de las predicaciones, una de las Misas de esta mañana. El pobre dice que a estas alturas de Navidad con 4 misas cada Fiesta (más los Domingos que ya van dos), termina predicando de todo lo que hay en un Belén, hasta de los camellos y las ovejas. Y hoy se ha acordado del demonio.

Ha dicho, más o menos lo mismo: Que por ahí anda, corriendo suelto, tentando a las almas, asustando a los que van al Portal, confundiéndoles el camino, poniendoles trampas, tapando la Estrella. Para que no lleguen a Belén, para que no vean a la Virgen y al Niño, para que no se encuentren con Jesús, para que no tengan fe en el Señor, para que no crean que ha nacido el Emmanuel.
Y es verdad, porque eso pasa.

Por eso en mi casa poníamos ángeles: Unos ángeles cabezones con sus culetes redondos y sus alas doradas que daba alegría ver. Otros eran sólo cabezas con alas; y otros eran cromos troquelados con escarchita brillante en las alas, y otros de papel recortable, y otros de cartulina y algodón. Muchos, muchos ángeles, colgados de hilos de un alambre que se sujetaba en la pared y el techo. Y más, más ángelitos pegados en el papel azulón que figuraba el cielo, y otros recogiendo las cortinillas a un lado y otro del nacimiento. Y todos los que podíamos, muchos angelitos y angelotes y angelillos - (aunque he de reconocer que el demonio seguía atrayendo más...y todavía no sé por qué será ¿¿¿¿....????) -.


Carissimi amici miei: Necesitamos ángeles para llegar al Portal, porque el demonio que anda suelto no deja de enredar, incordiar y estorbar (el muy puñetero; (esto lo decía mi tio Enriquito, que entendía mucho)).
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Yo recomiendo los ángeles: Poner ángeles, aunque sean de oropel, cartón o algodoncitos, que ayudan mucho (lo digo yo, que entiendo bastante).
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p.s. Por cierto, quisiera añadir algo que se me acaba de ocurrir: Un blog católico es un angelito (valga la comparación, sirva la metáfora) del interrete virtual, y también co-opera con los angeletes y da caña y espanta al demonio. Veramente!.
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p.p.s. ¡¡¡ Y Viva Jesús, Viva María, viva José !!!
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miércoles, 6 de agosto de 2008

Esclavitud olímpica

Debería haber puesto "comunista", porque la aberración procede de la abyección del sistema y sus derivados y sus consecuencias.

Ayer, martes, muy tarde, pusieron en la 2 un reportaje escandaloso sobre los tormentos - sic - a que son sometidos los chiquillos chinos que preparan para competir en certámenes deportivos. La imágenes eran cruelmente indignantes. No sé cómo las pudieron filmar. Viéndolas, uno se preguntaba cuáles serían las verdaderas torturas si esas eran las que enseñaban.

Niños de cinco y seis años sometidos a una disciplina de esclavos, llorando colgados de unas barras, con los tendones de las muñecas a punto de rompérseles; llorando cabeza abajo, no sé cuántos minutos soportando el peso clavado del cuerpo sobre sus brazos y manos; llorando repitiendo una y otra vez volatines sobre un potro; llorando cuando los dejaban sólos en una sala, sin sus padres, que no venían a recogerlos; llorando en una salón sin poder dormir entre cien chiquillos más; llorando en sus casas cuando sus padres les ponían desinfectantes y tinturas en las ampollas de las manos (manos que parecían de juguete, pero atormentadas como las de un gladiador romano).

Abyecto.

Y yo me preguntaba por qué ponían ese reportaje a esas horas y en vísperas de inaugurarse las Olimpiadas en ese horrendo país, el monstruo superviviente del comunismo criminal que nació criminal, prosperó criminal y se ha perpetuado y será criminal hasta que expire el último representante de una ideología reproductora de esclavos y asesinos.

Vamos a estar dos semanas "celebrando" lo que nuca se debería haber consentido. Bajo la mirada corrupta y cínica del infame Mao, criminal engendro de criminales.

Qué asco y qué escándalo de esa China apestosamente comunista aunque la vistan de seda con aros de olimpiada.

Pereat!

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jueves, 22 de mayo de 2008

Saber

Yo no sabía qué decía ni qué rezaba cuando cantaba, pero cantaba sabiedo que rezaba, que alababa, que adoraba.

Primero fue la melodía con unas cuantas sílabas captadas al vuelo, apenas unas rimas que tenían sentido porque tenían origen. Las aprendí por tangencia, por contacto, codo a codo, en el mismo banco, de rodillas todos, los que cantaban sabiendo y yo que empezaba a saber cantando. Todos creyendo, todos adorando.

Sobrevaloraba entonces lo que ellos sabían. Como eran mayores, suponía que entendían lo que cantaban. Luego supe que la distancia entre mi ciencia y la suya no era tanta. Ellos, ellas, pronunciaban mejor, pero entendián casi lo mismo.

La admiración fue mayor y mayor el asombro cuando entendí que aunque supieran todo y todo su significado, al final creían igual, con la misma fe necesaria para todos, se supiera la letra o no se supiera. También descubrí que con cinco o seis años el Misterio es más facil, más cercano, más comprensible y menos discutible, más fascinante. Y sin preguntas.

De niños somos muy scotistas. El silogismo del "potuit, decuit, ergo fecit" se aplica con universal coherencia lógica.

Pero es así cuando se cree. Se cree y sobra todo lo demás: Sola fides sufficit!

Y afirmando con corazón tan sincero como el de un niño de cinco años que empieza a balbucear tarareando el Pangelingua y el Tantumergo sin entender pero sabiendo, creyendo y adorando.
También amando, con una conciencia muy cierta de que es Él y Él está porque puede y quiere y está.


In eadem fide custodia et adauge!

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martes, 6 de mayo de 2008

Venid y vamos!


Todavía no habían empezado las clases a media jornada, pero ya hacía calor. Las tardes de Mayo iban ganando más sol, más largas y doradas y brillantes a medida que el mes avanzaba. Por eso corrían las persianas en las clases, que estaban casi en penumbra cuando entrábamos a las tres. Y los niños dormíamos la siesta entre lectura y lectura del Nuevo Catón, con la cabeza apoyada en los brazos cruzados sobre el pupitre.

Todavía habia pupitres. Tenían el agujero para el tintero y el hueco alargado para el palillero y la pluma, ya vacíos, porque no se usaban porque escribíamos en los cuadernos con lápices y bolígrafos. Los pupitres de Mayo olían con un inconfundible olor a bocadillo de salchichón sudado con rosas. La merienda envuelta en papel, y las flores en un ramito atadas con bramante. Se metían en el pupitre, bajo la tapa, y allí se mezclaban olores.

Al dar las cuatro nos llevaban a la Capilla, para rezar las preces del Mes de María. A los más pequeños nos ponían en los primeros bancos, con una monja de escolta a cada lado. Las niñas mayores se quedaban en el fondo, y las del coro formaban en torno al armonio de Sor Bernardeta, para cantar.

Mi primer colegio fue de monjas, Teatinas. Las alcancé a ver en todo su esplendor de hábito negro, velo negro, y toca blanca almidonada, redondeada al pecho, con rosario colgando del cinturón. El dia que hice mi Primera Comunión se lo recortaron por abajo, y se cambiaron el velo y la toca por una extraña cofia cuadrada con un poco de tela colgando por detrás, como un pañolillo. Fue el principio del fin de muchas de ellas, que se llevaron con sus hábitos mi más inocente infancia.

Cada tarde de Mayo, se empezaba cantado "Venid y vamos todos"; después unas oraciones, las avemarías, otra canción, la ofrenda de las flores por turno, y se acababa con el "Tomad Virgen Pura". Las flores se iban ofreciendo por grupos, cada día un grupito de niños de la clase que tocara; antes los párvulos, y los dias finales de Mayo las del último grado. Mi primera vez fue traumática, porque había que subir al Altar y decir un verso y poner las flores al pie de la imagen de la Virgen. Mi verso fue mínimo, con vocecilla de cuatro años y timidez de pichón en nido. Era algo así como: - "Virgen María, Blanca Paloma..." Y no me acuerdo qué más. Un pichón con temblores, ya digo.

Pero me acuerdo que fue sincero. Es una constante que centra como un corazón mis cosas: Serán cortas, defectuosas, mejorables...Mis cosas! Pero cuando van a Dios o a Ella, son sinceras como duro es un diamante. Y recuerdo aquel verso corto, mal dicho, tímido y temblón, pero con toda mi alma inocente y simple, de cuatro años. Cuatro!

En Mayo y cada vez que necesito el recurso, le digo - a Él, a Ella - que se lo digo, que se lo ofrezco, como cuando le dije el verso a los cuatro años: Que tengo más años, pero que soy el mismo. Que tengo más mayos...y más cosas, pero que soy el mismo.


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sábado, 22 de diciembre de 2007

A coger lentisco

Antes de las nueve, ya estábamos lavados y vestidos; en el lavabo del aseo grande, tan frío, con jabón y agua fría, el vaho del aliento empañando el espejo. Como la neblina que hacía en el patio, y en la calle, con escarcha de Diciembre en los cristales, casi repitiendo los encajes de los visillos en el cristal de las ventanas.

En el comedor estaba encendido el brasero, que habían empalmado poniendo cisco nuevo a los rescoldos de la noche antes. Sentarse a desayunar en la camilla redonda, y taparse con la falda de franela, y tomar la leche caliente, con un poco de café, y las rebanadas de pan frito y azúcar, y las tostadas con manteca, y algún alfajorillo, y el agua fría de la jarra; todo el ritual de la mañana que se hace hogar, que huele a casa.

Sobre las diez, llegaba el tio Enriquito, dispuesto para la excursión, la más expectada del año. Traía en el morralillo de cuero un hacha corta, unas tenazas de podar, dos machetes, y un par de azoletas. Los niños llevábamos una cantimplora de aluminio, con el culo abollado, con las iniciales de abuelo Pepe, que la tenía para las cacerías. En una esportilla de pleita, nos metían unas madalenas; de camino cogeríamos naranjas en alguno de los huertos, y también algún palmito.

Todavía no había levantado la niebla; en las cunetas, los zarzales estaban envueltos en bruma. Todos íbamos con los abrigos cortos, con las bufandas, y el tio Enrique llevaba su gorra verde de cazador; no se había traído la escopeta porque le daba miedo llevarla con los chiquillos. Pero estaba pendiente cuando volaba un zorzal, y apuntaba con el bastón de caña, y remedaba un tiro, y saltábamos: - "Le ha dao, le ha dao, le ha dao..!!!".

- "¡Mira, un conejo!! Y era verdad, un conejo; y un poco más allá una liebre. Alguna vez vimos un hurón, fino y casi rubio de pelo. El tio Enrique lo veía todo, y lo enseñaba. Sabía ver y escoger los espárragos en la esparraguera, y también los gurumelos, cuando era el tiempo, y siempre que salía al campo traía algo para la cocina.

Los niños queríamos ver un jabalí, pero el tito decía que era un bicho peligroso, que embestía, y que por allí no había, que estaban en el monte, que cuando fuéramos mayores ya nos llevaría a alguna montería, para que vieramos venados y jabalíes, como los de los colmillos que estaban en la cuadra, grandes como las cabezas que había en el Casino.

Parábamos en algun claro, cerca del Arroyo Hondo, o arriba de la huerta del Armito, o por la Loma de las Vacas. Las matas de lentisco eran grandes y frondosas, mojadas todavía por la escarcha, con las bolitas coloradas entre las hojas verdes, unas más oscuras, otras más claras. Rezumaban olor cuando se cortaban, y las manos se pegaban con la resina; el romero olía distinto que en verano, más vegetal, menos penetrante; pero el tomillo estaba fresco, rico de olor, y el cantueso. Había que tener cuidado con las ahulagas, que pinchaban y arañaban las piernas.


Las pitas se arrancaban con la azoleta, escarbando al pié; se escogían las más chicas, para que estuvieran en proporción con las figuritas; y tambien cuatro o cinco medianas, para ponerlas en el rincón, y en las puntas del tablero.

Los musguitos eran más delicados, y había que saberlos desprender sin que se desmoronasen, y sin mojarse, porque algunos estaban al filo del arrollo, y las piedras resbalaban.

Si subíamos por el caminillo de la Tejonera, cerca de la Fuente Vieja había madroños, y también arrayanes. De los chaparros se cortaban unas cuantas ramas recias, con las hojitas espinando; y unas retamas largas, para rellenar el fondo.
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Al final se amarraba todo en tres o cuatro haces, y nos sentábamos a comer las madalenas; llenábamos la cantimplora en el arroyo, y el agua estaba dulce. Las naranjas se pelaban con las manos, que olían luego todo el dia, aunque te las lavaras. Y volvíamos por el camino de detrás del Cementerio, y entrábamos en la ermita, a rezarle a la Soledad y al Cristo de la Agonía.

Para la hora de almorzar, ya estábamos en casa. Y mis tias, con mis hermanas, habían bajado del soberao el cajón con las figuras del Nacimiento, y ya tenían montados en el estrado los caballetes con los tableros, y la tela del faldoncillo prendida, y preparado un cubo con serrín y otro más chico con tierra húmeda del arreate; y los corchos metidos en sus sacos, debajo de los tableros, a punto para montarlos.

En una esquina de la sala estaba el portal, de corcho y escayola; y sobre el velador de mármol, los Reyes con los camellos y los pajes, todavía envueltos en papeles; y la Virgen y el San José y el Niño estaban en la cocina, porque mi tia los limpiaba con clara de huevo, para que les quedara brillo.

Mi hermana chica jugaba haciendo piaritas con los borreguitos, y los cochinitos, y las cabritas, y los pavitos; a la hora de ponerlos, cogería un berrinche, y después se pasaba el día quitando y poniendo ovejitas y pavos del Nacimiento.

Por la tarde, cuando volvía mi padre, ya estaba el Nacimiento acabado, y mamá sacaba los primeros mantecados. La casa olía a pestiños, a miel y matalahúga, desde que se entraba al zaguán, y hasta en la calle.
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Nos daban las panderetas, y cantábamos el primer villancico

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domingo, 15 de abril de 2007

Una tarde limpia


Una tarde entre Abril y Mayo; muy clara de luz, pero nublada porque ha llovido y está el corralón mojado. Hace un poco de fresco, y nos han recogido en el comedor que da al patio grande. Mi madre y mi abuela están en el salón, con alguien que ha llegado de visita. Nosotros estamos jugando, haciendo un pasito con flores y velas sobre un cajón; hemos puesto una estampa grande de cartón, con una Virgen.

Mis tias entran en el comedor, con las tatas; han empezado a rezar el Rosario; los niños seguimos jugando.
Vuelve a llover; las tatas han recogido la ropa tendida del soberao y la ponen sobre las mimbres con los braseros encendidos, para terminarla de secar. Llaman desde la cancela del zaguán, y es tio Enrique, que nos trae un nido de tórtolas, con sus huevecitos de color.

Ya ha terminado el Rosario; de la cocina sale olor a café, para los mayores que lo van a tomar en el salón, con la abuela y mamá; nosotros merendamos en la cocina. Nos han llevado al salón; mi padre entra por la puerta del despacho, y se sienta junto al balcón de la cristalera, meciendo a la niña chica en las rodillas.

Empieza a tocar la torre, el primero para la Misa. Mis tias se ponen las gabardinas y los velos, y me llevan de la mano, por la calle recién llovida, a la Iglesia. Dan el segundo en la torre; también suena otra campana en el Reloj de la Villa; todavía es tarde clara.

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miércoles, 11 de abril de 2007

Cordero Pascual

Algunas de las más felices mañanas de nuestra infancia, las vivimos mis hermanos y yo cada Domingo de Resurrección: Era como una mañana de Reyes, pero con borrego.

A eso de las siete y media o las ocho, pegaban en el portón de la calle y dejaban en el zaguán un corderito atado, regalo de Pascua de un amigo de mi padre, ganadero, que cada año tenía ese detalle con nosotros.

En teoría, el borrego era para engordarlo y matarlo en verano, para la Virgen; pero mientras llegaba su día, se convertía durante cuatro o cinco meses en la mascota de la casa. Ya la mañana de Resurrección, recién llegado, se le ponía al cuello un lazo colorado con un cencerrito. Que era la admiración y la envidia de los chiquillos de la calle y alrededores, ni que decirlo. Sacar a pasear al borreguito, era un alarde, una distinción, una admiración.

Éramos cinco y un borrego: Mi hermano, mis tres hermanas y yo con el animalito, tan blanco, tan blando, tan bueno...

Así hasta que al mes, empezaba a trompar. Primero hacía gracia; luego era un espectáculo y organizábamos corridas de toros con el borrego, que embestía como un miura; una de mis tias casi se magulló una cadera con una trompada que le arreó el morueco en potencia.

Cuando apuntaban los cuernecillos, era un acontecimiento, algo así como cuando a los bebés les asoma el primer diente: - "Mamá, que el borrego ya tiene cuernoooooooo..." Y cuando mi padre llegaba a casa, cinco niños se le echaban encima contándole la novedad de los cuernos del borrego. (Mi padre disfrutaba con el borrego más que nosotros, por nosotros, no por el borrego).

El tráuma ocurría a mediados de Agosto, con las vísperas de la Virgen y la sentencia del borrego. Avisaban a un carnicero, para que matara al animal. Nosotros cinco, acobardados, en el corral, observando todo a prudente distancia, con el miedo y la fascinación que un sacrificio impone a cualquier morbosa mente infantil.

En mi casa, las catequesis eran al natural y en directo: Si se mataba un pollo, nos enseñaban la hiel verde - "...como la que le dieron al Señor en una caña..."; y a propósito del borrego, todos los años nos daba la compunción cuando nos recordaban que -"...era como el Señor, que no se quejaba en la Pasión: Mira, mira el animalito, que ni berrea el pobrecito..."

Después de la catequesis y el shock traumático del degüello, despellejo y descuartizamiento, ¡a ver quién se comia el cordero! De niño, no miento si aseguro que nunca comí cordero.

Ahora de mayor, sí que lo como con gusto, casi un lujo ritual cuando pasa Semana Santa y llega Pascua. Hoy mismo he almorzado unas chuletitas de cordero; mordiendo carne ternísima y royendo frágiles huesos, me he sentido un voraz Cromagnon y un israelita del Éxodo, todo en uno y sin solución de continuidad.

...Pero, sobre todo, me he acordado de nuestro Cordero Pascual, ¡ quién lo tuviera!

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