Ayer, martes, muy tarde, pusieron en la 2 un reportaje escandaloso sobre los tormentos - sic - a que son sometidos los chiquillos chinos que preparan para competir en certámenes deportivos. La imágenes eran cruelmente indignantes. No sé cómo las pudieron filmar. Viéndolas, uno se preguntaba cuáles serían las verdaderas torturas si esas eran las que enseñaban.
Niños de cinco y seis años sometidos a una disciplina de esclavos, llorando colgados de unas barras, con los tendones de las muñecas a punto de rompérseles; llorando cabeza abajo, no sé cuántos minutos soportando el peso clavado del cuerpo sobre sus brazos y manos; llorando repitiendo una y otra vez volatines sobre un potro; llorando cuando los dejaban sólos en una sala, sin sus padres, que no venían a recogerlos; llorando en una salón sin poder dormir entre cien chiquillos más; llorando en sus casas cuando sus padres les ponían desinfectantes y tinturas en las ampollas de las manos (manos que parecían de juguete, pero atormentadas como las de un gladiador romano).
Abyecto.
Y yo me preguntaba por qué ponían ese reportaje a esas horas y en vísperas de inaugurarse las Olimpiadas en ese horrendo país, el monstruo superviviente del comunismo criminal que nació criminal, prosperó criminal y se ha perpetuado y será criminal hasta que expire el último representante de una ideología reproductora de esclavos y asesinos.
Vamos a estar dos semanas "celebrando" lo que nuca se debería haber consentido. Bajo la mirada corrupta y cínica del infame Mao, criminal engendro de criminales.
Qué asco y qué escándalo de esa China apestosamente comunista aunque la vistan de seda con aros de olimpiada.
Pereat!
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