martes, 30 de septiembre de 2008

Pedradas

Somos lo que somos y como somos. Cabe mejoría siempre, porque siempre somos mejorables y debemos aspirar a lo mejor. No ocultemos (sería vano) que empeorables también, y con la posibilidad de desmejorar también aneja. Y es verdad. Pero somos (seamos!) positivos y aspiremos ad meliora, ad optima optimarum, y atinaremos porque estaremos en el buen sentido, que nos llevará a nuestro Fin Último (con mayúsculas).

Un ejemplo para nuestra positiva estimulación:

"En el rincón remoto de un árido y salvaje desierto, quemado por el calor de un sol tan despiadado que asusta hasta a los monjes que allá viven, a mi me parecía encontrarme en medio de los deleites y las muchedumbres de Roma ... En aquel exilio y prisión a los que, por temor al infierno, yo me condené voluntariamente, sin más compañía que la de los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginé que contemplaba las danzas de las bailarinas romanas, como si hubiese estado frente a ellas. Tenía el rostro escuálido por el ayuno y, sin embargo, mi voluntad sentía los ataques del deseo; en mi cuerpo frío y en mi carne enjuta, que parecía muerta antes de morir, la pasión tenía aún vida."

Es un apasionado, sin duda. Apasionado y con la sensualidad interna y externa dándole guerra, ya sintiendo, ya imaginando, ya fantaseando que siente. Y aunque no sintiera. Cuando lo cuenta así, años después, se advierte todavía cuánto le escuece la huella, como una cicatriz vieja, de esas que se reduelen cuando cambia el tiempo y se barrunta tormenta. Como si la tempestad que fue y que pasó se quedara en la marca vieja, con su eco. Lo tremendo que pasó y que al tiempo todavía da escalofríos. O algo así.
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¿Cómo fué la cura, la terapia, el tratamiento? Duro, muy duro. Traumático y feroz:

"A solas con aquel enemigo, me arrojé en espíritu a los pies de Jesús, los bañé con mis lágrimas y, al fin, pude domar mi carne con los ayunos durante semanas enteras. No me avergüenzo al revelar mis tentaciones, pero sí lamento que ya no sea yo ahora lo que entonces fui. Con mucha frecuencia velaba del ocaso al alba entre llantos y golpes en el pecho, hasta que volvía la calma".

Golpes en el pecho. De verdad. No el triple golpe ritual de la liturgia "mea culpa, mea culpa..." En este caso fueron golpes reales, con piedra en el puño y el pecho contuso (el esternón partido duele, pero no mata; las costillas, lo mismo, y se terminan soldando solas). Un sevillano contaba así la escena, en verso de Siglo de Oro:


"En la desierta Siria destemplada/
cuyos montes preñados de animales/
llegan con la cabeza a las estrellas;/
tierra de pardos riscos empedrada,/
de cuyos avarientos pedernales/
la cólera del sol saca centellas./
... ... ...
Tiene roturas mil este peñasco,/
y en ella la tarántula pintada/
labra aposento con su débil hebra,/
y el áspid, con su ropa de damasco,/
asoma la cabeza jaspeada/
por entre las dos rejas de otra quiebra/
... ... ...
En esa cueva, pues, y en ese yermo/
el cardenal Jerónimo se oculta,/
porque a Dios descubrir su pecho quiere,/
y para vivir siempre, el cuerpo enfermo/
en esta helada bóveda sepulta,/
que quien se entierra vivo nunca muere./
... ... ...
su flaqueza y penitencia es tanta,/
que apenas le concede la garganta/
sacar la inútil voz del pecho ronco;/
porque con llanto y lágrimas veloces/
negocia con su Dios, más que con voces./
... ... ...
Tiene un Crucifijo por calvario/
el roto casco de una calavera/
que cuelga de la Cruz como un vencejo,/
en cuya frente de este relicario/
tiene éste engastado: "Soy lo que no era/
y serás lo que soy, mísero viejo"/
... ... ...
(y) así le dice a cada instante/
a su Crucificado y tierno Amante:/
"Señor, si tuve como una piedra el pecho,/
con esta piedra ya, sin darle alivio,/
carne lo hago por sacar más medra,/
... ... ...
Esta vida importuna/
me tiene como un leño,/
no me conoce el sueño,/
no quiero sino el sólo de la muerte./
Del cual haced, Señor, que yo despierte/
a gozaros sin fin, porque si dueño/
no me haceis de las célicas moradas,/
el Cielo he de pediros a pedradas!"
... ... ...

Oh! No diga nadie que no es bella! Son 300 versos en total, de los que he escogido estos. La "Canción Real de San Jerónimo en Siria" salió publicada en Sevilla, en una hoja de pliego, allá por 1619. Nadie sabe decir quién sea ese Adrián de Prado, su autor. Yo imagino que tuvo que ser jerónimo, o amigo de los frailes de Santiponce o de Buenavista, tan cerca de nuestra capital. Parece como si glosara al visitante la imagen que Montañés talló para el retablo mayor del convento de Santiponce; o como si ambientara la escultura del Torriggiano para el de Buenavista. Una belleza, ya digo, a la altura de las dos figuras.

A mí me hace gracia el verso de "...el cielo he de pediros a pedradas!" , tan ferozmente jeronimiano. ¡El fiera de San Jerónimo!


Sixto V (otro feroz) le caló bien. Se cuenta que cuando se preparaba su monumento funerario en la Capella del Sacramento de Santa María Maggiore (debajo de la cual está la cripta con tierra y rocas de la gruta de Belén donde reposan las reliquias de San Jerónimo), viendo allí mismo una pintura de San Jerónimo penitente, se plantó delante y le dijo al Santo:

"Haces bien en utilizar esa piedra, porque sin ella, la Iglesia nunca te hubiese canonizado". Tal cual, de tú a tú (que la Communio Sanctorum se expresa de muchas maneras...salva siempre la caridad).

Soy devoto - ya lo dije - del Santo de Belén, que es San Jerónimo, que es hoy. Conque escribo quasi como ofrenda votiva, para que se entere el Santo y me alcance favor, a mí su devoto, tan mejorable...y que no tengo arrestos para apedrearme, la verdad.

¿Me prestas unas cuántas pedradas de las tuyas, San Jerónimo?

A ver...
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p.s. Con memoria para mi Jeromín, que decía nuestro San Jerónimo que "una amistad que puede morir nunca ha sido verdadera"

+T.