jueves, 18 de abril de 2013

Sin marcha atrás ???

 
Después de la saturación de documentos (escritos y hablados) de los dos últimos Pontífices, con el Papa Francisco aparece en el muy colapsado escenario del magisterio común y ordinario la novedosísima modalidad de la píccola-homilía improvisada con improvisaciones, viva voce, recogida/transcrita en apuntes de los presentes y publicada en los medios con subrayados interesantes (según qué interesados). Una recentísima y fresca aportación a la ya extensísima (no digo profundísima)  producción pontificia, qué duda cabe.

Aunque sí caben algunas dudas: ¿Son mociones carismáticas in situ? ¿O emociones irreflexivas improvisadas ad casum? ¿O se trata de fioretti, diciamo, piccoli brani di pensiero, ya rumiados, que afloran por resorte de la coyuntura?

Es que dependiendo de una u otra explicación, lo dicho en la capella de Santa Marta tendrá un valor u otro, un peso a considerar o no, una categoría más o menos magisterial (trascendiendo ese tipo de low/soft magisterio(?) cotidiano-doméstico, o no).

Por ejemplo, cuando dicen que dijo que 'no hay marcha atrás', ¿qué quiso decir? ¿en qué pensaba? Porque si verdaderamente piensa que pensamos que la Historia tiene marcha atrás, me sorprendería semejante absurdo, viniendo de quien viene. Todos sabemos que el tiempo no vuelve, que el pasado es pretérito y todo eso. Ya lo sabemos: Los ríos no tienen corriente reversible, estamos en ello. Hasta podemos predicar con textos sagrados que contienen terribles admoniciones y recordar a la mujer de Lot convertida en sal por mirar atrás, no lo olvidamos (y hasta nos lo creemos).

Pero también sabemos que el tiempo no se detiene, que la Historia no se para. Entendemos - usando una imagen de gusto francisquista - que el camino es camino y tiene un sentido que hay que transitar. Sabemos que somos viatores, lo tenemos muy en cuenta. Tenemos presente que el reloj no se para., que el sol no se detiene (salvo el milagro de Josué (y el de Tentudía) y el del reloj de Ezequías (mal que le pesara al contumaz Galileo)), que las horas no se paran, que los siglos no se bloquean.

Justamente, por eso mismo, mi perplejidad: ¿No se puede dar marcha atrás pero sí se puede fondear, anclar, la Barca de Pedro en 1962-1965? Porque ese es el disparate que parece desprenderse de lo dicho, como un absurdo corolario. Esa es la tentación de los hombres del vaticanosegundismo, de los poseídos por el espíritu vaticanosegundista: Quieren que la Iglesia se pare en aquel quinquenio entusiasta de entusiasmados que se auto-aplaudían y lanzaban mensajes al mundo mientras el edificio se tambaleaba, no por decrepitud, sino por mudar el cimiento de roca por cimientos arenosos, movibles, versátiles, dialogantes, acomodables, aggiornati.

La misma idea es contradictoria, contra sí misma y sus axiomas: ¿Nos paramos cuando el Espíritu anima y sopla para que se avance sin freno ni miedo???

No lo advierten. Son viejos. Son hombres de los años treinta, cuarenta, cincuenta. Se embelesaron con el V2º y siguen en su embeleso, no salen de él, atrapados en el tiempo pasado de su juventud y sus ilusiones. En su espejismo, repiten que todavía no se ha estrenado, que aun no se ha puesto en marcha. Y el vehículo aquel ya no tiene ni motor servible, ni combustible al día. Ni piezas de recambio.

Se engañan. Se empeñan en no ver que la Tradición de los católicos tradicionales y conscientes no es el pasado que fue, sino el presente que es y el futuro que se mantendrá. No han entendido que el V2º quedó atrás, tan caduco como el '68 y el Muro de Berlín y otros monumentos del momento, del momento de entonces, del momento que fue. Y están tan ciegos que nos quieren bloquear en el hormigón armado del V2º.

No entiendo que no entiendan.

¿Y el Espíritu?, me preguntarán/se preguntarán algunos. Pues, muy señores míos, el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere. Y aunque es sutil y entra hasta estando las puertas cerradas, también cierra puertas, porque es viento. Suponer que siempre abre y nunca cierra, sería mantener un extraño concepto reductivo de la motilidad, fuerza y actividad del Espíritu.

También sería terca obcecación empeñarse en mantener la puerta abierta cuando es tiempo de cerrar.

¿O es que en estos 50 años no nos hemos aireado suficientemente?


+T.