Para honrar la solemnidad del Santo Patriarca, he recordado este cuento josefino que aparece en uno de los relatos breves del Padre Luis Coloma, una narración popular-costumbrista titulada 'Ranoque', ambientada en Andalucía, que recoge un chascarrillo piadoso, del estilo de aquellos que contaban los frailes en las predicaciones de las misiones populares para ilustrar algún punto de doctrina. A mi entender, además de la impronta reconocible de Fernán Caballero, la fuente del p. Coloma bien pudo ser, salvando la procedencia del repertorio popular andaluz, alguna referencia directa, familiar o, más probablemente, conventual, por ese sabor de sencilla y profunda piedad católica (a pesar de algunas piadosas impropiedades), simpáticamente franciscana, o capuchina, que desprende todo el cuentecillo. Lo pongo tal cual, sin tocar la expresión del habla castiza típica de la Andalucía de fines del XVIII y principios del XIX, que el p. Coloma remeda con admirable gracia.
Ecce:
¿Sabe V. -continuó el buen viejo, deseando apartar a la viuda de sus tristes recuerdos-, lo que 'jizo' el Bendito Patriarca un día que su Divina Majestad le negó una gracia?...
-¿Cuento tenemos? -dijo Bautista. De la sierra había V. de ser, tío Ventura, para no ser chilindrinero.
-No es cuento, Bautista, que es sucedido - repuso el viejo -.
Pues vamos al caso, de que le llegó un día la cierta a un devoto de San José, y quiso colarse de rondón por las puertas del cielo. ¿Pero qué había de entrar, si venía too manchado de tinta?... que a la cuenta debía de ser alma de escribano. San Pedro le dio con el postiguillo en los hocicos, y me lo dejó montado en los cuernos de la luna. Pues vamos a que no faltó algún corre-ve-y-dile, que le diera el soplo a San José, y se va el Patriarca incontinenti a su Divina Majestad, a pedirle favor para su devoto. Pero su Divina Majestad le dijo que nones.
-¡Señor, que es mi devoto!
-¿Devoto?... que te encendía a ti media libra de cera, y al diablo todos los colmenares de la sierra.
Pues vamos a que, en estos dares y tomares, de que ha de entrar, que no ha de entrar, San José, que no es rana, y sabe dónde le aprieta el zapato, dice muy sentido, por ver si sacaba raja:
-Pues si mi devoto no entra, yo me voy...
-Vete con Dios -le dijo su Majestad.
San José, que lo que menos pensaba era en tocárselas, se va para la puerta con el sombrero en la mano: vuélvese a la mitad del camino, y dice:
-Pero es que yo no me voy solo... Que, según canta el refrán y también canta la ley, en matrimonio bien avenido, la mujer, junto al marido... Conque lo que es mi mujer, se viene conmigo.
-Pues que se vaya.
San José llama a la Virgen Santísima, le dice que se toque el mantón, y que se vaya para la puerta. Pero su Divina Majestad ni por esas se blandeaba.
-Pues es que si me llevo a mi mujer -dijo entonces el Patriarca-, me llevo también todo lo que es suyo.
-Pues llévatelo.
-Aquí tengo una lista que canta hasta la última hilacha.
Y se pone San José en medio del Cielo, saca un papel de la faltriquera, en que estaba escrita la letanía, y comienza a decir:
-Regina Angelorum... ¿A ver?... Vayan para allá todos los Ángeles.
-Regina Patriarcharum... Vayan todos los Patriarcas.
-Regina Prophetarum... Vayan todos los Profetas.
Y así fue relatando toda la letanía... ¡Compadre! cuando llegó a aquello de Regina Sanctorum Omnium, le dice su Divina Majestad:
-Mira, Pepe, anda fuera, lava bien a tu devoto y mételo dentro... Porque si me empestillo en no dejarlo entrar, me dejas tú, por justicia, solo en el Cielo."
Conque así se las gasta el Santo Patriarca cuando tiene empeño con alguno de sus devotos, a los que nunca priva de su poderoso patrocinio, como que es esposo, con todos sus derechos, de la Reina del Cielo. Y el único varón que en el mundo enseñó con autoridad al Omnisciente y mandó con potestad al Omnipotente.
El Omnipotente que le confió, seguro de su cabal hombría, a su Hijo. Su Hijo que se dormía en el regazo de José, feliz y seguro, acariciado por las manos del carpintero, besado por los castos labios del hombre a quien llamaba 'padre' con la complacencia del Padre.
San José es un misterio dentro del Misterio. Es un sagrario precioso de intimidad, amor, pureza, fidelidad, fortaleza, ternura y gracia. No tiene santo que le haga par, porque sin par fue su historia, su vocación, su ofrenda, su comunión con el Misterio de la Redención.
Todos los días le rezo y pido su intercesión. A la llave del Sagrario le puse una cadenilla con una medalla de San José; cuando abro y cierro el Sagrado Tabernáculo recuerdo al Patriarca, privilegiado entre todos los Santos con ese acceso directo al Corazón de Jesús, de su Niño Jesús.
¡Y al de la Virgen, su esposa!
Ite ad Ioseph!
Letanías de San José
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José, justísimo, ruega por nosotros.
José, castísimo, ruega por nosotros.
José, prudentísimo, ruega por nosotros.
José, valentísimo, ruega por nosotros.
José, fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
Ex Voto
+T.