Hoy ya no son clarisas, conque debería haber titulado "ex-clarisas". Una pérdida de identidad que estimo lamentable. Y que sospecho (y no sé más, sólo intuyo) habrá estado oculta/latente desde hará algún tiempo, el que hayan necesitado para desconfigurarse y pasar a conceptuarse otra cosa, un algo nuevo que no quiere ser reconocido según el estilo espiritual de Stª Clara.
El año pasado me chocó bastante este youtube con la escena de la visita del p. Cantalamessa a las clarisas de Lerma:
Ni me cae en gracia fr. Rainiero Cantalamessa, ni me gustó el ambiente de las monjas. Da capo: Desde el ósculo entre la monja y el fraile, hasta el ridículo saludo de despedida del fraile a las monjas.
Mantengo relación con monjas y conventos de clausura desde los años de seminario. Admiro tantas cosas y lamento algunas. Las virtudes de un convento trasminan con la sencillez encantadora de lo sobrenatural en lo más natural. Cuando late la Gracia, lo más simple se transfigura y refleja santidad, sin artificio, sin relumbrón. No flash.
Lo contrario se nota mucho. Soy enemigo del entusiasmo, cada vez más convencido. No me refiero a la exaltación del momento, el clamor de la fe viva o el golpe repentino que exulta incontenible, que tiene tanto valor por ser espontáneo, no estudiado, no replicable. A lo que me resisto, lo que detesto, es el estado de entusiasmo perpetuo, el estallido contínuo, la exultación en serie: El "estado de magníficat". No sé si me explico.
Estos estados tienen y promueven admiradores, entusiasmados que van y se dejan envolver por las chispas de la cohetería espiritual. Y quedan prendidos y se vuelven propagandistas, fans del invento, asíduos (adictos?) de locutorio. Con toda la buena voluntad que suele acompañar a la gran ingenuidad y la poca profundidad.
El carisma de la segunda orden franciscana, la de Stª Clara, ha valido tanto que, después de ocho siglos, sigue siendo atractivo y se mantiene vivo. Recuerdo la primera vez que etuve en Asís, en el Protomonasterio de Stª Clara; no olvido la impresión que me causó la monja con el rostro velado que nos contaba cosas de la Santa Fundadora como si la acabara de dejar en el claustro, tan viva era su semblanza. Traslucía un verdadero estilo espiritual. Cambiarlo (por no se sabe qué) resulta (para quienes no sabemos qué) bastante intranquilizador. Porque lo que se sabe, lo que cuentan, es, más o menos, eso que se ve en el youtube. Y poco más.
Bueno, lo más, siempre que se cuenta algo de las de Lerma, es la reverenda sor Verónica Berzosa, la madre de Lerma.
¿Estamos siendo testigos de una renovación de la vida conventual como la que enriqueció a la Iglesia en otras épocas? No sé qué decir, no soy profeta ni tengo la gracia extraordinaria del discernimiento de espíritus. Pero sé que desde hace siglos las reformas más ricas y fructíferas se han hecho dentro de las órdenes o han surgido como algo nuevo desde el principio. Empezar clarisa y derivar una novedad, no es frecuente.
Aunque hay casos, porque la Iglesia, con tanta historia, tiene un muestrario muy variado, con numerosas excepciones y hasta rarezas. Sin ir más lejos, aquí mismo, en España, recuerdo la historia, relativamente reciente, de las Mercedarias de Berriz, que pasaron de ser monjas de clausura a ser misioneras (hoy, las que quedan, son unas señoras mayores, bien arregladas, sin hábito, con ese look de monja-laica tan des-identificativo).
La historia admirable de Madre Teresa de Calcuta también empezó siendo algo que cambió después. Pero esa es otra historia, tan distinta de esta de Lerma, pienso.
Por otra parte, tengo la impresión de que esta metamorfosis de Lerma es un capítulo más de eso que yo llamo "juanpablismo" (neologismo que uso sin ánimo de descalificar, sólo con intención de describir o categorizar).
¿El futuro de las ex-clarisas de Lerma? ¡Dios dirá!
Pero ayer, cuando dieron la noticia y leí que decían que "...uno de los principales elementos de su carisma será la evangelización de los jóvenes", al punto yo me preguntaba que cómo sería eso, si la juventud que ahora brilla en Lerma será dentro de nada madurez cuarentona y, poco más tarde, edad provecta e irrefrenable senectud. ¿Qué ilusión anima ese proyecto evangelizador-juvenil?
Y recordé los versos de Bécquer, el del himno de Todos los Santos, que canta a las Santas Vírgenes consagradas con estos versos:
"...Vírgenes semejantes a azucenas
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura
¡rogadle por nosotros!..."
Agostadas, níveas, doradas, consumidas en la contemplación, nutriéndose interiormente de vida y hermosura en los veneros de un Corazón, fuente de gracias que trasciende el entusiamo de una pasajera juventud.
También se me vino a la cabeza un relato breve de José Mª Pemán, no recuerdo el título, que narra la intimidad del tiempo interior de una anciana monja de clausura.
Tuve la impresión de que lo de Lerma - sea lo que sea y lo que vaya a ser - se parecerá, pero no será ya eso.
Tampoco sé si durará 8 siglos, como la regla de Stª Clara que han abandonado.
+T.