Una tarde entre Abril y Mayo; muy clara de luz, pero nublada porque ha llovido y está el corralón mojado. Hace un poco de fresco, y nos han recogido en el comedor que da al patio grande. Mi madre y mi abuela están en el salón, con alguien que ha llegado de visita. Nosotros estamos jugando, haciendo un pasito con flores y velas sobre un cajón; hemos puesto una estampa grande de cartón, con una Virgen.
Mis tias entran en el comedor, con las tatas; han empezado a rezar el Rosario; los niños seguimos jugando.
Vuelve a llover; las tatas han recogido la ropa tendida del soberao y la ponen sobre las mimbres con los braseros encendidos, para terminarla de secar. Llaman desde la cancela del zaguán, y es tio Enrique, que nos trae un nido de tórtolas, con sus huevecitos de color.
Ya ha terminado el Rosario; de la cocina sale olor a café, para los mayores que lo van a tomar en el salón, con la abuela y mamá; nosotros merendamos en la cocina. Nos han llevado al salón; mi padre entra por la puerta del despacho, y se sienta junto al balcón de la cristalera, meciendo a la niña chica en las rodillas.
Empieza a tocar la torre, el primero para la Misa. Mis tias se ponen las gabardinas y los velos, y me llevan de la mano, por la calle recién llovida, a la Iglesia. Dan el segundo en la torre; también suena otra campana en el Reloj de la Villa; todavía es tarde clara.
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