Ya los bolandistas (les tengo cierta justificada manía a esta tropa) lo sometieron a una tala que dejó al frondoso árbol en escuálido plantón con rodrigón, pero el riesgo mayor le vino cuando la reforma litúrgica del Vaticano II, que a punto estuvo de expurgarlo del Martirologio. Fué desconsideradamente eliminado de las memorias obligatorias del Misal Romano, y apenas se toleró la supervivencia del culto porque razones de irremovible peso lo aconsejaban; esto es: Se temió la reacción de los cristianos de Rito Oriental, que desde Alejandría a Moscú pasando por el Athos y la Capadocia, le profesan ferviente devoción al Agios Georgios.
Hoy te garantizan poco más que el martirio de un cristiano - posiblemente militar, quizá en relación con el palacio imperial o la corte - en Nicomedia, la ciudad de residencia del pérfido Diocleciano, el gran perseguidor de la Iglesia y los Cristianos, a fines del siglo IIIº y comienzos del IVº; lo demás, dicen, leyenda.
Y a mí se me revuelven los centros cuando dicen "leyenda" como si dijeran prensa amarilla. Leyenda es y ha sido la más rica veta de literatura y arte que nos ha llegado desde que somos Historia, e incluso desde antes. Leyenda es la Legenda Áurea del Medievo, recompilada y escrita por Jacobo de la Vorágine (seu Btº Iácopo di Varazze), que te sumerge en la Edad Media con sólo hojearla, y que cuenta cosas maravillosas de San Jorge y sus hazañas.
Me desentiendo del Sant Jordi, amariconado por los catalanes con la cursilería del capullo y el libro, allá ellos! y que se las entiendan con el Santo, que ha pasado de ser excelso Patrón a mero comparsa del dia de los capullitos de rosa y los libritos de temporada (ejemplo palmario de secularización, que los de la Ciudad Condal siempre han sido muy adelantados para los laicismos).
Pero rompo lanzas por el Agios Georgios de los iconos, desde la Tebaida al Tauro; por el San Giorgio in Velabro de Roma, dove sotto il suo Altare si trova il capo venerábile del Mártire; por el San Giorgio Maggiore veneziano; por el Saint George de la artúrica Anglia, también; y por el florentino de Paolo Ucello (envidia del cómic universal).
Y es que soy georgiano por alcurnia sevillana: Hermano de la Hermandad de la Santa Caridad, que tiene sede en su Iglesia del Señor San Jorge, aneja al Hospital fundado por el Venerable Don Miguel de Mañara, frente al Guadalquivir, en pleno Arenal de Sevilla y olé! Torre del Oro, donde los sevillanos corren los toros, un poco más allá.
Hasta escondo -ay!- una nostalgia georgiana-sevillana: Que la incultura de los políticos liberales (todos los políticos tienen esas liendres) derribaran el Castillo de San Jorge, en el Altozano de Triana, en la otra orilla del Rio, donde tuvo su sitio el Santo Tribunal de la Inquisición con sus legendarias cárceles de eximios huéspedes, desde San Juan de Ávila al Fidelio de Beethoven.
En Triana hoy sólo queda la calle San Jorge y un San Jorge espléndido en el Retablo del Altar Mayor de la Real Parroquia de Señora Santa Ana (Viva Señá Santa Santa!!), del pintor Pedro de Campaña, patriarca de la Escuela Sevillana, que nació en Flandes pero tuvo el talento de venirse a vivir, pintar y morir en Sevilla.
Otro San Jorge precioso, pero en talla del maestro Don Pedro Roldán, recibe culto en el Altar Mayor de su Iglesia, en la Stª Caridad; este no va a caballo, sino que como el florentino del Donatello está de pié, con coraza y escudo, pero con lanza y casco emplumado (en Sevilla, un casco que se precie tiene que tener plumero estilo Centuria Macarena, ya se sabe).
Total, que a pesar de los bolandistas, los liturgistas y las mariconadas de la rosita y el libro, San Jorge adest en el siglo XXI, con dragón y recatada princesa, que van en el lote completo (la princesa y el dragón) junto con el caballo (blanco, efectivamente, como el de Santiago, también caballero y caballista).
Y es que soy georgiano por alcurnia sevillana: Hermano de la Hermandad de la Santa Caridad, que tiene sede en su Iglesia del Señor San Jorge, aneja al Hospital fundado por el Venerable Don Miguel de Mañara, frente al Guadalquivir, en pleno Arenal de Sevilla y olé! Torre del Oro, donde los sevillanos corren los toros, un poco más allá.
Hasta escondo -ay!- una nostalgia georgiana-sevillana: Que la incultura de los políticos liberales (todos los políticos tienen esas liendres) derribaran el Castillo de San Jorge, en el Altozano de Triana, en la otra orilla del Rio, donde tuvo su sitio el Santo Tribunal de la Inquisición con sus legendarias cárceles de eximios huéspedes, desde San Juan de Ávila al Fidelio de Beethoven.
En Triana hoy sólo queda la calle San Jorge y un San Jorge espléndido en el Retablo del Altar Mayor de la Real Parroquia de Señora Santa Ana (Viva Señá Santa Santa!!), del pintor Pedro de Campaña, patriarca de la Escuela Sevillana, que nació en Flandes pero tuvo el talento de venirse a vivir, pintar y morir en Sevilla.
Otro San Jorge precioso, pero en talla del maestro Don Pedro Roldán, recibe culto en el Altar Mayor de su Iglesia, en la Stª Caridad; este no va a caballo, sino que como el florentino del Donatello está de pié, con coraza y escudo, pero con lanza y casco emplumado (en Sevilla, un casco que se precie tiene que tener plumero estilo Centuria Macarena, ya se sabe).
Total, que a pesar de los bolandistas, los liturgistas y las mariconadas de la rosita y el libro, San Jorge adest en el siglo XXI, con dragón y recatada princesa, que van en el lote completo (la princesa y el dragón) junto con el caballo (blanco, efectivamente, como el de Santiago, también caballero y caballista).
La memoria libre del Misal Romano tiene su colecta, que el que sepa de eucologios sabrá apreciar su remota antigüedad distinguible por la simple estructura y la profunda intención deprecativa:
Señor, alabamos tu poder y te rogamos que San Jorge,
fiel imitador de la Pasión de tu Hijo,
sea para nosotros protector generoso en nuestra debilidad.
Per Xtº. Ntrº. Sñºr. ...Amén.
Y me quedo con la sugestiva certeza de que tuvo que ser grande, muy grande ese Jorge para que la Iglesia de Xtº le recuerde así y pida así su protección; como la Princesa aquella ante el dragón aquel, hoy nosotros con los dragones postmodernos, pero San Jorge está de nuestra parte, gracias a Dios.
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