Cuando leo los Evangelios, sin más profundidades, me impresiona el acertado realismo de lo que cuentan, aunque se esté narrando lo que excede, por sobrenatural, las cosas humanas. Aún en el Misterio, se impone la humanidad de sus participantes.
Por ejemplo, las escenas en las que salen mujeres: Siempre son mujeres, muy mujeres, comportándose con las formas más naturales y espontáneas de cualquier mujer: Ya sean Marta acelerada y hospedera, ya María absorta, o Magdalena obsequiosa y emocionada, o la Samaritana, conversadora, o la Hemorroísa tímida y decidida; o la Madre, tan madre siempre desde Belén al Calvario pasando por Caná...Hasta la Verónica de la VIª estación del Viacrucis, o la mujer de Pilato - Cláudia Prócula - ; todas son mujeres de verdad, sin figuraciones.
En la Pasión las mujeres aparecen siguiendo al Señor y lamentándose por Él; luego a distancia del Calvario, para terminar estando - aquellas Tres Marías - junto a la Madre del Señor y el Evangelista, al pié de la Cruz.
Después siguen hasta el Sepulcro, y son las últimas en retirarse; también las primeras que en la alborada, apenas despunta el Día Primero, van con los bálsamos perfumados, con la intención de completar lo que se debía hacer.
La conversación de las Tres Marías caminantes, son palabras de mujer : "...Quién nos moverá la piedra de la entrada del Sepulcro?..."
Los cristianos ortodoxos llaman al Domingo de Resurrección el Domingo de las Miróforas (las que portan el "myron", el especioso bálsamo de olor para ungir el Cuerpo del Señor).
Las veo en la Iglesia, en nuestras Iglesias, hoy como entonces: Las últimas que se van, las que preparan todo, las que están pendientes de lo que falta, las primeras que llegan, las que esperan a que la Iglesia se abra...
...como las Miróforas: Creen y esperan y aman intensamente - mujeres - a su Señor Muerto y Resucitado!
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