viernes, 3 de octubre de 2014

La tendencia del sínodo


De todo lo que llevo leído a propósito del próximo y pre-polemizado Sínodo sobre la Familia, uno de los textos que más me han preocupado es este, del obispo francés, ex-provincial de los dominicos de Francia, Jean Paul Vesco: Pour en finir avec la notion de persistance obstinée dans un état de péché grave (Para hacer desaparecer el concepto de 'persistencia obstinada' en un estado de pecado grave).

En resumen, el obispo dominico postula la distinción entre indisolubilidad y singularidad; valora como un bien la estabilidad familiar de la segunda unión de un divorciado vuelto a casar; pide la superación del concepto de adulterio persistente en estos casos, cuya consideración debería ser otra, de tal forma que no impidiera la práctica sacramental ordinaria. He aquí algunas citas de su artículo:

(...)Esta noción de persistencia obstinada en un grave estado de pecado es, por supuesto, irrelevante para la vida de muchas de las parejas que ponen su corazón para reconstruir día a día un matrimonio verdadero y fructífero. Su vida no tiene mucho que ver con el desorden y la duplicidad de una vida que requiere relación adúltera simultánea con dos personas, que no es su caso.

(...)la posición del magisterio parece injusta, legal en exceso, por lo que hay espacio para la expresión de la misericordia divina. Se sienten excluidos, o peor auto-excluyen de la Iglesia, y muchos de ellos pierden el camino de la fe.

(...)es necesario volver a las fuentes de la indisolubilidad y distinguir entre la singularidad y la indisolubilidad.

(...)Para recibir el sacramento de la reconciliación, y por lo tanto a continuación, tener acceso a la comunión eucarística, los "divorciados vueltos a casar-" se colocan cara una decisión imposible: romper una unión feliz, un matrimonio del que pueden nacer hijos. Esta decisión no puede ser tomada no por falta de coraje o de la falta de fe. Es imposible porque deciden participar en una segunda alianza crearon un segundo enlace del mismo modo indisoluble como la primera.

(...) se asocia con demasiada facilidad la indisolubilidad y la singularidad.

(...) Las viudas que deciden, después de un tiempo, volver a casarse tienen a menudo la experiencia desagradable e inquietante de poder amar a dos personas con un amor diferente, pero total. Ellas descubren que su segundo amor no disolvió al primero, que conserva su lugar con todo su valor único
   (se pretende equiparar la experiencia de las viudas que vuelven a casarse, cuyo primer matrimonio, aun sin existir, propiamente, por la muerte del cónyuge, no pierde su propiedad de indisolubilidad, aunque después de un nuevo matrimonio ya no sea 'singular')


El obispo dominico pone a su artículo este subtítulo: 'Aproximación teológico-legal a la cuestión del acceso de "los divorciados vueltos a casar" a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía', encuadrando su reflexión en el centro preciso de la polémica sinodal. (Aquí una entrevista al autor, sobre el mismo tema: Une proposition pour sortir de l’impasse sur les divorcés remariés )

Una polémica novedosa en cuanto ninguno de los Sínodos de los Obispos habido hasta ahora estuvo precedido de alguna discusión que los hubiera puesto al nivel de la opinión de los medios, o de la gente de la calle; ni siquiera a las parroquias llegaba apenas el eco efectivo de los temas y trabajos sinodales, salvo la habitual comunicación de las noticias religiosas o el interés particular de algunos expertos, sacerdotes o teólogos. No recuerdo ningún sínodo que haya sido debatido en la prensa antes de su celebración. Pero en este caso, los documentos de trabajo se difundieron junto con las encuestas consultivas que se enviaron a los obispos y que en muchos casos llegaron a estudiarse y responderse en las parroquias y otros ámbitos eclesiales ajenos ordinariamente al proceso de preparación del trabajo sinodal. Lo más sorprendente es que se entendió que todo ello se había hecho intencionadamente, como una puesta en práctica del 'hacer lio', la sorprendente propuesta/proclama del nuevo estilo francisquista.

El tema del Sínodo interesa socialmente por referirse a la situación de numerosas familias católicas rotas por el divorcio y recompuestas desordenadamente, al margen de la ley eclesial, moral y canónica. Sin conocer estadísticas, me consta la extensión de la problemática, el desorden existe, sin que la Iglesia sepa, de hecho, cuántos divorciados se acercan a los Sacramentos y practiquen irregularmente, ocasional o habitualmente, sin una conciencia debidamente formada sobre la irregularidad canónica/moral de sus actos. Ítem más: En el ámbito familiar (de familias católicas practicantes) es rarísimo que los padres (o los familiares directos) censuren o adviertan a sus hijos (o hermanos, parientes etc.) divorciados cuando incurren en estos actos, obviando la prohibición eclesiástica por suponerla caduca o que no afecta al caso de su familia o allegado.

De toda la polémica suscitada en estos últimos meses, sobresale el frente que postula la necesidad de nuevas normas que regulen el acceso a los Sacramentos de los divorciados. El problema pastoral es importante porque afecta a tres Sacramentos: Eucaristía, Penitencia y Matrimonio. Lo que se discuta y elabore en el aula sinodal repercutirá en la pastoral de la administración de estos Sacramentos (¿afectando también a su doctrina?). Lo preocupante es que, según parece, se tiene ya decidido optar por una mitigación de la actual disciplina que no permite el acceso de los fieles divorciados y vueltos a unir irregularmente, fuera de la Iglesia. El Cardenal W. Kasper, desde el curso pasado, se ha constituido en el paladín de esta causa, dejando entender incluso que su propuesta ha sido previamente concertada con PP Franciscus, quien sería el verdadero promotor de la iniciativa reformista.

Es aventurado concluir anticipadamente cuales serán las consecuencias del Sínodo, pero no es temerario intuir que ya está marcado por una muy determinada tendencia, la misma que Kasper se ha encargado de exponer y alentar durante todos estos meses, con extenso eco en los medios.

De los 191 asistentes al Sínodo, 162 son ex officio (presidentes de conferencias episcopales, prefectos de dicasterios romanos, prelados miembros del Consejo del Sínodo, y sinodales de Patriarcados Orientales católicos), 3 ex electione (superiores mayores de órdenes y congregaciones religiosas) y 26 ex nominatione pontificia, electos directamente por el Papa. Por su procedencia, 78 son europeos, 42 africanos, 38 americanos, 29 asiáticos y 4 de Oceania.

¿Cuáles serán sus puntos de vista, criterios, propuestas? ¿Qué voces serán las más escuchadas, las más prestigiosas, quienes hablarán con más autoridad?

Obviamente, las sociedades que más han sentido el impacto de la modernidad son las más afectadas por la descomposición del matrimonio católico y la desestructuración del modelo tradicional familiar, Europa y Norteamérica, principalmente. Pero también Iberoamérica, el gran continente católico, siente gravemente la crisis del matrimonio católico y la familia, y lo mismo, con sus peculiaridades socio-culturales, las emergentes y prolíficas iglesias africanas.



El documento del obispo dominico Jean Paul Vesco con el que he empezado este articulete, reflexiona desde los supuestos socio-pastorales que, previsiblemente, serán los mismos que afloren en el aula sinodal. Lo preocupante no son los hechos, sino su interpretación y las propuestas que se articulen como remedio o solución. En la exposición del obispo francés se llega a plantear, de hecho, una nueva visión del matrimonio como estado y de su ruptura (en caso de divorcio y nueva unión de unos de los cónyuges divorciados con otra persona) como generadora no ya de un adulterio consumado y persistente que impide el acceso a los Sacramentos, sino de otro nuevo estado matrimonial, distinto y merecedor de valoración y atención pastoral. Al fin, se elabora una nueva doctrina sobre el Sacramento, bajo la hipócrita salvedad de no atentar contra la indisolubilidad del matrimonio sacramental, cuya propiedad se mantiene indiscutida en cuanto tal, pero reconociendo el 'bien conyugal' de la nueva unión extra-canónica y reclamando para ella una atención pastoral reconciliadora, sin enjuiciarla como estado (persistente) de pecado (adulterio).

Concluyendo: El peligro de la propuesta/tesis de Kasper & cía es que, de ser reconocida y aprobada, la admisión pastoral de los divorciados re-casados se traducirá, más pronto o más tarde, en una nueva doctrina sobre el matrimonio sacramental y sus propiedades.

Esta mañana, hace un par de horas, el Cardenal Baldisseri hacía ante los medios una breve presentación del Sínodo.

También se ha abierto una web especial, con información, resúmenes, reportajes, etc.

A pocas horas de su inauguración, in Communio Sanctorum, oremus!


p.s. Otro tema importante latente en el Sínodo y que podría dar una sorpresa: Un replanteamiento de la práctica anticonceptiva. Lean este articulete, para que se hagan idea del ambiente: The Synod and birth control


+T.

Minimalismo de formas para una fe minimalista


Cuando la fe se expresa, proclama la fe. El románico proclamaba en el Pórtico de la Gloria el Credo cristiano. En la piedra elaborada por Maese Mateo y sus canteros, creyentes, informaban la materia inerte hasta transfigurarla en soporte del Misterio, vaso de lo sobrenatural, trasunto plástico de lo espiritual glorioso e invisible, que se podía ver porque la fe de los constructores era capaz de comunicar lo espiritual en lo material. Trasládese este mismo ejemplo considerando otras obras de la Arquitectura Cristiana, con el mismo predicado: El espacio y las formas proclamando el Credo.

Dicho esto, díganme Uds. qué fe proclama este nuevo 'templo':

El mejor y más nuevo edificio religioso

En otro sitio definen la construcción como 'Un centro parroquial en el barrio del aeropuerto de Sevilla que ha sido construido como lugar de reunión y confraternización'. No un edifico para el culto cristiano, sino un centro social, un lugar de encuentro, un espacio interrelacional. Lo religioso parece haber quedado en un segundo plano, bastante remoto, da la impresión.

Le han dado un premio. Los arquitectos y sus logias son expertos en el chalaneo de los galardones y la publicidad de ellos mismos y sus arquitorturas, como buenos compadres.

En el caso de los edificios religiosos, debemos reconocer que la culpa del adefesio resultante es no sólo responsabilidad del arquituerto padre del engendro, sino también pecado de los patronos-promotores-receptores de la cosa.

Estamos a años luz del mecenas exquisito que pagaba sabiendo qué quería y obligando al artista (a veces contando con la reticencia del propio artista). El Julio II empeñado en que el Michelángelo le pintara la bóveda de la Sixtina se repitió tantas veces, con otros y en otras circunstancias, y semejantes logros magníficos.

El adefesio poco-católico mini-cristiano de esa parroquia sevillana expresa, más que la fe, el vacio de la fe. A los fieles conformistas le contarán el camelo del espacio, la luz, la perspectiva y la sinaxis de la koinonía, el cuento de la buena pipa y la dinámica ascensional de las líneas angulares. Y se tragarán la bola.

Una bola, además, muy cara. No sólo por lo que habrá costado, sino por lo que costará mantener el edificio, alumbrarlo de noche, calentarlo en invierno y enfriarlo en verano (aunque expliquen que 'se han tenido en cuenta las difíciles circunstancias económicas actuales').

Pero eso es lo de menos. Lo más tremendo es que no nos desengañamos y todavía no rompemos la ilusión engañosa. Como en el cuento: El rey va desnudo, pero todos alaban lo bonito que es el traje nuevo del rey.

+T.