El pregón es, según se mire, una pieza de distinta valoración. Literariamente, es de género ínfimo; retóricamente, puede rayar cimas de oratoria dignas de los mejores, digo un Cicerón, digo un Bossuet, digo un Castelar. Y no exagero (no más de la desproporción de exageración cultural reconocida a nuestra idiosincrasia sureña).
El pregón semasantero es una loa aperitiva de la Semana Santa. De suyo y rigurosamente, tiene una temporada muy restringida, con veda que se abre no antes del Domingo IVº de Cuaresma, temporada plena en la Semana de pre-Pasión, y postrimerías en la Semana de Pasión. El dia dorado de pregón es, por tradición y sin discusión, el Domingo de Pasión (o Vº de Cuaresma, o Domingo de Doctrina, o, simplemente, Domingo del Pregón). Más allá del Miércoles de Pasión, sería de suma vulgaridad atreverse a pregonar nada.
Pero como el invento hizo fortuna, todo el año es pregón. Y se hacen pregones del Rocío en Mayo, de Sacramentales por el Corpus, de gloria en Agosto, de romería en el mes que caiga. También tenemos pregón de Toros antes de Feria, y de la Feria antes de la misma (Feria). Luego vienen los patronales, los locales, los ocasionales, los de efemérides y, cerrando la temporada, los de Navidad y Cabalgata de Reyes.
Aunque el genuíno, el pregón-pregón, praeconium praeconiorum, es el semanasantero. Los expertos en el género consideramos que es un snobismo cursi llamar a la pieza "exaltación de" porque, aunque la oratoria exalte y el orador se exalte (y los oyentes también), el nombre es "pregón" (que, por cierto, se pronuncia mejor que "exaltación"; y lo mismo - y es más adecuado - "pregonero" que "exaltador").
Estas tardes de primavera y azahar, de suave brisa nocturna y jaramago en la teja (las pocas que quedan), de golondrinas que vuelven (pero no son aquellas que no volvieron (aunque no sé si consta ornitológicamente que no, que no vuelven (con perdón de becquerianos, disculpen Uds.))); estas noches de torrija y caña de manzanilla, de espinaca y bacalao y platito de arroz con leche y canela, estas fechas pre-pasionistas de capirote de cartón y ruán con aroma a naftalina, de terciopelo planchado y botonadura forrada, de medalla y esparto, de costal y faja; estas veladas de sevillanía catárquica, de síndrome hiper-cofradiero agudo y recurrente; esta semana y media si no sales a un pregón por día, es que tienes compromiso para dos o tres.
Hay pregones en la radio, prensa y televisión. Y en la asociación de vecinos, y en la peña taurina, y en la bética, y en la sevillista, y en la tertulia cultural, y en el instituto del niño, y en el colegio de la niña, y en la peña de los moteros del barrio, y en la sede del distrito, y en el Colegio de Ingenieros Funcionales, y en el Colegio de Arquitorturas, y en el de Médicos, y en el de Médicas, y en el de Matronas, y en la Cámara de Agentes, y la de Pacientes, y en el Parque de Bomberos, y en el Teletaxi...
Y no hay uno en el Parlamento porque la piara socialista es impía y atea profesional (pero toda ella aficionada a los pregones, y todos ellos cofrades vergonzantes que se pirran por una vara en una cofradía y disfrutan en Semana Santa más que un tonto con un nicanor; no por fe, sino por "curtura populá", que dicen ellos-as, mir'usté que bien).
En fin, que estamos en temporada alta de pregones con el mercurio del termómetro pregonero rayando el punto de ebullición. El Domingo - D. m. - es el Pregón (el más, el legítimo, el non plus ultra) en el Teatro de la Maestranza, gloriosamente ubicado (y mira que es feo) entre la Plaza y la Santa Caridad. Si será acontecimiento, que el que lo pronuncia pasa a ser una especie de "cónsul" a la hispalense, que le da "nombre" al año cofradiero (el año del pregón de fulanito), entrando en el Parnaso sevillano y lucrando una de esas noblezas de por vida que Sevilla concede graciosamente y ya no retira.
¿Y el pregón? Un tostón repetido, la mayoría de los pregones; una somnolienta perorata, otros; una mamarrachada de pésimo gusto, tantas veces. Y, raramente, alguna pieza de valor (dentro de su género) que son los que menos gustan al vulgo (que es mayoría). Yo prefiero los de lírica y verso porque se pasan antes que los de prosa monolítica y retórica blindada (aunque también reconozco lo traumático de una ristra de ripios rimados con sentimentalidad cofradierista, un horror lesivo para el tímpano y el oído medio y el interno, con peligro de eco fantasmal durativo, espeluznante).
¿Y el pregonero? Un fatuo a la sevillana con chaqué y pose de espejo, cuanto más "pregonero", peor. De entre los especímenes sevillanos, un insufrible (ante y post-eventum) tipo y caso a cuya conversación mejor no exponerse. (Si se corriera el riesgo de irremediable ocasión o insoslayable encuentro con uno, lo mejor es hacerle coincidir con otro (pregonero) y dejarlos que se entiendan y se pregonen/reciten brani scelti).
Por cierto, que se me olvidaba: Un servidor, el que esto escribe, tiene que pregonar este año, Dío piacente. No digo dónde ni cuándo, pero me cachis en la hora que dije que sí al que me comprometió para el pregón.
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