lunes, 2 de marzo de 2009

El caso del candidato austriaco

Como en el caso Williamson, en el caso Wagner han fallado los colaboradores de Benedicto XVI. Saber si consciente o inconscientemente that's the question, si hubo mala voluntad agente o buena voluntad irresponsable. El caso es que ha habido un fallo que deja expuesto al Papa, cosa que nunca debiera pasar.

Cualquiera con un poco de correcta información sabe (supone) que el Papa no conoce directamente y en profundidad a los episcopables, salvo excepciones. El proceso de designación tiene sus cáuces, que no se suelen saltar. Es sumamente extraordinario que alguno llegue a obispo por expresa voluntad del Papa, sin avales, reconocimientos o recomendaciones de los Obispos, Conferencia Episcopal y nunciatura de un país o región eclesiástica. Quiero decir con esto que Wagner no ha sido un invento de Benedicto XVI y que su nombre ha debido aparecer más de una vez en ternas, listas o "candidaturas".

Lo grave es que se haya destapado a propósito de su nombramiento (frustrado) esa sorprendente respuesta adversa del episcopado austríaco, incluído el muy equívoco Schöborn, cardenal arzobispo de Viena. Digo equívoco porque se le presentó en su día como guardián de las ortodoxias y cada mes que pasa se desvela más extrañamente proclive a contemporizar y ser uno más entre los demás. Y lo siento.

Ni Juan Pablo II pudo sanear y renovar toda la Jerarquía, ni Benedicto XVI lo va a conseguir, parece ser, aun siendo esta una de las necesidades más urgentes para la Iglesia, muy particularmete aquí, en Europa (por lo que Europa significa). A la postre, el barro que hay es el que hay y con ese debe labrar su cántaro el alfarero. O, dicho más castizo, con esos bueyes habrá que arar. Es lo que hay. Lo malo es que será lo que siga habiendo si no se renueva y mejora la "materia prima" episcopable.

La secularización desde los '70 ha causado estragos en Austria. El nefasto movimiento de los "somos iglesia" parece tener la presa bien sujeta entre los dientes. Son los que están detrás de las amenazas (reales, porque han ocurrido y están ocurriendo) de abandono de la Iglesia Católica. De hecho, los tales que "abandonan", dejaron de ser católicos-católicos hará ellos sabrán cuánto tiempo. Una defección no se decide en una semana. Ni un católico se des-catoliza por un obispo contra su gusto.

El pro-obispo Wagner tiene cara de empecinado alpino. Las salidas a propósito de Harry Potter y el ciclón de New Orleans fueron dos majaderías de antología. Pero lo de los homosexuales ha sido quizá su puntilla, porque los lobbys de los homosex ni perdonan ni olvidan. No se quién recomendaría a Wagner para auxiliar de Linz; desde luego estuvo indiscreto el recomendante, tanto como su recomendado. Pero por dos comentarios y una opinión no se desacredita a un candidato a Obispo propuesto por Roma. Salvo que esté uno muy esclavo/muy dependiente de la opinión de los contra-católicos o los des-católicos de "somos iglesias" y otros grupos de reacción-presión de la pseudo-progresía eclesial.

El caso ha sido, a la postre, penoso. Una especie de conato neo-galicano que no sabemos qué consecuencias podrá tener, ni si ha sido sólo un brote casual o si responde a una más larvada y ahora aflorante afección y/o anomalía. El tiempo dirá. Por lo pronto parece marcarse una alarmante distancia respecto a los criterios de Roma y/o la intención del Papa.

Lo que es indiscutible es que se ha forzado a Roma a desdecirse. Y todo esto en un momento, unas circunstancias, especialmente molestas/incómodas para Benedicto, un Papa anciano con 80 lúcidos años cumplidos, sobre los que se proyectan estas pequeñas sombras, estos pequeños obstáculos.

Alguien ha fallado, pero no ha sido Benedicto. Aunque me parece relativamente claro que los tiros sí van contra Benedicto.
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Si piensan Schöborn y sus hermanos obispos austríacos que así van a prosperar en Austria, van listos. La nación que empezó el siglo XX siendo Imperio y ha entrado en el XXI como discreta república de muy segundo orden tiene muchas cosas que recuperar, restaurar y promover. Sería muy penoso que su conciencia católica hubiera sufrido un desgaste según el grado que este episodio parece traslucir.

Una cosa no debieran olvidar: El Papa y Roma son no sólo vínculo de catolicidad, sino sustancia sine qua non de eclesialidad. En este sentido, Austria no es nada y Roma todo. Y la historia se hace (se ha hecho, se hará) con Roma, no contra.
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