sábado, 10 de octubre de 2009

Mi mentidero (que no "ágora")



El ágora griega era el sitio de la reunión, plaza o lugar acostumbrado, con cierta ubicación popular y reconocida. Quizá el término "mentidero" sea el que corresponda mejor en castellano, por equivalencia real. Los célebres mentideros madrileños de la Villa y Corte del XVII de los Austrias son casi un tópico literario del Siglo de Oro, como las igualmente (o más) famosas Gradas de Sevilla, donde pasaba de boca en boca y de mano en mano el oro, la hacienda, la honra y hasta las almas de España y sus Indias, y medio mundo más.

El estreno de la peliculeta del homo-homúnculo super-mimado de la "cultura" del régimen ztpetero ha coincidido con el notición del Nobel de Obama. Lo de la peli estaba anunciado, lo del nóbel ha sido una insospechada nueva que ha pillado in puribus naturis al mismísimo presidente USA. Y en el mentidero global se han mecido en las ondas inalámbricas y las lenguas locuaces el nóbel y el ágora. Con sus respectivas consideraciones y a sus obligadas distancias, of course.

Aunque el mediano directorcete disimule, la perspicacia del sentido común ha advertido el radical alegato anticristiano que estructura su peliculucha. Él habla de "fanatismo" y "religión" cuando le preguntan, pero la gente ha entendido que lo que quiere decir es "cristianismo"; incluso "catolicismo", cuando responde. Si hubiera sido sincera su intención, no habría sacado ese tema, ese personaje, ni lo hubiera tratado así. Para hablar de las infaustas consecuencias de los fanáticos desenfrenados hubiera podido escoger entre tantísimos momentos "estelares" de la antigüedad. Elegir ese, concretamente, y desarrollarlo inspirándose en la historiografía neo-pagana y anti-católica del siglo XIX, es confirmarse en prejuicios excusándose con la historia.

Reconozco la dificultad del género histórico-cinematográfico; pero advierto también que nunca como hoy han tenido los cineastas más y mejores medios técnicos y documentales para rodar filmes históricos "coherentes", que acierten a representar verosimilmente una época y sus personajes sin traicionarlos o parcializarla.

Claro que todo se puede ver "transformado" si se antepone al ojo (o a la cámara) una lente coloreada, como aquella que se cuenta que usaba Nerón: Una esmeralda o una amatista pulida que se aplicaba como monóculo para ver. Y veía en verde esmeralda o en morado amatista su abigarrado mundo, ese que va apareciendo y fascinando cada vez que excavan algo en el extenso recinto de su Domus Áurea. Pero eso es arqueología, y lo de la peliculeta del directorucho ese no es documento arqueológico: Es tesis.

Hubo en el siglo XIX un sub-género literario que se llamó así: La "novela de tesis". No se trataba de una exposición-reflexión del mundo y sus tipos, sino que era una invención de una realidad imaginada como medio para exponer, articular y demostrar un juicio preconcebido sobre algún tema, generalmente conceptos morales o sociales; también temas religiosos. Dependiendo de quién fuera su autor, los críticos aplaudían o denigraban a la novela en cuestión y al escritor que fuera. Tal esquema, con casi todos sus prejuicios, pasó a las antologías literarias y libros de texto, en los que todavía hoy se alaban los novelorios de tesis de Galdós (un liberal de entonces es lo que hoy sería un post-marxista post-moderno) pero se desprecian con dos líneas y se les ponen peros a Fernán Caballero o a Pedro Antonio de Alarcón o a Don Juan Valera.

Lo mismo está pasando en los mentideros con la peliculilla pseudo-histórica del pigmeo: Los suyos y sus comandos (me resisto a ensuciar el reglón nombrando a semejante estercolería en descomposición) le tocan las palmas y le tiran capullos (de rosa, of course). Y los críticos católicos (o los católicos críticos, tanto monta) escupimos con asco sobre el bodrio con toda nuestra sinceridad de creyentes y de cinéfilos, por las dos cosas: Porque la infra-peli es un panfleto odiosamente anticristiano (es decir, anticatólico) y porque el mamarracho no resiste una mínima ojeada favorable de un mediano aficionado.

En Cannes, la pelicurreta fue una desolación; en Venezia no sé si estuvo; y en San Sebastián la gente que tuvo que ir por razón de oficio y compromiso se compraba antes dos tapones de cera y se tomaba un cóctel bien cargadito con materia espiritosa, para aprovechar el tostón y echarse una siestecita en la sala agorera.

Por cierto que son dos palabrejas bastante próximas formalmente sin tener nada que ver semánticamente: Agorero y ágora. Coincidencias de tablero de scrabble. Aunque pudiera ser que el petimetre pelipedorrista buscara echar un sortilegio con la su peli; no me extrañaría de un sombrío demiurguete como el tal. Esta gente es así, que a fuerza de no creer en nada, te niegan a Dios y el alma pero te montan una peli asustona de fantasmas y vampiros. ¿No querrá hechizar al tonto espectador que vea la peli?

Digo hechizar en el sentido de inculcar malas ideas y obsesiones impías como las suyas. ¿Por qué no? En el fondo, más de uno de estos medianejos llevan dentro un tirano. Y este apunta maneras. Pero muy malas, muy malas, y de timido acobardado, que son las peores. Porque, digo yo, en vez de remontarse al siglo IV-V alejandrino y reinventarse a una filósofa atropellada en un tumulto culpando a los cristianos coptos de Alejandría, ¿por qué no rueda una peli con el argumento de los cristianos coptos egipcios que son asesinados cada año por las turbas fanatizadas de los musulmanes de Egipto? ¿O por qué no cuenta la epopeya underground de los católicos hindúes o los filipinos católicos sometidos a esclavitud por los jeques de Arabia? O si quiere montar un pollo internacional de verdad de verdad ¿Por qué no pone en cine "Los versos satánicos" de Salman Rushdie, que eso sí que iba a ser la bomba?

Una bomba, claro, que le iban a poner in situ peccatorum suorum al mequetrefísimo (si le encuentran el situ). Lo peor es que al mengano ese ya se le ha dado crédito, y lo del idolillo dorado made in USA le ha marcado con la vanagloria de los grandes fatuos del fausto mundo.

Pero me estoy dejando atrás a Obama, que ya lo nombré al principio, cuando lo del ágora y el mentidero. ¡Y qué mentidero! Un corrinche de los peores debe ser el comité o como se llame del nóbel pacífico, el más desacreditado de todos los nóbeles junto con el de literatura. Con la diferencia de que el de literatura ha devenido en ser el podio de un mediocre desconocido que de pronto asoma la cresta, y el de la paz - salvo honrosas y meritorias excepciones - suele ser un bellaco internacionalmente reconocido (entiéndase un Kissinger o un Le-Duc-Tho, un Arafat o un Begin, un Arias o un Gore (por ejemplo)). Y este año un Obama.

Conjeturando le pourquoi, la causa remota y la próxima de la disparatada elección, lo primero que se me vino a la cabeza fue lo de la foto con la cuadrilla de la Moncloa, que en vez de desencadenar una crisis de misiles terminó con pose sonriente y no se hable más, que las niñas son menores y no tienen culpa (?) de su deformidad. Que hay que tener bemoles con picos de rosca y pirindolas de bronce para recibir de visita a la niñas y retratarse con la parejita y sus papis guapis. Será por eso que le han dado el óscar de la paz, perdón, el goya; digo el nóbel. Eso es: El nóbel de la paz por lo de la foto de las niñas de negro con el negro. Bueno, eso.

Por cierto que el pelicuchiflista debería aprovechar ese filón y hacer una peli con esas dos como protagonistas. Entonces sí que se iba a forrar.

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