Hoy han celebrado algunos grupos/sectas protestantes el comienzo del luteranismo, por la efemerides de las 95 tesis que el entonces todavía fraile agustino, fray Martín Lutero, clavó como un desafío en la puerta de la capilla palatina de Wittenberg; era el 31 de Octubre del año 1517. Una fecha para no olvidar por la serie de acontecimientos que incoaba, cuyas consecuencias afectarían traumáticamente a la Iglesia y al mundo. Con las 95 tesis se clavaba también la proclama que sentenciaba el fin de un mundo en el que Occidente profesó una misma fe y vivió en una sociedad que se proclamaba y reconocía cristiana, con Roma como cabeza y el orbe como frontera.
Pues ha sido que casualmente (existen las casualidades?), esta mañana, buscando un dato sobre nuestra Bula de la Santa Cruzada, me he encontrado con este interesante texto:
P. ¿Qué niega el protestantismo?
R. Niega la autoridad e infalibilidad de la Iglesia y admite sólo la Escritura interpretada a su capricho.
P. ¿Quién fue el fundador de esta herejía?
R. Un fraile apóstata, soberbio y corrompido llamado Lutero.
21. El Protestantismo es una herejía enseñada por Martín Lutero, religioso de genio díscolo, soberbio y jamás dominado a pesar de los muchos castigos. Entró en Religión asustado por un rayo y salió por su carácter indómito y su corazón corrompido.
Envidioso porque León X encargó la predicación de las indulgencias a los Dominicos, y no a los de su Orden que hasta entonces lo habían hecho, predicó contra las indulgencias y el Purgatorio y enseñó que basta la fe para salvarse. Condenado por el Papa, negó su autoridad e infalibilidad, y atacándole con textos de la Sagrada Escritura, defendió que cada cual puede interpretar la Escritura a su capricho.
El texto que cito es una pagina del libro
con una Exposición y Refutación de los Errores Modernos
y la Explicación de la Bula de la Santa Cruzada,
por el P. Gabino Márquez S.I.
Madrid 1926.
(segunda edición corregida y aumentada)
Eran aquellos tiempos en que las cosas estaban claras, la doctrina se mantenía prístina y se predicaba y enseñaba justa y cabalmente. Se reconocían los males que iban llegando en oleadas y se les combatía ('exposición y refutación de los errores modernos', dice - como ven Uds. - el título de la obra). Un mundo, por comparación, tan lejano al nuestro. Y no ha corrido un siglo, todavía.
Desde el post-concilio nuestra Iglesia ha venido padeciendo un cierto complejo a la hora de evaluar algunos temas de historia y doctrina. Todo ello es sintomático de la confusión de juicios que afecta a nuestros obispos y teólogos, siendo muy pocos los que se atreverían hoy a predicar y enseñar textos como los de la cita. Para nuestro mal, evidentemente, puesto que todos terminamos también afectados por el mismo fenómeno, incapaces para distinguir, saber y poder valorar temas y asuntos que interesan a la fe. La falta de una doctrina recta ha tenido como consecuencia una debilitación de la fe; una insuficiente formación ha conducido a una progresiva confusión. Todo ello agravado por el medio social-cultural del siglo, caracterizado por el pensiero débole y las tendecias de fusión indiscriminada de filosofías, religiones y espiritualidades.
En fin, quede esa pequeña y gustosa muestra del Ripalda comentado para estimularnos a mejor saber y defender la fe, obligación de todo buen cristiano que no quiera verse enredado, confundido y arrastrado a la herejía, como el impío Martín Lutero.
¡Que el Señor nos libre!
+T.