Como el conflicto no cesa y los episodios son recurrentes, vuelvo a hablar de las injusticias de Israel, mal que me pese. Porque me pesa Israel, como una piedra dorada y hermosa de sus murallas, las de Solimán, que yo sé que son del siglo XVI, pero que venero como si fueran del tiempo del Santo Rey David. Porque lo venerable es el lugar, y las cosas por el lugar.
A veces me quedo con la triste impresión de que se me malentiende cuando escribo algo contra el estado de Israel y sus escándalos, porque nunca queda claro (dejo claro?) que las filípicas son por afecto al Israel de Dios, como lo llama San Pablo, Ἰσραὴλ τοῦ θεοῦ , con la herida en su alma apostólica por no ver su plena conversión. Ese Israel santo está en parte representado, también, por el estado de Israel. Pero parece como si se re-suscita el viejo malentendido, un ritornello de Is 1,3 "...Israhel non cognovit populus meus non intellexit". De todas formas, confieso que de Israel me gustan hasta las piedras que se me meten en el zapato.
Hecho el alegato mei ipsius, paso al escándalo de turno. Que esta vez ha sido la enésima maniobra político-diplomática estratégica de sacar a luz pública los nuevos asentamientos ilegales con el vice-presi yanqui de cuerpo presente. Es, realmente, sólo un episodio dentro de los episodios de los hechos consumados y la consabida táctica de un paso atrás y tres adelante, desmantelar un asentamiento en el desierto y levantar tres nuevos en mejor sitio.
Incluso la anécdota de la visita del vice-presi yanqui (con cara y tipo stándar de vice-presi made in USA, dicho sea de paso; parece que los fabrican en serie y con recambios) es algo "inclusivo"; no digo que "preparado" o "previsto" o "dispuesto". Digo que mil seiscientas viviendas no se planifican de un dia para otro, y que se sabe todo lo que se quiere saber; y que en un viaje "diplomático" a ese centro neurálgico, un vice-presi yanqui sabe todo lo que debe saber. Y si no sabe, es que no quiere saber. Lo de la "bronca" por telefono de la virago Hilaria Clinton...tampoco me lo creo (y si fuera cierto, mis simpatías para el señor ministro israelí por etener que bregar con esa "esa").
Post eventum, como de costumbre, las habituales reacciones de los organismos pertinentes, inventados para tener reacciones de papel, resoluciones y comunicados, me refiero a ONU etc. Dos dias de prensa, una semana de blogs, y luego el silencio del que otorga callando. Y vamos a la siguiente, que esta ya está aviada. El juego de Israel.
De Israel comprendo casi todo menos
a) su obcecación en el militarismo conflictivo
b) la pertinaz negación del Estado de Palestina y los derechos de los palestinos
c) la cada vez más anómala voluntad de presentar al estado moderno de Israel como una realidad histórica obviando la historia de las otras comunidades históricas presentes en Tierra Santa, con derechos históricos sobre los Santos Lugares, cristianos (latinos, greco-ortodoxos y armenios) y musulmanes.
Una prueba patente del ánimo del nuevo estado israelí es la paulatina pérdida del "perfil" tradicional de los Santos Lugares, especialmente grave en el caso de la Ciudad Santa.
Hasta la novedosa aparición del estado de Israel, Jerusalén se había mantenido con una "preservación" muy apreciable. Un turista del año 1900 podía ver in situ la Ciudad casi tal y como la contempló, por ejemplo, Ignacio de Loyola en 1523 (todavía estaban sin levantar las murallas de Solimán). Es la Jerusalén que correteó Joachim Jeremías de zagal, empapándose de todo lo que le sirvió para escribir años después su preciosa obra "Jerusalén en tiempos de Jesús".
Salvo el visible Muro de las Lamentaciones y los demás restos que la arquelogía va exhumando, la Jerusalén que ha llegado hasta nosotros no es "israelita", sino cristiana y musulmana. Y esto sin "culpa" ni de unos ni de otros, puesto que la desaparición de la Jerusalén judía no fue obra de cristianos ni de moros, sino que fueron los romanos quienes destruyen y arrasan la Ciudad, primero Tito en el año 70 y más tarde Adriano en el 135, que le cambió hasta el nombre re-titulándola Aelia Capitolina.
Sobre la Jerusalén romana se construyeron los primeros edificios cristianos, principalmente la gran Basílica que comprendía el área del Calvario y el Santo Sepulcro, en tiempos de Constantino, en torno al 326. Rápidamente se levantaron otras iglesias cristianas que revistieron la Aelia Capitolina adrianea con el esplendor del poderío bizantino. Esa es la imagen que se recoge en el célebre Mosáico de Madaba, una de los más precisos documentos históricos de la vieja Jerusalén tardo-romana-bizantina. Está en la iglesita ortodoxa de San Jorge, en Madaba, a pocos kilómetros de Jerusalén...pero en la actual Jordania, separada por una frontera cada vez más impenetrable, una sima cada vez más honda.
Para rastrear la arqueología del antiguo Israel, los arqueólogos israelíes tienen que excavar los metros de una estratigrafía que es testigo de la historia, con sus huellas indelebles que van desde la superficie musulmana con los hitos de las Cruzadas, después la época bizantina, sigue la romana, y luego la época del Segundo Templo, que enlaza con la arqueología veterotestamentaria bajo la que subyacen los estratos más arcaicos de la Palestina prehistórica. En el Calvario, bajo la roca del Gólgota, cuenta la tradición cristiana que está la sepultura de Adán, sobre cuya calavera cayó la Sangre redentora de Cristo. Sin solución de continudades, en Jerusalén el aire que se respira se enraiza en el limo del que fue modelado el hombre, imagen del Creador.
Sin embargo la atmósfera jerosolimitana se ha vuelto moderna; apenas se sale de la Ciudad Vieja por la Puerta de Jaffa se desemboca casi directamente, poco más allá, a la cercana Ben Jehuda street y la Jerusalén contemporánea, tan occidental como un barrio de París o de Boston.
Los nuevos asentamientos israelíes que ocupan y usurpan territorios del reprimido Estado Palestino, son edificaciones que van rodeando Jerusalén, como un cinturón peri-urbano cada vez más denso y extenso. Recuerdo haber visto hace unos años, durante una peregrinación, las casitas que se edificaban entre Jerusalén y Belén, módulos de arquitectura contemporánea, estructuras que mientras más pretenden acomodarse al paisaje más lo alteran, engendros de arquitectos que lo vulgarizan y globalizan todo, desidentificando los lugares y su entorno.
Desde el Monte de los Olivos todavía se puede gozar (según qué punto) de una panorámica de la vieja Jerusalén, con la Cúpula de la Roca como eje visual dominante, con las cúpulas plomizas del Santo Sepulcro y los campanarios de las iglesias cristianas (pocos, porque los otomanos no dejaban levantar campanarios entonces y hoy ya no se pueden emprender nuevas edificaciones). Pero lo más estridente son las torres modernas de unos cuantos edificios, hoteles y oficinas, que surgen por detrás, en el área de la ciudad nueva, en el sector oeste, descomponiendo toda la vista.
No son edificaciones "necesarias". Tal cual, podrían haberse disimulado en altura para respetar la vista de la Ciudad Santa. Pero se prefirió deliberadamente levantar mini-rascacielos para dejar patente quien manda (o quien ocupa, depende como se juzgue).
¿Con los árabes hubiera sido peor? Probablemente. Una Jerusalén estilo a las capitales de los paises árabes del entorno sería más destructiva, menos respetuosa. Actualmente una administración islámica en Jerusalén podría complicar mucho las cosas, incluso poner en peligro la tradicional peregrinación cristiana a la Ciudad Santa si se promocionara la peregrinación de los musulmanes a Al Qadus, aprovechando la proximidad de Jerusalén a La Meca y Medina, los tradicionales centros de peregrinación del Islam.
Quedé hace poco impresionado por un reportaje que contaba la vertiginosa transformación de La Meca, un centro de peregrinaje mundial que se ha visto forzado a ampliar sus recursos por la ingente masa de visitantes que arriban contínuamente para cumplir con el precepto coránico, millones de peregrinos. Uno de los entrevistados en el reportaje pronosticó que en el 2050 los musulmanes habrán pasado de los 1.300 millones que son hoy día a computar un censo mundial de 2.500 millones de fieles, por lo que el crecimiento urbano de La Meca y su periferia es algo obligado, en previsión del futuro más próximo. Impresionante.
Me resisto a imaginar siquiera lo que podría significar la conversión de Jerusalén-Al Qadus en el segundo foco de atracción de las peregrinaciones del mundo musulmán. Con una administración islámica que favoreciera el negocio de los tour-operadores, la transformación-alteración de la Ciudad y su entorno sería terrible. Comparando con las nuevas construcciones que se levantan en La Meca, apenas resisto la hipotética visión de un engendro semejante, devorando la Ciudad y descomponiéndola.
Elucubro sobre todo esto para evidenciar la complejidad del conflicto de Palestina-Israel, con Jerusalén como centro donde convergen y chocan religión-historia-política-cultura etc. del Cristianismo-Judaísmo-Islamismo.
Un futuro para Jerusalén condicionado por las tendencias radicales de las actuales fuerzas en conflicto, significaría (si no lo es ya) un enquistamiento del problema que iría in crescendo hasta no puedo (ni deseo) conjeturar qué grados. Finalmente, estallaría con tampoco quiero aventurar qué efectos y consecuencias; sin duda, terribles.
¿No hay otra via, otras formas para proceder? También hace un par de días escuchaba una entrevista a David Grossman, un significativo valedor-testigo con otra sensibilidad-comprensión del caso israelí-palestino. Una esperanza, pensaba yo, si su ejemplo se extendiera también a otros. Algo tan utópicamente posible y realizable como esa orquesta de jóvenes palestinos e israelíes de la Orquesta del Divan Oriente-Occidente del maestro Daniel Barenboim, que a veces ensayan en el antiguo Seminario de Pilas, a mitad de camino entre Sevilla y El Rocío.
Hace unos cuantos años que no peregrino a los Santos Lugares, que no beso los muros de Jerusalén. Me han invitado varias veces, pero de la última vez que estuve hace ya seis o siete años. Desde la primera estancia me traje aquella Tierra conmigo, tan mia como un cerro de mi pueblo o una colina de Roma. Si me ofrecieran una casa, o media casa, un apartamento o un cuarto con catre en Jerusalén, me iba e instalaba sin un titubeo. Los dias, las horas que he pasado en Jerusalén están acordadas en mi alma como una gracia especial. Y desde entonces me duele más, y rezo todos los días por Jerusalén, por Israel.
Rogar por la Ciudad Santa no es un capricho. Es lo que rezan los salmos, lo que claman los profetas. Sobre aquellas piedras lloró el Señor, conmovido por la Ciudad a la que amaba, a la que ama. Y en ella, en Jerusalén, aconteció su Muerte y Resurrección, la Redención y la Pascua del Hijo de Dios, Jesucristo, Señor nuestro, bendito por los siglos de los siglos. Amén. Y con Él y por Él, son benditas todas las cosas que formaron y forman parte de su Vida y Misterio, Jerusalén de manera muy especial y privilegiada, junto con los otros Santos Lugares de la Tierra Santa.
Por eso, a pesar de los pecados y los crímenes de los hombres de hoy, olvidarse de Jerusalén es un pecado. Retenerla contra derecho, otro. Callarlo, también. No abrir sus puertas a una paz posible, lo mismo.
Pax super Ierusalem!
+T.