domingo, 1 de noviembre de 2009

Santos in pectore


Ayer escribí que los Santos que la Iglesia no conoce son "Santos in pectore", que el Señor se reserva desvelar el Dies sine occasu. Hasta entonces, sólo los conoce Él. Pero la Iglesia, que los intuye, los celebra cada 1 de Noviembre con la Solemnidad de Todos los Santos.

Recuerdo una vez que fueron unas beatas amigas mías a visitar la tumba del Hermano Rafael, en la Trapa de San Isidro de Dueñas. Me contaron que un momento de la visita, un monje del monasterio les dijo, como un comentario al hilo de la conversación que llevaban, estas palabras: -"Aquí, en este monasterio, han vivido muchos como el Hermano Rafael".

Yo sospecho que el comentario del monje podría entenderse con esta extensión "y hasta mejores". Pero esto no lo dijo el monje, sino que es suposición mia. Viene al caso por la fiesta de los Santos, Todos los Santos que incluyen, seguramente, a esos otros "iguales o mejores" que los Santos conocidos y que no nos constan. ¿Por qué?

Por razón que la Divina Providencia sabrá. Una respuesta más "crítica" podría decir que porque no han sido promovidas sus causas de canonización; también se puede objetar que no han salido a la luz por no ser voluntad de Dios. Pero igualmente se puede contestar que a saber lo que Dios tiene previsto, puesto que la última palabra es Suya y hasta el último día/el primer día no sabremos todo de todo y de todos.

Los Santos que Dios se reserva, hoy desconocidos, son la sustancia de la fiesta del 1º de Noviembre. Y lo mejor es la esperanza que nos cabe de poder estar algún día en esa lista de muchos sin fama en la Tierra pero con corona en el Cielo.

Aparte y como corolario, pongo con gusto el precioso poema que mi paisano G.A. Bécquer dedicó a Todos los Santos, con ritmo clásico y semblanza romántica, una bella oración para la fiesta de Omnium Sanctorum:

Patriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte
rogadle por nosotros.

Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas
rogadle por nosotros.

Almas cándidas, Santos Inocentes,
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado
rogadle por nosotros.

Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de la verdad depositario
rogadle por nosotros.

Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo, en sangre rojo,
al que os dio fortaleza en los combates
rogadle por nosotros.

Vírgenes semejantes a azucenas,
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura
rogadle por nosotros.

Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas
rogadle por nosotros.

Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro,
al que es caudal de ciencia inextinguible
rogadle por nosotros.

Soldados del Ejército de Cristo,
Santas y Santos todos,
rogadle que perdone nuestras culpas
a Aquel que vive y reina entre nosotros.


Y recuerdo - y recuerden - que por la gracia de Dios podemos estar (deberíamos estar) si queremos estar y vivimos para estar en esa Santa Sociedad. Lo pide expresamente una de las "bendiciones" del antiguo Oficio:

Ad societatem civium supernorum perducat nos Rex Angelorum.

Amen
.

Y para ambientar, este exquisito fragmento del Salmo 126 "Nisi Dominus aedificaverit" de Vivaldi, con el admirable Andreas Scholl cantando el verso 7: "...cum dederit dilectis suis somnum" (lo da a sus amigos en el sueño):





+T.