Si tuvo o no tuvo posibilidades en el pasado Cónclave, él sabrá. Aunque su desaparición - ¡dos meses sin ravasadas! - de los mentideros eclesiásticos ha durado poco, porque Ravasi parece no tolerar bien un régimen de discreción, acostumbrado como está al primer plano. Así que vuelve a ocupar ese exquisito espacio cultural-eclesial que parece le crearon ex-profeso durante el bertonato (i.e. el tiempo en que gobernó(?) Bertone).
Decir 'bienal' suena a invento de avispados agentes de las pseudo-élites políticamente correctas, expertos en morder teta mamatoria y no soltarla. Los socialistas, verbigracia, han sido virtuosos en el arte de bienalizar las 7 artes y sponsorizar provechosamente trampolines de la pseudo-cultura liberal-marxista. La bienal de arte de Venezia pertenece a esa especie de perdederos de recursos públicos, publicidad de espónsores y mantenimiento de degenerados subvencionados (sedicentes 'artistas').
Que en semejante putiferia (sic) tenga la Iglesia algo que ver, sólo se le puede ocurrir a una mente vaga-iluminada como la de Ravasi, con el agravante de que vende la burra bajo la etiqueta de 'nueva evangelización', esa especie de marchamo denominación de origen que todo lo tapa y justifica y convalida y homologa. Un buen invento para tipos del perfil de Ravasi, cuya aportación a la nuevangelización sólo será - como le corresponde al personaje - una tramoya de confuso modernismo por fuera con vacío penumbroso dentro. Como experto sofista palabrero, el Emmº Ravasi utiliza un plural (mayestático?) que disimula, más bien, su personalísima implicación en el asunto:
"Hemos elegido un texto del Génesis y lo hemos hecho “leer” mediante estas obras de arte, con un lenguaje contemporáneo y artístico"
El lenguaje contemporáneo leerá artísticamente el Génesis (11 primeros capítulos) según la secuencia Creación/De-Creación/Re-Creación, que no se sabe bien si evoca la historia de Creación-Caída-Gracia o quizá alguna ocurrencia más peregrina según Ravasi y la cuadrilla de contemporáneos pseudo-artistas. A favor de la pluralidad semiótica de lo que se exponga, juega la rica gama colorista de esos capítulos de Gn, cargados de sugestiva imaginería divina y humana, cósmica e incluso caótica, terrible, admirable y fascinante.
Pero la mano artística y la mente creativa del siglo XXI no están a la altura del Michelángelo de la Sixtina, precisamente, y, en su inane bloqueo formal-esencial, lo que Ravasi lleva a la bienal (además de palabras) son las tres o cuatro mamarrachadas que se pueden ver en el YouTube: Una sala con regusto a montaje manido post-Andy Warhol, unas fotografías en blanco y negro con absurdos planos y perspectivas de no se sabe qué, y una ristra de bombillas colgadas en una pared desconchada. Las fotos de los autores perpetradores de las 'obras' sumen a cualquiera en ese estado de inquietud que se sufre al enfrentarte a un demente evidente con síntomas de inmediata crisis. O algo así.
El colmo desatinador, es la estafa del coste de la participación y el pabellón de la Santa Sede en la bienal, pues el precio de la ocurrencia cultural nuevangelizadora de Ravasi es una cifra indecente, pornográfico-económica, diría yo. Tanto más estridente cuanto todo ello sucede sub umbra Papae Francisci y sus sencilleces minimalistas infra-ostentosas. No sé, verdaderamente, como casa y se encuadra el costosísimo capricho elitista de Ravasi en la reforma curialesca (tan pregonada) del Papa Francisco. Es un misterio. O una de esas cuotas que se pagan al que quieres tener callado y/o contento.
Pero Ravasi no calla. El siempre equívoco Ravasi parlotea que su pabellón en la bienal tiene como objeto 'recuperar aquella tradición por la que arte y fe iban de la mano'.
En este punto, si Ravasi fuera Polichinela y declamara en el proscenio, el público patearía, rechiflaría y se partiría en espasmos desternillantes de risa tragicómica: ¿La fe de la mano del arte de la bienal?
Aunque, considerando gravemente el estado de la fe post-conciliar, uno conviene, con el alma en los pies, que sí, que estamos sumidos en tales bajuras de fe (y de costumbres) que quizá no merezcamos otra expresión adecuada a las circunstancias, sino esos cuatro monigotes que dejarán patente en el pabellón de la Santa Sede cómo está la Santa Sede que se presenta a la bienal de Venezia. Completando el esperpento, Ravasi sería un adefesio más, un estrambote vivo, apéndice de sí mismo y su obra.
Mientras, la fe que sí fue de la mano de los Maestros Venecianos resplandecerá suavemente, abstraída en contraluces y sombras, por las basílicas, iglesias, conventos y capillas de la dorada y declinante Venezia, la ciudad espejo del ocaso cultural de nuestro Occidente de decrepitud galopante, que organiza banales bienales con lo que nunca podrá ser arte. Ni tampoco cultura. Ni, mucho menos, evangelización.
p.s. Por cierto, que lo que España lleva a la bienal veneziana también es digno de ver: Una carga de escombros. Muy alegórico (si el vulgar timo admitiera alegorías). Huelgan más comentarios.
+T.