sábado, 21 de noviembre de 2009

La Niña María


La fiesta mariana del 21 de Noviembre, la Presentación de la Virgen, se vincula a una memoria litúrgica de la dedicación de una antigua iglesia de Jerusalén levantada sobre la casa de los padres de la Virgen. Más tarde se edificó sobre aquella iglesia la bellísma basílica cruzada de Santa Ana, junto a la Piscina Probática, en la Puerta de San Esteban, intramuros de Jerusalén. Los que hayan sido peregrinos recordarán el sobrio y bello edificio proto-gótico, de una excepcional calidad acústica. En las iglesias orientales se remonta su celebración a mediados del siglo VI, ca. 543 en Jerusalén; en Occidente se celebra en algunos sitios a partir del siglo XII y no se instituye como fiesta hasta el XIV: En el 1372, el Papa Gregorio XI la celebra en Aviñón y Sixto V decreta la fiesta para la Iglesia universal en 1584.


Pero la tradición es más antigua, y tiene su relato en el Proto-evangelio de Santiago, el importante texto apócrifo que cuenta en su primera parte la historia de SS. Joaquín y Ana y la infancia de la Virgen: Los padres de la Virgen María, cumpliendo un voto hecho al ser concebida su hija, la ofrecen al Templo del Señor cuando la niña cumplió tres años. La Virgen niña es presentada por San Joaquín y Santa Ana y recibida en las gradas del santuario por el Sumo Sacerdote, que se extasia ante la la humildad inocente de la Plena de Gracia.

En el Templo, la Virgen recibió instrucción religiosa a la vez que se formaba en las labores reservadas a las vírgenes que servían, una de las más preciadas la confección del Velo del Sancta Sanctorum y los ornamentos insignes del Sumo Sacerdote. La tradición cristiana atribuye a la Virgen la hechura de la túnica inconsútil del Señor, tejida de una pieza, sin costuras; sería una de las exquisitas labores aprendidas por la Virgen durante los años de su permanencia y servicio en Templo. La tradición refiere al lugar santo el momento en que la Santísima se consagró en virginidad a Dios.

La iconografía del misterio de la Presentación sigue el prototipo bizantino: Los padres de la Virgen están en un ángulo del icono, la Virgen se representa en el centro, una figura pequeña velada con el omofórion (color grana o azul); en el otro extremo, sobre las gradas del Templo, el Sacerdote extiende sus brazos en actitud de acogida y bendición; en un plano superior, se figura a la Virgen en su estancia dentro del templo siendo visitada por un ángel, que le trae el alimento desde el cielo. Este mismo esquema, más o menos simplificado, es el que se reproduce en el arte cristiano, sobre todo a partir del gótico y más plenamente en el renacimiento y barroco.

En España, Francisco de Zurbarán extrajo de la iconografía tradicional un tema aislado, podríamos decir que propio u original del pintor. Representa a la Virgen Niña orante-extática mientras hace su labor, sentada y bordando sobre una almohadilla. La escena se centra en la mirada elevada e inocente de la Virgen niña, con encantadores detalles de bodegón como el paño que borda, con labores que recuerdan a los estofados de los sudarios de los Crucificados de la imaginería andaluza de fines del siglo XV-XVI.


No puedo precisar desde cuándo, pero en el siglo XIX y el XX el dia de la Presentación, el 21 de Noviembre, los colegios e internados de niñas y muchachas regentados por monjas y religiosas celebraban la fiesta de la Niña María, con diferentes actos, incluída la procesión con la imagen de la Virgen Niña. Hoy ha desaparecido practicamente la costumbre, salvo en las casas y colegios de religiosas que han sabido conservar la piedad de las devociones tradicionales.

En el breviario español, se incluye como himno de Laudes este precioso poema, de los mejores de todos los del elenco mariano:

La niña María
¡qué gracia en su vuelo!
paloma del cielo,
al templo subía
y a Dios ofrecía
el más puro don.

Sagrario y mansión,
por él consagrada
y a él reservaba,
es su corazón.

¡Oh blanca azucena!
La Sabiduría
su trono te hacía ,
dorada patena,
de la gracia llena,
llena de hermosura.

Tu luz , Virgen pura,
niña inmaculada,
rasgue en alborada
nuestra noche oscura.

Tu presentación,
princesa María,
de paz y alegría
llena el corazón.

De Dios posesión
y casa habitada,
eres la morada
de la Trinidad.

A su Majestad
la gloria sea dada.

Amen.


+T.