Lo mismo podría haber titulado 'cátedra enferma' o 'cátedra débil' o 'cátedra insegura' o 'cátedra móvil'...Todo esto se me venía al pensamiento mientras rezaba esta mañana el oficio de la fiesta de la Cátedra de San Pedro, tan desprestigiada -¡y con cuánto dolor lo digo!- desde aquel 13 de Marzo, cuando la ridícula escena de la loggia delle bendizioni preludió la lamentable situación que padecemos por obra y desgracia del ocupante de esa Sede, que debería ser roca firmísima y no pozo de confusión y máquina de derrumbe.
Si en la médula de la identidad católica está el reconocimiento y confesión sagrada de esa Sede y del Romano Pontífice que la ocupa y desde ella rige en santidad y caridad a la Santa Iglesia confirmando y sosteniendo la fe católica de los fieles católicos, cuánto le pesa a un católico fiel, con cuánta pena escribe quejándose de la incuria que padece esa Sede Sagrada. Ocho años se van a cumplir, ocho años de confusión, decadencia y demolición, ocho desgraciados años que están marcando uno de los periodos más oscuros de la Historia de la Santa Sede.
En el sermón de San León Magno que la liturgia del oficio presenta como meditación, se dicen cosas como esta:
"....El Señor le respondió a Pedro: Tú eres Pedro», esto es: Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en propiedad (...) Sobre esta piedra firme -quiere decir- edificaré un templo eterno, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe (...) al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo, aunque hable para todos, la autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia...".
Y el versículo de Lc 22,32: "Pedro, yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos."
Vivir unos tiempos en que el sucesor de este Pedro declina el título de Vicario de Cristo y confunde, no confirma, enreda, no ata ni desata, desgobierna, no rige con autoridad sagrada e incontestable. Unos años en que la voz del Pastor de los pastores se vuelve una palabra común, una inter pares, sinodalizando en fragmentos la unidad y solidez de la Cátedra Petrina; ser católico bajo este torcido cayado, es pesado, es amargo, es un aciago vivir el catolicismo avistando un horizonte proceloso que se echa encima de la barca de Pedro.
Pero "el poder del infierno no la derrotará", clama la profecía del Señor. Y el alma se serena, y el ánimo se revigoriza aun sabiendo que hay un poder infernal que nos quiere derrotar, y que cada día sentimos su arremetida.
Y quien tenía que ser firme patrón de la barca y Cabeza visible del combate, ni guía, ni confirma, ni lucha, ni alienta para vencer, ni enardece para glorificar.
Prefiere dialogar y emparentar a todos con todos en un idílico edén, un jardín selvático, un pantanal tan inadecuado para cimentar una Sede que reclama por institución divina, una roca firme, piedra de un verdadero Pedro.
+T.