Un monumento - ¡quién lo diría! - que trajo cola y fue polémico en su dia, porque los fervores populares por la Virgen ya estaban siendo enfriados por la canalla política del momento. Al bendito Spínola, cuando era auxiliar del apopléjico Cardenal Lluch y Garriga, le costaría un disgustazo que le dejó bastante expuesto. Fue cuando el XXV aniversario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada, con el jesuíta p. Moga animando la "Asociación de jóvenes de la Inmaculada" y movilizando a la sevillanía para un homenaje-exaltación a Murillo, el pintor de la Inmaculada. Todo acabó en una acto medio tumultuoso, los jóvenes dando vivas a la Vírgen, a Pio IX...y al Papa Rey. Spínola, que estaba en el acto, terminó tachado de "carlista", que era el insulto que daban los liberales de entonces a la gente católica de bien (como hoy nos espétan el "facha" a los católicos y gente de bien los de la piara psoera & cías. de la siniestra ). Y todo se desbarató. El monumento del Triunfo no se inauguraría hasta los años previos de la Exposición Iberoamericana, en 1918, con proyecto de Don Juan Talavera, arquitectura de Espiau, y escultura de Collaut Valera.
El conjunto es regularcillo. Lo mejor, el enclave, en todo el corazón de Sevilla. La escultura de la Virgen Inmaculada versiona en mármol la Inmaculada de los Venerables de Murillo (la que robaron los franceses y ahora tiene secuestrada el Prado, sin que nadie la haya reclamado efectivamente para Sevilla, de donde en mala hora salió y a donde debería haber sido devuelta, que tan ladrón es el francés que se lleva como el español que no repone en su sitio). Es bonita, tan alta y blanca, con perfiles que da gusto retratar, ya sea con la muralla del Alcázar de fondo, ya con la Giralda como contrapunto.
Al pie, en los cuatro frentes del monumento, pusieron a sevillanos inmaculistas: Un cura, el padre Juan de Pineda; un poeta, Miguel del Cid; un escultor, Juan Martínez Montañés ; y un pintor, Bartolomé Esteban Murillo. Conforman una cuadrilla representativa de la histórica Sevilla inmaculista, todos ellos señalados por haber predicado, cantado, esculpido o pintado el tema inmaculista, en alabanza de la Virgen Purísima. Desgraciadamente, el presupuesto para el monumento en aquella Sevilla pre-Expo Iberoamericana no dio para más (o no se quiso, o no se tuvo, o no se buscó) y los materiales fueron - como los autores - desafortunadamente dispares: La imagen de la Virgen, de mármol; los pilares, de piedra; las esculturas de los 4 sevillanos, de polvo de piedra y cemento. Como si hubieran reversionado la visión del coloso aquel que vió Ciro y el profeta Daniel explicó haciendo profecía. Más o menos, pero con mármol, piedra, y cemento en la versión sevillana.
Y así estamos. Tocante a la Virgen, muy bien, con toda veneración y honra. Los pilares, con mucho líquen y alguna grietecilla, oxidados, deslustrados por el tiempo y la erosión de los agentes. Los sevillanos de la base, corroídos, con los rostros desdibujados, irreconocibles casi, desmoronándose por la contaminación. Muy alegórico todo el cuadro.
Dentro de un rato comenzarán las tunas a rondar a la Virgen. A las 12, repicará la Giralda un pino mayor, con todas las campanas al vuelo y sonando, y el Cardenal Arzobispo, con muchísimos fieles sevillanos, cantará la Salve, con la oración de la Inmaculada. Y después seguiran las tunas de las Facultades de la Universidad con su ronda, hasta las tantas de la madrugada.
Muy cerquita, en la capillita del Postigo del Aceite, apenas termine la Salve del Triunfo, la gente del Arenal y los devotos de la Pura y Limpia cantarán también la Salve, y luego besarán las manos de la Virgen. Mañana, por toda Sevilla, estarán en besamanos muchas de las Imágenes Titulares de las Hermandades y Cofradías de la Ciudad, a cada cual mejor y más hermosamente expuesta, en sus altares de besamanos, cada uno un delirio de flores y velas y adornos. Todo para Ella.
Por la tarde, en la Catedral, se expondrá el Santísimo en la Custodia, y los Seises cantarán y bailarán ante su divina Majestad, cada una de las tardes de la Octava:
"Virgen Santa Inmaculada
más que el ampo de la nieve,
que trituras con pie breve
la cabeza del dragón;
Desde siglos, tú lo sabes,
fue la gloria de Sevilla
aclamarte sin mancilla
en tu Pura Concepción".
Tú lo sabes. No te olvides.
Y si mi amor te olvidara, tú no te olvides: ¡Tú no te olvides!
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