sábado, 10 de enero de 2009

La percepción (o no) de Dios

El relativismo que flota en la atmósfera como un gas tóxico lo respiramos también los dogmáticos fundamentalistas. Velis nolis, uno también ha ido absorbiendo su relativismo ambiental, y relativiza lo que más aprecian los relativistas, sus hipervaloradas instituciones e ideas. Por ejemplo, estoy firmemente convencido de la fatuidad de las instituciones políticas modernas, de la sociedad progresista del progreso, y de los relativismos igualitarios omnímodos y universales. Si no me explico, yo sí me entiendo. Y muchos también, estoy seguro.
.
La sociedad, por ejemplo, de los zpeses y sus piaras (dependientes y/o convergentes) es un fracaso estrepitoso, auto-previsto con todo el entusiasmo. Lo que pasa es que los planteadores de las premisas o no se atreven a concluir adecuada y lógicamente, o se obcecan en definir como bueno el pésmo resultado que ellos saben (o que ellos quieren). Una demente (y culpable) actitud.

El peso cultural-histórico de una sociedad que tiene como cabezas culturales derivados tan desechables como el pop, el rock, y la psicodelia, es tan insustancial como deletéreo. Nuestra postmodernidad es un grado más bajo (de degradación), porque deviene de aquello, de lo del 68. Si el 68 fue una revolución, que lo averigüe Vargas. A mí no me interesa esa cuestión. Lo que sí diría es que es la "revolución" degenerada y decadente de una época revolucionarista, que empezó en Julio de 1789 (por ponerle fecha) y que en estos años se pudre en las últimas revolucionerias caribeñas de Cuba y Venezuela.

Una constante muy notable de esa época revolucionarista fue el barrido teológico-religioso-espiritual que supuso cada una de las revoluciones, sintomáticamente afines en ese concreto particular a pesar de lo ideológicamente separadas que estuvieran unas de otras. No pongo ejemplos porque los supongo fáciles de encontrar (y tristes de recordar).

Los creyentes que estamos y procuramos vivir en la verdad que es la fe (única verdad) medimos con el patrón de lo que creemos todas las cosas. La historia y sus cosas también. Pesar cada época de la Historia en la balanza de la fe es muy aleccionador, muy instructivo. Por ejemplo, pésese el siglo XII con su románico y su escolástica y se asombrará uno de cuánto pesa. Sigan con el XIV y el gótico final; lo mismo con el Renacimiento, y el Barroco. En cada una de estas epocas la percepción del Misterio, de Dios, ha sido admirable y riquísima. Dejo escoger a cada cual, por respeto a sensibilidades y aptitudes de una persona u otra.

Propongo ahora que se compare y concluya si la época que tiene como "líderes" culturales a los oficialmente catalogados en los registros vip de nuestra post-modenidad es sustancialmente apreciable o relativamente insustancial ad nauseam.

Dígaseme si el ecologismo naturista no es uno de los tumores sintomáticos de la degradación biológica que ha acompañado al "progreso" de los 2 últimos siglos. Y si las democracias liberales occidentales no son el más desencantante proyecto político que se ha visto. Y si sus consecuencias "globales" no son más perniciosas para el Globo que jamás lo fueron ninguna de las iniciativas políticas que la Historia registra, desde los imperios de los faraones a la hordas de los hunos.

Paso a paso, hemos llegado a donde estamos a costa de perder tanto para ganar tan poco, apenas unos márgenes de comodidad acompañada de un plus desproporcionado de complejidad.

Junto con todo esto, una pérdida (deliberadamente planificada? consecuentemente advenida?) de lo religioso y espiritual. Si la cota máxima de humanidad es el acceso inteligente a lo sobrenatural por la fe, nuestra época y la futura que se prevé iran mermando antropológicamente a medida que adelanta en técnica, pagando además un injustísmo precio "global".

El mundo que no quiere a Dios y enseña que Dios no existe no es más feliz ni sabe más de sí mismo que el siglo XII del Románico o el XIII del Gótico, sino al contrario. Un pseudo-artista que des-pinta con mangueras no es "sumable" al arte del Greco ni estará nunca al nivel de Rembrandt. El mundo que se auto-define ecologista y conserva lo que queda de naturaleza como un gran "parque-reserva" expuesta a la degradación contaminante irrefrenable, no es un mundo más "natural y ecológico" que el que conocieron los hombres del siglo XV, ni siquiera los del XIX.

Lo peor es que no somos capaces de volver, y nuestro fatum terrible es un progreso abocado a tristes horizontes deshumanizadores.


Existe la ecuación que mide la felicidad según la proporción de fe. Cada persona más o menos inteligente se la puede plantear, a su nivel y según sus circunstancias. Y no es que la fe sea para la felicidad de aquí, pero es elemento sine qua non para cierta y real felicidad terrenal, aunque sea la de esa otra realidad que acompaña siempre a la fe y que es la esperanza. Junto a las dos va la caridad, tan esencial (aunque se le diga sólo amor). Si el mundo las pierde, el mundo se pierde. Porque está perdiendo los medios que llevan a Dios, que es su razón, su principio y su final.

Cuando nuestro mundo no percibe a Dios, o instrumenta medios para obstaculizar que sea percibido, o argumenta para negar su percepción, nuestro mundo se inflinge heridas de muerte, se autolesiona como un demente suicida. La percepción (o no) de Dios es un dato/una constante trascendental para medir en profundidad la historia (y sus consecuencias).


Esta mañana he leído la espeluznante noticia de un condenado a muerte que se ha arrancado el ojo que le quedaba y se lo ha comido. Me he preguntado si no es una patética alegoría de lo que le pasa a nuestro mundo.


¿Por qué no hay manicomios para las ideologías? ¿Por qué no hay pena capital para el progresismo antihumanista? ¿Por qué no nos libramos de los líderes del futuro fracasado?


Pero nos ha tocado vivir (hemos escogido/consentido vivir?) en el fondo roto de la Historia, que pierde el tesoro de Dios y se queda con la miserable calderilla de los hombres que aspiran a ser menos hombres.


p.s. Sursum corda! Que nosotros padecemos esos males, pero no somos de esos malos: ¡Nos ha aparecido la gracia de Dios! (y estamos celebrando su Epifanía).

&.