domingo, 2 de febrero de 2014

Candelaria


María, más que pura, va a purificarse

al Templo con su Hijo que presenta al Padre,

la Esposa del Espíritu, la Virgen y Madre.


En un canastillo

llevaba José

un par de pichones

que iba a ofrecer.


Simeón el anciano,

piadoso y orante,

toma al Niño en brazos

y bendice a Dios:


- 'Ahora, Señor, como prometiste,

he visto la Luz que al mundo ha venido,

que es tu Salvador, el que Tú mandaste,

gloria del pueblo que en Tí confió.

Bien puedo salir, Señor, de esta vida,

que ha sido cumplida ya mi expectación.'


Y dijo a la Madre con voz de profeta:

- ' Mira que tu Hijo un signo será,

todos ante Él habrán de juzgarse

y una espada el alma te traspasará'.


Ana la viuda, hija de Fanuel,

dice profecías del Niño también:

Bendice al Señor con santa alegría

por haber colmado su mucha vejez

y tener la dicha de ver al Mesías.


La Virgen María guardaba en su pecho

lo que le predijo el viejo Simeón.

El Niño a su Madre tendió una mirada

y su alma en gozo divino exultó.

En la Gloria cantan Arcángeles bellos

a la Virgen Pura que al mundo Luz dió.

Mientras Ella acuna en su puro seno

el sueño de su hijo, el Hijo de Dios.



+T.