La fiesta parece remontarse al siglo XIV-XV, con cierto origen derivado de las devociones de los misterios septenarios de la corona franciscana (siete gozos-siete dolores). Aparecen datos, primeramente, en el norte de Europa; en un sínodo de Colonia, en 1423, se agrega al calendario festivo-litúrgico mariano; Benedicto XIII reconoce la fiesta en 1472. Alejandro VI da el placet a la primera archicofradía de los Dolores, fundada en Brujas en 1495. Poco más tarde empiezan a fundarse por toda España las cofradías de Ntrª Srª de los Dolores, a veces tituladas con otros nombres en alusión a devociones derivadas de los misterios pasionistas, u otras advocaciones locales. Clemente X extiende la fiesta a España y América, y en 1674 a todo el Imperio. El Papa Clemente XI, el 22 de Agosto de 1727, la extendió a toda la iglesia Romana, con el nombre de Fiesta de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María, fijándola definitivamente el Viernes de la Semana de Pasión (Vª de Cuaresma).
La de Septiembre pasa al Misal en 1814, por voluntad del Papa Pio VII en recordatorio-acción de gracias por la liberación de su cautiverio y el fin de las penalidades de la revolución. La reforma litúrgica del post-concilio suprimió la fiesta del Viernes de Dolores y dejó sólo la memoria del 15 de Septiembre.
El Misal antiguo trae como propia de las dos fiestas la secuencia Stabat Mater, de Iacopone de Todi, que sería con el tiempo todo un género dentro de la música religiosa, un texto mil veces amonizado, inspirador de las más bellas composiciones de los mejores maestros. El misal en castellano ofrece como texto de la secuencia la glosa de Lope de Vega, una inspirada versión del original latino.
La iconografía de la Dolorosa, en principio, es la misma escena del Stabat Mater (Jn 19, 25ss.), es decir, el Calvario con el Crucificado en el centro entre la Mater y el discípulo. Después se identifica como tema independiente, desde el siglo XV, bien representando el septenario de la escenas dolorosas, bien figurando solamente a Ntrª Srª, afligida y llorosa, con o sin atributos pasionistas, variando según las diferentes tradiciones iconográficas.
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En España tiene especial importancia, siendo uno de los grandes temas del arte hispánico del Siglo de Oro, pasando desde la península a América, con una notable inter-relación de estilos e influencias que incluyen, también, a otros centros artísticos como Flandes-Países Bajos, Génova, Nápoles y Sicilia.
.Y en Sevilla es una pasión, una identidad que trasciende lo estrictamente devocional y se mixtifica en afectos familiares y sociales, con tantas formas y expresiones cuantas son las cofradías y las hermandades que se dedican al culto de la Dolorosa. Me pregunto muchas veces si es lo estético-formal lo que conmueve, o si es lo sinceramente religioso lo que atrae. Respondemos que parte y parte, según. Pero yo sé - y me consta - cuánto impera el oropel y qué vanas están las coberturas.
Por cierto, muy lejos de la post-comunión de la fiesta, que reza una de las oraciones más catolicamente tremendas de todo el Misal:
Después de recibir el sacramento de la eterna redención, te pedimos, Señor, que al recordar los dolores de la Virgen María, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la pasión de Jesucristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
(Que es, precisamente, lo que pide el Stabat Mater estrofa a estrofa, poco más o menos).+T.