Esta mañana se ha celebrado en nuestra parroquia el bautismo de un niño; por expreso deseo de sus padres se ha realizado según el rito bautismal antiguo, el tradicional, que comienza con esta pregunta del sacerdote:
- '¿Qué traéis, hombre o mujer?'
En la mente del autor del rito litúrgico, siglos ha, nunca pudo imaginarse que tan simple cuestión sería juzgada algún día como un desafío a leyes que negarían esa elemental y natural distinción, que define, por obra de Dios y ante su Iglesia, la identidad de una persona, y en el momento de recibir la Gracia para la vida eterna.
En un instante, el rito ancestral, claro en su requisito de precisar, ab initio, el ser individual del baptizando nos confronta, sin querer, pero de hecho, con nuestro mundo, nuestra sociedad y sus circunstancias, en cuanto contradicen y niegan la realidad natural, esencial según el antiguo principio escolástico 'Gratia supponit naturam' y el tomista 'Gratia non tollit naturam, sed perficit'.
Adoleciendo, desde hace medio siglo, de claridad conceptual, esencial en doctrina y rito, la Iglesia del tercer milenio se enfrenta sin la solidez necesaria a la delicuescencia cultural-moral del siglo.
La convicción de que somos de un Reino que no es de este mundo (Jn 18,36), se impone como una obligada seña para el católico consciente. Un signo que exige una consecuente militancia, resistente y activa.
Volumus regnare Christum!
+T.