viernes, 26 de octubre de 2007

Templarios (absolución y vindicta de)


Muchas veces me gusta considerar cuánto depende la actualidad del pasado; o cómo este insiste en aflorar recurrentemente; y también la de veces que se instala de manera casi habitual en nuestro presente.

El Archivo Secreto Vaticano - entidad dependiente de la Biblioteca Apostólica Vaticana (que permancerá cerrada por obras durante los próximos 3 años...que es es como decir un cuartito de hora tratándose de tan centenaria y sobre-temporal institución) - acaba de presentar una impresionante edición facsímil del célebre pergamino de Chinón, con la absolución de Clemente V a la Orden de los Caballeros del Temple. Se han reproducido sólo 799 ejemplares, que ya se disputan las más afamadas bibliotecas, universidades e instituciones del mundo; el precio de venta de cada uno de esos ejemplares en pergamino será de 5.900 euros (lo que vale en el mercado actual la reproducción en facsímil de un códice; un precio casi simbólico). En graciosa deferencia del Archivo Secreto Vaticano, vea el que quiera aquí el pergamino (gratis) :

Pergamino de Chinón (picar sobre visualizar en la pestaña superior)

El documento facsimilizado (una amplia hoja de pergamino plegado y enfundado en piel) es el acta oficial que cerraba la investigación eclesiástica sobre el Temple, con la absolución de las terribles acusaciones de herejía y brujería que pesaron sobre los templarios por instigación del rey Philippe IV de Francia. El pergamino fue hallado entre los fondos del Archivo Secreto Vaticano hace unos años, cuando se creía perdido o destruído. Las actas tienen la valiosa addenda de comentarios al margen hechos por el propio Clemente V, el papa que desde Avignon extinguiría de manera oficial a la envidiada y temida orden de caballería en 1312, con la bula Vox in Excelso y todo un Concilio, el de Vienne (1311-12), convocado ad casum.


De nada valió ni la absolución papal ni la supresión de la Orden del Temple, porque no era sólo eso lo que se buscaba. El rey Felipe IV le Bel (el hermoso), acuciado por grandes déudas de estado, estaba decidido a hacerse con las riquezas de la Orden y fraguó junto con sus eficientes y poco escrupulosos colaboradores la trama de acusaciones y presiones que acabarían con el Temple y sus caballeros. El capítulo final después del proceso exculpatorio de la Iglesia, lo consumaría el monarca francés en uno de los más inicuos procesos de la historia: sometidos a vejaciones, amenazas, cárceles y torturas, finalmente su gran Maestre Jacques de Molay junto con algunos de sus cofratres reconocieron todos los horrendos crímenes que sus torturadores les obligaron a confesar. El 18 de Marzo de 1314, fué quemado en la hoguera junto con su hermano de orden Godofredo de Charnay ; antes que ellos, varios centenares de templarios habían sucumbido también víctimas de las torturas, el cadalso y las llamas, todos a manos del regio victimario Philippe le Bel y sus agentes.

El cronista Geoffroy de Paris, narra así los últimos momentos y palabras del Gran Maestre Jacques de Molay antes de morir en la hoguera:

« Le maître, qui vit le feu prêt, s'est dépouillé immédiatement, et se mit tout
nu en sa chemise... Il ne trembla à aucun moment, bien qu'on le tire et
bouscule. Ils l'ont pris pour le lier au poteau, et lui, souriant et joyeux, se
laisse faire. Ils lui attachent les mains, mais il leur dit : « Dieu sait qui a
tort et a péché, et le malheur s'abattra bientôt sur ceux qui nous condamnent à
tort. Dieu vengera notre mort. Seigneur sachez que, en vérité, tous ceux qui
nous sont contraires par nous auront à souffrir »

(El maestre, que vió el fuego preparado, se desvistió enseguida, y quedó desnudo, sólo cubierto con la camisa...En ningún momento tembló...lo llevaron a atar al patíbulo, mientras él, sonriente y alegre, se dejaba hacer. Le ataron las manos, mas él les dijo: "Dios conoce quién es el que yerra y ha pecado, y la maldición caerá sobre quienes nos condenan. Dios vengará nuestra muerte. El Señor sabe en verdad que todos los que están contra nostros, por nosotros tendrán que sufrir").


Otra tradición cuenta que maldijo hasta la decimotercera generación a los tramadores de la conspiración y a sus condenadores, con la tremenda casualidad (?) de que aquel mismo año de 1314 morían el Papa Clemente V (20 de Abril) y el rey Philippe IV (29 de Noviembre).

El juicio de la historia baldona la memoria de los responables: La del Papa Clemente V - francés, el primer Papa del lamentable período de Avignon - merece que el gran Ludwig von Pastor le califique "el más servil de todos los pontífices del siglo".

La calificación de Philippe IV le Bel, resulta más equívoca: Todas sus terribles injusticias, vejaciones, abusos y atropellos se le disculpan bajo la consideración de ser el primer monarca que define el futuro concepto de "estado nacional" y "soberanía absoluta", inaugurando una tendencia que ya no cesará hasta la cumbre de las monarquías absolutistas del XVII-XVIII. En el fondo late la animadversión de casi toda al historiografía occidental contra la Iglesia: Ni el atentado contra el octogenario Bonifacio VIII, ni la amenazante presión sobre Clemente V, ni el inicuo y canallesco proceso contra los Templarios significan apenas nada; sólo ponderan la ferocidad de carácter, su versatilidad política, y la férrea voluntad con que este monarca dirigió los asuntos de su reinado.

Sus contempóraneos hicieron, sin embargo, otra lectura de los hechos, desde la fulminante muerte de este Felipe IV el Hermoso, hasta la deshonra y la tragedia de su familia durante el reinado de sus hijos, Luis X el Obstinado (su esposas y su cuñadas Margarita y Blanca de Borgoña, mantuvieron licenciosas relaciones adúlteras con los hermanos Philippe y Gaultier de Aunoy, siendo descubiertos y condenados todos a terroríficas penas), que darían materia para el drama folletinesco del gran Dumas La Tour de Nesle o la Torre de los placeres (si tienen paciencia, léanla...pero sin imaginar demasiado).
Además, todos sus hijos tuvieron efímeros reinados : Luís X 1314.16; Juan I el Póstumo 1316; Felipe V el Largo 1316.22; y Carlos IV el Hermoso 1322-28; y todos ellos murieron sin descendencia directa. Con ellos se extinguió la estirpe de los Capeto, sucediéndoles su primo Felipe VI, primer monarca de la Casa de los Valois.

Y, como terrible coda de la historia, la Guerra de los Cien Años.

Todo esto ha venido por la actualidad de los Templarios, que lleva aparejada la sabia y vieja moraleja sentenciosa: El que la hace, la paga (en esta vida...o en la otra). ¡Que el Señor nos libre!


&.

De Martíribus


Al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto a ser de nuevo una Iglesia de Mártires.

Esta cita de Juan Pablo II aparece en el mensaje que la Conferencia Episcopal Española ha dirigido a todos los fieles de España con motivo de la próxima beatificación de 498 Mártires, víctimas de la violencia anticristiana desatada en nuestra patria durante los años de la Segunda República y la Guerra Civil.

Las duras circunstancias que vivió la Iglesia Española en aquel trágico período de nuestra historia, se sellaron con miles de martirios que revivieron la crueldad de las antiguas persecuciones, a la vez que reactivaron la extraordinaria vocación martirial que es, desde sus orígenes, uno de los sellos que marcan la identidad de la Iglesia de Cristo.

No hay, no ha habido, Iglesia sin mártires. En nuestra España reciente, un siglo de persecución y conflictos religiosos (desde la “Desamortización de Mendizábal” en 1835-36, hasta el final de la Guerra Civil en 1939) hicieron que la posibilidad del martirio se hiciera una realidad, vivida con la entrega en sacrificio de cuantos fueron expuestos al extremo de testimoniar con la vida su Fe.

Aunque el testimonio cristiano esté por encima de cualquiera consideración ideológica, el hecho del martirio evidencia la profunda confrontación-contradicción que la Iglesia de Cristo vive en medio del mundo, cuyos poderes se oponen, tantas veces, al Reino de Dios con una violencia deliberada. El odio a la fe y la persecución de los creyentes son un capítulo constante de la historia de la Iglesia, nunca cerrado, siempre re-protagonizado por nuevos cristianos.

La ocasión de la prueba fue también la oportunidad de la gracia. Con el recuerdo vivo de los que dieron su sangre por Cristo y su Iglesia, aparecen los ejemplos de virtud que les acompañaron: Hombres y mujeres de oración y Sacramentos, de Eucaristía y caridad, de humildad y abnegación, de trabajo y esperanza, de Iglesia y de familia, de compromiso y fidelidad, de valentía y sinceridad; constantes en la piedad y firmes en la adversidad; con la sencillez de sus vidas como medio, y una grandeza heroica en su final; todo un caudal de riqueza interior, espiritual, probada día a día y rubricada con sangre.

Así son los llamados, los elegidos por Dios para ser sal de la tierra y luz del mundo. De entre ellos, los Mártires con una particular vocación que manifiesta el Misterio de Cristo activo en la pasión de los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia.

En medio de la polémica suscitada por la parcial recuperación de la “memoria histórica”, la Beatificación en Roma de estos 498 testigos de la Verdad supone una llamada a quienes nos toca vivir el testimonio de nuestra fe en una sociedad manipulada en su conciencia, que renuncia a los ideales cristianos y apostata de la ley del Evangelio de Cristo.

Como hubo un tiempo para los Mártires, ahora hay una oportunidad para renovarnos en gracia y en fuerza, alentados por el valor de quienes supieron seguir a Cristo hasta la cumbre de su Pascua de sacrificio y de gloria.

Si la sangre de los Mártires fue siempre semilla de nuevos cristiano, nos cabe la esperanza de que germine en la Iglesia de España la sementera de santidad que plantaron con sus vidas todos estos que se verán proclamados por la Iglesia Mártires de Cristo y partícipes gloriosos de su Reino.


* * *

Este es el artículo que un "confratello" ha redactado para el boletín sevillano de la Adoración Nocturna. A la altura de las circustancias, y diciendo entre líneas más de lo que explícitamente puede leerse.

Yo acotaría el texto con las siguientes notas:

1º No sabían que iban a ser Mártires. Hay épocas, momentos, en los que los fieles entrevieron el riesgo, pero en la España de 1931-39, la gente, nuestros cristianos, no sabían a qué se exponían. Los agresores sí sabían (las víctimas rara vez son conscientes de su destino). Sólo al final, en el último momento casi, supieron que sus vidas estaban llamadas al testimonio cruento.

2º Todavía hay una parte de la Iglesia (clero y fieles) que se resiste a reconocer los hechos; a veces por la errónea catalogación ideológica que identifica estructuras y circustancias del mundo con las categorías del Reino de Dios, que no son de este mundo; por otra parte, el mismo desenfoque desde otra posición política rentabiliza con un entusiasmo parcial un acontecimiento que es intra eclesial en sustancia y sólo extra eclesial en cuanto testimonio anejo a la misión y la evangelización.

3º Los herederos ideológicos de la persecución, ni han reconocido los hechos, ni se consideran histócamente implicados, ni han pedido perdón, ni garantizan a la Iglesia y a los cristianos que episodios similares nunca se repetiran (por lo que a ellos respecta).

Esta "garantía" cerraría, en cierta forma, ese período martirial. Si no llega, si no se expresa, si no se patentiza, toda legislación sobre memorias de la historia será una parcialización falseada, insuficiente y tergiversada.

Y no quiere eso decir que no esperemos más martirios, sino que queremos que se reconozcan los habidos. Los del porvenir llegarán también, con la certeza del signo inseparable que acompaña un Misterio que está en el mundo, pero que no es del Mundo. Y lo sabemos:

Adsumus!

+T.