Son historias sencillas, de familias que han sufrido la irrupción del terror en sus casas, con el rastro desolador de la muerte y la pena detrás de cada puerta. Lo que escribe el padre Musallam duele leerlo. Y duele más que la historia vuelva a sonar a sirenas, bombas, y ametralladoras.
Da escalofríos, pero comparar la carta de Emmanuel Musallam con otros escenarios de terror, todavía frescos en la memoria de sus supervivientes, es casi forzoso, para entender hasta dónde puede llegar el olvido cuando se impone el odio y la venganza sobre la razón y el derecho. ¿O es que lo que cuenta el cura de Gaza no parece una página de las crónicas del Ghetto de Varsovia? Los barrios arrasados, las calles destruídas, los niños aterrados...
Una ciudad entre el mar y el desierto, con millón y medio de habitantes sumidos en la pobreza y abandonados por el mundo, expuesta dos semanas a la furia encanallada de una nación que se está envileciendo dia a dia, de espaldas a su propia historia y traicionando la memoria de sus muertos.
Entre tragedia y tragedia, el fervor de la patria se funde en las palabras del p. Musallam con profecias, que se pronunciaron y escribieron en esa tierra para toda la Tierra:
"...habitabit lupus cum agno et pardus cum hedo accubabit vitulus et leo et ovis simul morabuntur et puer parvulus minabit eos vitulus et ursus pascentur simul requiescent catuli eorum et leo quasi bos comedet paleas et delectabitur infans ab ubere super foramine aspidis et in caverna reguli qui ablactatus fuerit manum suam mittet non nocebunt et non occident in universo monte sancto meo quia repleta est terra scientia Domini sicut aquae maris operientes..." Is, 11, 6-9
Cerrar lo ojos y callar la boca ante el mal, es hacerse cómplice del mal.
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