sábado, 27 de junio de 2009

Junio gay-pride

No sé, ignoro, si es casualidad de las cosas de los hombres o ironía de la Santa Providencia, pero Junio se abre con la conmemoración de unos Mártires en cuyo martirio tuvo que ver un apetito contra natura, y se cierra con otro Martirio también señalado con una circunstancia de pecaminosa apetencia desordenada. Entre los Mártires de Uganda y San Pelayo, el mes de Junio, tan martirial, se adorna con estas dos referencias tan significativamente actuales.

La polémica sobre el tema homosex está candente, activa y operativa, insurgente incluso, osadamente "proyectada" por los medios y la publicidad, con formas agresivas e imperativas. Eso es lo que ha cambiado: Se ha abierto el armario homosex como una caja de Pandora, y todo ha salido con todos los que han salido. Hasta lo que no ha salido de los que no quieren salir porque siendo o no reconociéndo ser o no ser no quieren sumarse a la imposición de los imponentes homo-militantes homo-dictadores homo-definidores.

¿Es un "ser" o una "manera de ser", una "realidad" o una "virtualidad", una "circunstancia" o una "esencia", un "lo que sea" o "un nada más" (o un "nada menos")? Todo esto es cosa y tema tan discutible, tan discutible, tan discutible como tantos y tantas son los que podrían decir, intervenir y/o definir. Porque les afecta, o no les afecta, o les ha afectado, o no dejan que les afecte afectándole, o les afectó y ya no. O yo que sé (y ellos tampoco).

Estas son las variantes que han cambiado, que han "evolucionado o se han "revolucionado". Lo demás, para nosotros, los cristianos, los católicos, está en el mismo sitio. Estamos donde estaban los Mártires de Uganda en el siglo XIX y el mocito San Pelayo en el siglo X. En el XXI, los cristianos católicos seguimos enseñando que las prácticas homosexuales son pecado, que son inmorales, que son desordenadas. Por esto recibimos palos por todos lados, por resisistir en un mundo de rendiciones. No digo que seamos "mártires", pero sí que estamos en una extraña tensión martirial. Ad intra y ad extra.

Ad intra porque los criterios y las circunstancias y las influencias, y las opiniones, y la publicidad, y los hechos, y las personas etc. nos influyen. ¿Quién no tiene un amigo, un pariente, un vecino, un compañero, un conocido etc. etc. etc. "afectado"? Y digo afectado sin querer decir afectación, simplemente afectado sin afectaciones. Eso. ¿Quién no se ve afectado por los afectados? Y eso nos hace pensar, sentir, opinar de otra manera a como pensaban en otros tiempos. Por ejemplo, recuerdo el efecto patético de la foto de los dos chicos iraníes en el patíbulo, con los ojos vendados y la soga al cuello, condenados a muerte por haber sido descubiertos en flagrante acto.

Remitirnos a Jn 8, 1-11 es absolutamente legítimo, y el magisterio del Maestro es absolutamente aplicable a la escena. Si la escena hubiera tenido lugar en un lugar cristiano, y no en el Irán chiíta. Si alguna vez en fronteras cristianas se dieron casos semejantes (no demasiados, pero probados), es que se olvidó el Evangelio y se impuso un furor incompatible con la sentecia de Cristo, tan distinta. Pero tan realista y tan inquietante moralmente. Se nos olvida demasiadas veces que en el corro de los mortales no hay ni uno libre de pecado para poder empezar a lapidar a los "sorprendidos".

A otros, cada vez más, se les olvida, por su parte, que el pecado es pecado. Algo que nunca se nos debiera olvidar.

Una cosa ha cambiado también, y tampoco es lo mismo: La fuerza. En el caso de San Pelayo y de los Mártires de Uganda hubo "fuerza", se les forzaba, se les quiso forzar, por la fuerza. Con violencia, o cedían o morían. Y murieron. Ahora no. No hay "fuerza". No se trata de un sexo por la fuerza, impuesto, brutal, animal, violento. Ahora es una "elección", una "opción", una "experiencia", algo "natural", algo "espontáneo". Así se explica, así se expone, así se enseña.

¿Si? ¿Es así?

No. No es así. Es también una fuerza, ad extra, hacia fuera. Desde "dentro" del armario hacia "fuera" del armario. Una fuerza que sale con inusitado ímpetu, forzando, imponiendo, violentando, exigiendo, extralimitando. Forzando.

El desfile del "orgullo gay", ¿qué es si no? Es un "aquí estamos y os vais a enterar que estamos, querais o no querais". Incluso se adivina una especie de no confesada voluntad de suscitar "oposición", provocar enfrentamiento, retar, desafiar, confrontar.

Somos gente pacífica, no queremos gritar...Somos gente pacífica, no queremos gritar...Somos gente pacífica, no queremos gritar...Somos gente pacífica, no queremos gritar...Somos gente pacífica, no queremos gritar...SOMOS GENTE PACÍFICA, NO QUEREMOS GRITAR!!!

Eso es. Eso mismo. Un discreto murmullo que se hace voz con tono que crece en clamor que se desborda en griterío que estalla en barahúnda que explota en violencia. Es lo que ha pasado: Del sotto voce pianissimo de dentro del armario al desfile del orgullo gay. Y sigue in crescendo, muy fuerte, fortissimo. ¿Hasta donde?

Hasta reclamar una "cultura" con derechos omnímodos y sobre todo derecho, parece ser. Y es una aberrante absurdo que algo se defina desde una parcialidad tan parcial como el sexo y el sexo homosexual. Una reducción de una reducción de una reducción. Algo que no se sostiene. Insostenible.

Pero estamos todavía en fase de euforia y expansión. Aunque la crisis del aids supuso un tráuma "cultural" y social (apenas moral, hay que reconocer), en Occidente aún estamos en período ascendente. No sé hasta cuando, ni en qué forma empezará el declive. Espero que no sea trágico, siendo ya todo bastante patético.

Un desfile patético. Eso me parece la cabalgata del pride gay. Ni siquiera es algo original, no es un desfile, no es un carnaval, no es una marcha, no es una manifestación. Es un poco de todo, con mucho de made in USA, sobre todo.

Nunca he visto uno. Supongo que, si estuviera, estaría bastante incómodo, por mí y por los otros. El sentimiento de "vergüenza ajena" que dicen que es muy "burgués" yo pienso que es muy "nuestro", propio de cierto nivel moral que examina y se examina cuando surgen determinados comportamientos, más allá del simple rubor o del cotidiano pudor.

Sé que es un mundo mejor el que se horroriza cuando ve lapidados o ahorcados o quemados a dos hombres por cosas de las cosas de los hombres. Pero no es un mundo mejor, ni bueno, el que cede a la imposición de los que reclaman un absoluto para algo tan relativo. Y que sigue siendo tan pecado como lo fue antes, cuando no era un "orgullo" ni se exponía en un "desfile".

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