martes, 14 de octubre de 2014

Sínodoma y Gomorra

 
Por las ventanas abiertas del aula sinodal se ha colado la fantasmal corriente aggiornante del espectro conciliar V2º. El tal viento ha perturbado tanto, que algunos se ven a ellos mismos protagonizando un remake del concilio y otros más deliran y ven a Ottaviani cuando miran a Müller.

Que recuerden con temor y temblor al venerable Ottaviani da idea de la edad de los afectados, del look vaticanosecundista que endosan y de la resaca crónica que la borrachera conciliar les ha dejado. Pero ellos, los sinodales resfriados que estornudan y moquean polvos y lodos de los '60, no quieren que les vean viejos reumáticos con artrosis post-conciliar, sino interlocutores en onda con el mundo moderno. El mundo es su fascinación. Practican una contra-ascética pervirtiendo el clásico de contemptu mundi y volviéndolo un abrazo estrecho (caricias, roces y tocamientos) con el mundo, su mundo, este mundo.

Por eso contemporizan globalmente y asimilan todo-todito-todo, las fornicaciones, los concubinatos, las aberraciones nefandas...Todo. En un incongruente discurso, culmen de la hipocresía de todos los tiempos, dicen que guardan la doctrina y practican la misericordia, como si dijeran que salvan al becerro y hacen barbacoa con su carne, todo a la vez.

El resumen de lo expuesto y discutido horripila el vello de la piel católica (de quien la conserve). Lo que ya se veía venir es lo que ha llegado, lo que Kasper adelantó. Una primavera, dicen. Una terrible tormenta de primavera, digo, con rayos, truenos y granizo.

De la ya escandalosamente famosa Relatio post disceptationem, este sería el equívoco enunciado matriz:

11. (...) Es necesario aceptar a las personas con su existencia concreta, saber sostener la búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso de quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más desesperadas. Esto exige que la doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus contenidos fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia.


Esta la artimañosa tesis hermenéutico-argumental:


17. En consideración del principio de gradualidad en el plan salvífico divino, nos preguntamos ¿Qué posibilidades tienen los cónyuges que viven el fracaso de su matrimonio? o ¿Cómo es posible ofrecerles a ellos la ayuda de Cristo por medio del ministerio de la Iglesia? A este propósito, una significativa clave hermenéutica proviene de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual, mientras afirma que "la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica", también reconoce que "fuera de su organismo se encuentran diversos elementos de santificación y de verdad, que, perteneciendo propiamente por don de Dios a la Iglesia de Cristo, impulsan hacia la unidad católica" (Lumen Gentium, 8).

18. Bajo esta luz, son sobre todo reafirmados los valores y la consistencia propia del matrimonio natural. Algunos se preguntan si es posible que la plenitud sacramental del matrimonio no excluya la posibilidad de reconocer elementos positivos también en las formas imperfectas que se encuentran fuera de tal realidad nupcial, a ella de todos modos ordenada. La doctrina de los grados de comunión, formulada por el Concilio Vaticano II, confirma la visión de un modo articulado de participar en el Mysterium Ecclesiae por parte de los bautizados.

19. En la misma perspectiva, que podríamos llamar inclusiva, el Concilio también abre el horizonte en el cual se aprecian los elementos positivos presentes en las otras religiones (cf. Nostra Aetate, 2) y culturas, no obstante sus límites y sus insuficiencias (cf. Redemptoris Missio, 55). De la mirada dirigida a la sabiduría humana presente en ella, de hecho, la Iglesia comprende como la familia viene considerada universalmente una forma necesaria y fecunda de convivencia humana. En este sentido, el orden de la creación, en el cual planta sus raíces la visión cristiana de la familia, se despliega a nivel histórico, en las diversas expresiones culturales y geográficas.

20. Se hace por lo tanto necesario un discernimiento espiritual, acerca de las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar, compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de sus confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de Cristo, cuya luz ilumina a todo hombre (cf. Gv 1,9; cf. Gaudium et Spes, 22), la Iglesia se dirige con respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto e imperfecto, apreciando más los valores positivos que custodian, en vez de los límites y las faltas


Este el golpe aberrante:


50. Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?

51. La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo (...)

52. Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas. Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños


Si ironizamos diciendo que es el Sínodoma y Gomorra, es porque huele, suena y parece eso. Si no todo, sí bastante.

Aun así, no desesperemos. Como sólo se trata de un borrador (manipulado) y sólo un ensayo (bajo el espectro embriagador del sublimado V2º combinado con fashion-mundum-fascination), todavía nos queda el recurso de la oración para que la tentativa falle y vaya al cesto de la basura (pues hogueras ya no hay).

Oremus, ergo, pro conversione Sínodomae et Gomorrae, fratres.


+T.