viernes, 21 de mayo de 2010

Indeseable Schönborn



Antes que nada preciso el adjetivo, para los imbeciletes irritables filo-modernistas des-catolizantes, o los timoratos acomplejados católico-conformistas mea-pilaristas. Dice el diccionario de la RAE:

indeseable.

1. adj. Dicho de una persona: Cuya permanencia en un país consideran peligrosa las autoridades de este.

2. adj. Dicho de una persona: Cuyo trato no es recomendable.

3. adj. Indigno de ser deseado.


Y ese sentido triple le doy al adjetivo. Tal cual.

Me mueve a la des-calificación el nuevo episodio (¿cuántos van?) de Schönborn, las nuevas palabritas del petulante Schönborn, cada vez más deslenguado, más osado, más impertinentemente siniestro. Ha sido una especie de "extensión", una coda conclusiva a las declaraciones del obispo emérito Mons. Iby, que hace una semana se despachó contra el celibato. Ahora Schönborn se alinea con las declaraciones de Iby. Incluso remacha que esa es la opinion general de los obispos y los fieles austríacos. Para que no quepan dudas.

El noticiario austriantimes.at recogía y publicaba las declaraciones del Cardenal Schönborn. En resumen, dice que

"La preocupación que expresó el Obispo Iby es compartida por todos nosotros (los obispos de Austria), y estoy feliz de estar en una Iglesia en la que hay libertad de expresión y de opinión" (palabras del Cardenal)


Unas palabras que a la vez que se suman a esa corriente anti-celibataria, parecen censurar a la Iglesia no-austriaca que, según deja entender Schönborn, es una Iglesia que veta la opinión y silencia su expresión. ¿Pensaría Schönborn en alguna Iglesia en particular? ¿Roma, quizá?

La noticia del austriantimes.at es para echarse a temblar. Porque además de las palabritas de Schönborn trae las declaraciones de tres o cuatro "líderes" de movimientos y organizaciones laicas (un dirigente de ese gran movimiento terrorista des-católico de los "somos iglesia", un portavoz de "las juntas parroquiales", y otro representante de grupos de apoyo a la iniciativa de supresión del celibato).

Estos personajillos (me los puedo imaginar, perfectamente) son los que tienen en un puño a los desgraciados obispos austríacos, los que movilizan y manipulan la opinión de los católicos para que se den de baja en sus parroquias, los que dictan sus novelerías en los consejos parroquiales etc. Son los agitadores del diabólico caldero donde se cuece la ponzoña que envenena al catolicismo austriaco. Y Schönborn aparece como su más alto representante, la cúpula púrpurada de esa "iglesia de base". Aunque parezca mentira, así es.

Cuando el año pasado fueron llamados al orden y acudieron a Roma para recibir una severísima amonestación del Papa, Schönborn fue el portavoz de aquella "comisión austriaca" que, en el colmo del desplante insolente, le expusieron al Papa Benedicto las demandas de los laicos de Austria, que junto con su Jerarquía (obediente y rendida a los laicos) exigían la supresión del celibato. Era la misma Jerarquia que unos meses antes se negó a aceptar el nombramiento del nuevo obispo auxiliar de Linz, hecho por Benedicto XVI, que tuvo que replegarse a las exigencias (amenazas?) de los obispos austriacos, presididos por Schönborn, que implícitamente dejaron entender que los nombramientos episcopales de Austria los hacía la Conferencia Episcopal de Austria (supongo que con el beneplácito de sus energumenizados laicos de "somos iglesia" y otros grupos terroristas des-católicos afines). El Papa, por su parte, tuvo que tragarse aquellos hechos consumados y pasar página.

Era la primera vez en muchísimo tiempo (¿desde el siglo XVIII?) que una Jerarquía nacional plantaba cara a Roma y se negaba a reconocer un nombramiento episcopal. Como he dicho, Roma calló, el obispo no se nombró (fue, incluso, peor porque estando nombrado fue forzado a rehúsar) y los obispos austríacos, con Schönborn a la cabeza, salieron triunfantes, con aquella significativa victoria en su haber.

¿Es exagerado deducir que estamos al borde de un cisma real, un cisma territorial, con una Conferencia Episcopal que ha roto de hecho su comunión con Roma, alegando una independecia dependiente de los movimientos y grupos de presión des-católicos, que son la fuerza articuladora y preponderante en la iglesia austriaca?

Si no se para ese tren, la misma tendencia contestataria anti-romana se extenderá muy pronto a Alemania, siguiendo el mismo proceso de contagio de los grupos activistas des-católicos de los "somos iglesia" y formaciones por el estilo. Y habrá otro Schönborn en Alemania, otro episco-monstruo cabecilla. La desproporcionada reacción de los obispos alemanes a la reconciliación de los cuatro obispos de la FSSPX y la hipersensibilidad por aquellas declaraciones "negacionistas" del obispo Williamson, demostraron que las tensiones Alemania-Roma estaban muy enervadas, dispuestas a precipitarse por cualquier incidente, plantando cara al Papa si se terciaba.

Schönborn es culpable muy gravemente, porque no sólo no frena sino que se pone al frente. A estas alturas de la "serie Schönborn" yo me cuestiono incluso sobre su participación en el proceso de acusación y deposición de su antecesor, el Cardenal-Arzobispo de Viena Herman Groër, hasta el presente el más alto inculpado por el escándalo de las pederastías. ¿Fué todo como se contó, como trascendió?

Schönborn también es culpable de atentar contra algo tan delicado como la integridad del Colegio Cardenalicio, que no es una institución eclesial cualquiera. Fueron muy graves sus comentarios sobre el Cardenal ex-secretario de estado Ángelo Sodano (y conste que el que esto escribe le profesa muy poca simpatía al Cardenal Sodano y su gestión al frente de la Secretaría de Estado), señalándole como el principal encubridor de las denuncias de abusos durante los años que ocupó su alto cargo curial durante el pontificado de Juan Pablo II. Hay cosas que, aunque sean o hayan sido, jamás deben trascender más allá de ciertos círculos, mucho menos si se airean en público dando la impresión de un combate de fuerzas, tendencias, intereses o influencias.

¿Se trata, quizá, de una maniobra de Schönborn para señalar, desmarcarse y destacar? No sabría decir, pero de hecho es una ruptura, un desgarrón ante la opinión pública, con las cosecuencias intra-colegiales que se pueden imaginar y que yo no sé tampoco calibrar. Sí sé que en los tiempos que corren una tensión-acusación pública entre dos eminentísimos miembros del Colegio Cardenalicio no favorece a la Iglesia ni deja en buen lugar al Papa.



Schönborn es culpable también de mantener un peligroso equívoco: Desde que apareció en escena, cuando le nombraron auxiliar de Viena, se le presentó como un teólogo sólido, que contaba con la confianza del entonces Cardenal Ratzinger, con quien colaboró ocasionalmente en Friburgo. Sus corifeos recuerdan esto y lo sacan a relucir cada vez que pueden, pretendiendo favorecer la opinión pública de Schönborn.

Pero Schönborn se ha destacado, poco a poco, como uno de los más sombríos personajes, contra-figura del pontificado de Benedicto XVI, un opositor-contradictor de primera línea. Dicen que es el nuevo adalid de los radicales vanguardistas europeos, el Caballo de Troya de los modernistizantes vaticanoterceristas para el Cónclave que venga.

Yo confieso mi esperanza de que Benedicto XVI dure todo lo necesario para que Schönborn & cía no tengan ni una miserable posibilidad de nada para nada.

A los nubarrones de tormenta, mejor que los barra el viento.


+T.