Roma siempre consulta y pregunta. Esta tarde recordaba en una conversación las grandes consultas al Episcopado Católico
antes del Vaticano I, y también cuando la proclamación del Dogma de la Asunción, por Pio XII (
Encíclica Deiparae Virginis Mariae, 1 de mayo de 1946). De un modo u otro, con más o menos solemnidad, Roma siempre pregunta. Sin que preguntar/consultar signifique que el Magisterio Pontificio dependa del consenso o el Papa esté sujeto a la aprobación de la mayoría del Colegio Episcopal. Pero la Santa Sede escucha, tiene en cuenta, recoge pareceres. Así, cada vez que ha habido una asamblea general, ordinaria o extraordinaria, temática o regional, del Sínodo de los Obispos, previamente se remiten a las conferencias episcopales, provincias eclesiásticas, diócesis, órdenes y congregaciones, organismos eclesiásticos interesados y/o convocados etc. una muy cuidada documentación conteniendo/solicitando datos, consultas, evaluaciones, propuestas, estadísticas etc. Es la manera oficial de proceder en estos casos.
La publicación del
Documento Preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos (de contenido temático, sobre
'Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización') ha suscitado una inaudita expectación, siendo, en cuanto tal documento de convocación y consulta, algo normal y corriente, lo acostumbrado con motivo de estas asambleas sinodales. Lo novedoso es que, ya desde estos prolegómenos, el sínodo se gesta con impronta francisquista: Sensacionalismo, publicidad, discusión, declaraciones, desmentidos; todo eso que desde el pasado mes de Marzo se ha convertido en nuestro caldo cotidiano, el caldero donde bulle la actualidad oficial u oficiosa del Vaticano de PP Franciscus.
Del cuestionario me han llamado la atención especialmente las preguntas sobre la ley natural:
" a) ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto a nivel institucional, educativo y académico, como a nivel popular? ¿Qué visiones antropológicas se dan por sobrentendidas en el debate sobre el fundamento natural de la familia?
b) ¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en relación a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los bautizados en general?
c) ¿Cómo es contestada, en la práctica y en la teoría, la ley natural en lo que respecta a la unión entre el hombre y la mujer en vista de la formación de una familia? ¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles y eclesiales?"
Me han sorprendido porque, durante estos 50 años postconciliares, los moralistas (modernistas) católicos han bombardeado hasta casi erradicarlo el concepto de 'ley natural', sacrificado en el ara del relativismo antropológico-étnico-cultural. Los autores del cuestionario deben saberlo: No hay seminario ni centro académico eclesiástico católico que no haya sido testigo de la demolición del
iusnaturalismo. Y los (pocos) que han mantenido y enseñado los postulados de la ley natural son testigos de esto. En cierto sentido, Juan Pablo II fue paladín de esta causa quasi perdida, con referencias e insistencias que se pueden rastrear en su abundante magisterio. Aunque en los seminarios y universidades católicas el tema en cuestión, si se enseñaba, se presentaba como polémica superada y/o sujeta a revisión, replanteamiento y reformulación.
Por eso las cuestiones del cuestionario me suenan irónicas, como si quisieran dejar en evidencia una obsolescencia.
Del resto de las preguntas, no diré nada. Sólo que me parecen la proclama de muerte y sepultura de la
Humanae Vitae, por lo mismo, también con esa intención de evidenciar lo que nadie asume, ni obedece ni practica. O lo que todo el mundo acepta, admite, consiente, aprueba, comparte y tolera. Duro, crudo, acre, pero real como la vida misma.
Aquí mismo, en ExOrbe, he comentado más de una vez esa constante tendencia de la moral católica de estos últimos siglos: Al final, se termina aceptando lo que se vive en la calle, las prácticas, modas y usos sociales se imponen, con rendición de los últimos baluartes de resistencia. El que escribe esto conoció el tiempo en que las señoras, señoritas y niñas vestían obligadamente los manguitos, las medias y los velos para ir a Misa; ahora, en verano, en las playas, la gente acude a Misa en traje de baño. Es sólo un ejemplo entre mil, que da idea de la deriva.
Tocante a esos asuntos más graves de la moral y la pastoral familiar por los que pregunta el cuestionario, todos sabemos que todos estamos afectados, más o menos, directa o indirectamente. Y no hay familia que no tenga, dentro o cerca, algunos de esos 'desórdenes' o situaciones que hace cincuenta años eran impensables en un medio familiar o social católico: Separaciones, divorcios, parejas de hecho, uniones contra-natura, abortos, contracepción, medios artificiales de reproducción...
Tampoco existen parroquias indemnes. El número de familias irregulares canónicamente, crece. Cada año aumentan los casos de padres en situación irregular, por omisión o comisión, que piden el bautismo para su hijo. Sin aprobarlo, sin sancionarlo, sin poder controlarlo de manera pastoralmente efectiva (y caritativa), los fieles en situación canónica irregular por motivo de rupturas matrimoniales y/o nuevas uniones y/o cohabitaciones extra-canónicas y
contra-morales se acercan a recibir la Comunión, sin consultar, sin reparar, sin conciencia (aparente) de pecado, algunas veces con implícita intención desafiante en cuanto encuentren algún tipo de admonición. Es raro el sacerdote con cura de almas que no se haya visto frente a alguno de estos casos, todos con una carga de circunstancias personales distintas, susceptibles de tratamientos espirituales y pastorales también distintos. Unos (los menos) buscan la asistencia o el auxilio del sacerdote, otros muchos son casos que sólo se conocen indirectamente, los más (cada vez más) son casos ignorados, o apenas vislumbrados.
Es de temer que el cuestionario recoja aun mayores y peores desórdenes, al hilo de las respuestas. El sínodo, finalmente, dejará patente la ruptura y desnivel de la Iglesia postconciliar. Discutir el hecho consumado y no reconocido de la
high church/low church en el Catolicismo va siendo un tópico, tristemente confirmado. El sínodo será otra prueba.
El diario laicista El País publicaba hace unos días un artículo que, en parte, coincide con algo de lo que comento aquí (sin sintonizar ni compartir criterios ni supuestos):
Las respuestas son conocidas
Desde el
Papa San Calixto, lo habitual ha venido siendo afrontar las crisis sobre asuntos morales mitigando, no rigorizando. Francisco quizá dijera '
misericordiando'. O como se diga.
Si no fuera por la sospecha de que, en los temas del cuestionario, mitigar significaría, prácticamente, ceder, yo mismo también sería proclive - confiésolo - a la comprensión indulgente.
Pero también reconozco que la más mínima indulgencia se traducirá en una omnímoda aquiescencia. De hecho, sería el derrumbe de toda la moral conyugal-familiar católica, que habría que reformular según no sé qué criterios. ¿Los de los estados y sociedades post-modernas? ¿Los del zapaterismo aberrante? ¿Los del ideólogo a-moral del momento?
That's the question. O una parte de la cuestión.
Desde luego, la reacción ante el cuestionario es y será definitiva: Católica o des-católica
+T.