Después de la pesadez insoportable de las novelas de la ilustración con sus tesis morales de inmoralidades estragadas, los relatos de misterios tenebrosos que raptan el sentido y deliran noctámbulos, son una delicia. No sólo de ilustración vive el lector.
Sin embargo nunca me gustó ni Mary Shelley, ni su "Moderno Prometeo". Las ellas literarias que me gustan, las de esa época, son la Austen, las Brontë, la Barrett-Browning, y las de su especie. De la Shelley deduje una estampa de refinada alternadora contertulianta de románticos de la galería, que no sé de dónde concluí pero que me la ha hecho tan poco simpática como su monstruo.
Su monstruosidad, la que imagino, por mucho grabado que vea, tiene la cara del papá de la Family Monster, malrato de mis noches de verano, cuando tierno infante de siete-ocho impresionables años. Terrible. El monstruo de Frankenstein tiene esa cara monstruosa, que todavía me da escarrapelo. Y eso que me hago un concepto sumario, sin pormenores, del engendro de laboratorio; porque si me pongo a imaginar que lo hicieron de retazos de muerto, y lo cosieron con aguja colchonera, y le dieron energía con un rayo de tormenta, mi potencia imaginativa recrea un mostruo que ya quisiera haber tenido en mente la antipática Mary Shelley, que en paz descanse.
Que yo no sé si estará descansando en paz con la monstruosidad que están elaborando sus paisanos; pero esta vez no es novelorio gótico, sino fantasmagórica realidad. Hace un año o así escribí sobre esas "quimeras" de laboratorio que ya están aprobadas por el Parlamento de su Majestad. Por cierto que el edificio neogótico puginesco pega la mar de bien como escenario para ubicar la legalización de los engendros. Muy propio. Casi un escenario de Harry Potter. La realidad superando cada vez que puede a la ficción.
¿Que pasa en England? ¿Huele a podrido como Dinamarca en Hamlet? Porque esas monstruosidades genéticas deben heder a carne corrupta, a humanidad hedionda. Y las leyes, también. Y también el Parlamento. Y el Gobierno de his Royal Majesty.
Si England sigue siendo el referente que ha sido para Europa desde los tiempos en que Mary Shelley se enervaba fantaseando un Frankenstein factor de mostruos, Europa y el mundo se van a plagar de híbridos antropo-animalescos, revival en carne mortal de los bestiarios medievales y sus lucubraciones.
¿Una "cartamagna" de los horrores? Parece que yes. Con la coartada de que es para vivir mejor. Coartada que esconde la terrible verdad de una muerte de la que se pretende huir creando una vida de novela gótica de terror. Es decir, que viviremos entre monstruos, a costa de monstruos, para morir como monstruos.
O peor.
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