Tengo un compadre que dice y mantiene que el primer síntoma de decadencia eclesial, históricamente testado, fue la castración de Orígenes: Cuando Orígenes - dice mi amigo - se capó sus partes y su determinación y arrojo produjo repulsa y no admiración, fue el aviso de que la sal se estaba volviendo sosa y se escondía la luz de la lámpara debajo del celemín, interpretando suavemente un Evangelio tan tremendo como este:
"Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.»
. Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.».«Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.».«Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga."
Esta mañana, en una de las predicaciones, yo también he puesto azúcar al Evangelio, tan áspero como un membrillo otoñal, de esos que muerdes y están tan recios, que se te ponen los dientes largos. No hay más remedio, para poderlos comer, que cocerlos con azúcar y hacer compota, o dulce de membrillo. O ser un niño, un chiquillo como cuando yo mismo, con pocos años, disfrutaba con ese sabor agridulce y áspero del membrillo. Por eso decía Él que si no volvemos a ser niños, no podríamos entrar en su Reino.
¿Pero es verdad que el Señor nos quiere amputados, mancos, cojos y tuertos propter Regnum Coelorum? Sí, es verdad. Él nos quiere con señales de batalla, con cicatrices de combate. En San Juan, entre las palabras del Señor en la Última Cena, se dice lo mismo, de otra manera, en la Alegoría de la Vid y los Sarmientos:
"...Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. A todo sarmiento que en Mí no da fruto, lo corta, y a todo el que da fruto, lo poda, para que dé más fruto."
La amputación que entendió tan literalmente Orígenes debe complementarse con las palabras de la alegoría de Jn 15, 1ss; como la áspera carne del membrillo, tiene que ser confitada con azúcar. Pero conste que la acción descrita por el Evangelio, ya sea San Marcos, ya sea San Juan, es traumática, se haga con bisturí, con hocino o con podadera. El tajo hay que darlo, hay que cortar, hay que podar. ¿Qué situación es la que exige el corte, el tajo, la poda? Tocante a esto sí hay diferencia entre el Evangelio de San Juan y el de San Marcos: En Jn 15 la acción traumática se explica positivamente, porque es la fructificación, la vitalidad de la vid, la que exige la poda vigorizante. Sin embargo en San Marcos la etiología es negativa, porque se describe la mutilación como reacción/resistencia ante el escándalo, el pecado, el mal.
Viviendo bajo el dogma ubícuo de la tolerancia universal, resulta difícil predicar y hacer entender rectamente que el intolerante absoluto es Dios Nuestro Señor. Es difícil predicar bajo el toldo de la pan-tolerancia que Nuestro Señor Jesuscristo predica y enseña la intolerancia radical, traumática incluso. Es difícil predicar que la Santidad es intolerancia con el mundo escandalizante, que el cristiano tiene la obligación de ser intolerante con los escandalizadores, con todos los que escandalizan.
Me comentaron que dos pseudo-beatas salieron de Misa muy irritadas criticando al cura, porque había hablado de política en el sermón. ¡Babiecas bobas! Las dos cacareadoras (tolerantísimas ambas, supongo) no se enteraron de lo que se hablaba y de qué se predicaba.
Of course, las dos doñas gallináceas volvieron a sus casas con todos sus miembros ilesos: Los dos ojos, los alerones y las dos patas en su sitio. No perdieron ni una extremidad, ningún órgano sensorial (inclúyase también la lengua entre las partes mutilables). No se amputaron ni estaban dispuestas a cortarse nada. Tampoco consintieron ninguna poda. Quedaron intonsas, como los libros que nunca se han leído.
Yo, como pastor, estoy muy preocupado. Créanme.
+T.