domingo, 10 de enero de 2010

Munilla en su sede

Ha entrado en su Diócesis bien arropado por las mitras, nuestra Jerarquía nacional. Lo que no borra el tachón que le lanzó "su clero", como un grafitti de sprai kaleborrokero sobre la Bula de nombramiento. Pero ya está allí, sede plena en San Sebastián (alias Donosti). No me explico cómo han tenido cara para asistir esos que le han amargado estas semanas, desde el nombramiento a la toma de posesión. Pero son cosas que pasan en esas tres provincias vascas, en cuyos ayuntamientos los malos que amenazan (y cumplen) se sientan en el mismo banco corrido o en el de enfrente de sus amenazados (y víctimados). La toma de posesión de Munilla repite casi el mismo cuadro, en vez de en un salón de plenos de ayuntamiento, en la Catedral de San Sebastián. Ahora los mitrados asistentes se retiran, como los alguacilillos de la plaza. Y empieza la lidia, con el diestro y su cuadrilla en el ruedo.

No sé con qué peones cuenta Munilla en San Sebastián, pero la corrida con todo su riesgo y peligro es para él, como cuando un torero valiente y con ganas pide los 6 toros 6 para él sólo. Y la corrida es de Miura, con mucho cuerno con ganas de cornear, con mucho peligro en cada toro que salga por el portón. Que Munilla es valiente y tiene ganas, no habrá quién se lo niegue. Eso lo tienen que reconocer hasta Don Juamari y los de sus chiqueros.

Pero la escena, a más de estampa de la España profunda de aguafuerte de toros de Goya, a mí me trae otros recuerdos: Esto se parece al siglo IV-V, cuando había tomas de posesión de sedes episcopales que terminaban con tumultos y heridos. Era cuando el período de las controversias cristólogicas, cuando los primeros Concilios dilucidaban el Credo y formulaban los Dogmas. Lo más crudo acaeció con el arrianismo, que se extendió como una pestilente sombra por todo Oriente y Occidente. Cuando había que ocupar una sede vacante, los arrianos mordían como perros rabiosos, luchando por cada obispado y atacando implacables a todo aquel que no fuera de su secta.

Como todos los tiempos duros, aquella época gestó a grandes Obispos, los más grandes Padres de la Iglesia son de entonces, muchos de ellos perseguidos y acometidos por defender la Fe Apostólica en Cristo Hijo de Dios encarnado. Como en otros momentos de la Historia, también los herejes tuvieron de su parte a los poderosos, desde los Emperadores hasta a los gobernadores pasando por los eunucos de palacio, viéndose escenas tan patéticas como la de Juan Crisostomo, macerado por penitencias y ayunos, sañudamente acosado por la Emperatriz y los cortesanos de Constantinopla. Y otros santos como él. Pero eso es historia.

Lo que no es historia pasada sino actualidad corriente es lo que hay por San Sebastián (y por más sitios, tantos sitios, por desgracia). Yo no le llamaría "arrianismo", pero "neo-arrianismo" o algo por el estilo sí, porque es eso. Ayer mismo leía una loa a, supuestamente, "uno de los mejores teólogos españoles", un oriundo de aquellos pagos de por allí arriba, que tiene publicadas cosas como esta:
"El Mito de los Orígenes de la Iglesia" (Advertencia: No leer en serio porque estos "ensayos" infectan y envenenan desde lejos; sólo echar una ojeada al título y mandar el mamarracho al estercolero).

En el mismo próximo entorno de Munilla tiene silla alta con corifeos y claque forofa el sospechosísimo Pagola. Y de esa misma cuerda, tantos más. Me atrevería a decir que los firmantes anti-munillistas, todos respiran casi lo mismo.

Lo de Munilla, más allá del provincianismo vascuence y sus tropelías nacionalistas, es una contienda intra-eclesial, con una parte guerrillera que ya no es católica armando jaleo porque no quieren a un Obispo en quien reconocen el catolicismo del que ellos han apostatado. No lo han hecho firmando un formulario de apostasía formal, pero la verdad cruda es que serían incapaces de confesar un Credo católico. Ya hace años que dejaron de serlo. Detrás de la máscara post-conciliarista y las coartadas pastoralistas se esconde una gran defección, el vacio de una fe que ya no tienen ni predican ni celebran.


No se quiere reconocer. Ni el Papa de Roma ni los obispos diocesanos han echado fuera formalmente a los que ya están fuera de hecho. La situación es tan penosa como dificil. Se ponen paños calientes, pero el miembro infectado sigue sin amputarse. Y la gangrena avanza. En San Sebastián, en España, en Europa y por todos sitios.

Y eso es, en su más descarnada médula, lo de Munilla. Un caso muy grave de crisis católica interna con ribetes y perifollos de ikurriña. La ikurriña y los etarritarris me importan un comino, allá que revienten y se los lleve el Bidasoa al son de un zorcico. Pero la Fe y la Iglesia sí me importan. Por eso, yo que no soy "munillista", he rezado esta mañana, dos o tres veces, por el Obispo de San Sebastián, para que sea el que prevalezca. Y a los malos que los barra una galerna del Mar Cantábrico.


&.