La fiesta de la Conversión de San Pablo es una excepcional ocasión litúrgica que festeja una excepcional conversión de un personaje excepcional. Alguna más de ese estilo hay por ahí, repartidas entre las fiestas y memorias de los calendarios litúrgicos particulares de las Órdenes y Congregaciones religiosas, pero en el Misal Romano es una excepción que no se repite con ningún otro Santo, porque a ninguno se le celebra con ocasión de algo tan extraordinario como la conversión.
Los relatos de la conversión de Sáulo están repartidos entre los Hechos de los Apóstoles y las propias Epístolas Paulinas (Hch 9, 1-18; 22, 5-16; 28, 9-18 y Gal 1, 12-17) Conviene leerlos seguidos para hacerse una idea del impacto del episodio en la vida de la naciente Iglesia y en el propio Pablo, que repite una y otra vez su "experiencia". Pasar de ser perseguidor a ser apóstol, es algo definitivo, tanto que quedará luego reflejado en la teología paulina, al alternar el binario muerte/resurrección como configurantes de la experiencia-transformación de la vida cristiana.
Del encuentro con el Señor camino de Damasco, también le queda una huella en su eclesiología: Aquel "...Sáulo, Sáulo ¿por qué me persigues?..." dió a entender al inteligente Paulo que perseguir a la Iglesia era hacerlo con Cristo, y que había una conexión que él determinaría identidad entre el Señor y su Iglesia: Corpus Christi quod est Ecclesia (con una resonancia sacrificial-eucarística que también el perspicaz Apóstol profundizaría luego). Fue una conversión, profunda, transformante, irresistible...¿Irresistible?
Yo, como los otros que andan por sitios como yo, me he reído en ejercicios, retiros, meditaciones, pláticas y demás foros espirituales cuando salía el tema de la gracia y la conversión y el sacerdote platicante hacía una ocurrente y sabrosa mención de la "gracia tumbativa", a saber: Especialísimo auxilio espiritual que a modo de empujón, batacazo, caida en picado o ataque fulminante afectaba a un pecador que quedaba ipso-facto convertido en santazo incontinenti. Sic (más o menos).
¿Eso fue lo de San Pablo? ¿Una irresistible gracia tumbativa incontinenti? Si se sacara el tema en una disputata escolástica, los sed contra lloverían; muchos (casi todos) con las pegas referidas al libre albedrío del pecador para poder hacer eventual resistencia a la tumbativa en cuestión. Porque ese es un quid (entre otros) que el fascinante Tractatus de Gratia tiene bloqueado desde las apasionantes controvesias De Auxiliis, allá por el siglo XVII, que el Papa mandó callar...y hasta el presente, porque la mini-teología de hoy apenas balbucea un anacrónico discurso pre-niceno, o se distrae haciendo teologías en porciones de lo que sea o para lo que sea o de dónde sea. Sic (más o menos y con las notables excepciones que caben y son).
Desde un exámen "interno" de los textos del relato de la conversión, deduzco que esos días de ceguera, con la conmoción previa de la voz en el camino y la visita final de Ananías, tuvieron que ser un intenso proceso que resolvió en tan breve intervalo la trayectoria que a otros puede llevar una vida (o más). Aquí conviene traer a colación el versículo de la IIª de San Pedro que dice eso de que "...delante de Dios un dia es como mil años y mil años como un día" (2 Pedro 3, 8-9.), tan misteriosamente esclarecedor del Misterio.
Algo así tuvo que ser...y algo así nos tendrá que pasar. Porque:
- es el mismo Señor que convierte a Paulo el que quiere también nuestra conversión
- y poderoso es Él para efectos y recursos de gracia, Él que es la Fuente de la Gracia
- y no deja lo que ha empezado, ni retira la palabra dada, ni revoca sus dones ni su vocación, ni cierra sus Cinco Llagas que están abiertas y activas y sensibles
- y además y finalmente (y con perdón) no somos Saulo, que cuando iba camino de Damasco llevaba en la conciencia la lapidación de Esteban Protomártir y andaba persiguiendo y atormentando cristianos.
Estos particulares paulinos me hacen ser muy optimista, porque a pesar de mis pecados que son (y los que han sido, más los que me temo vendrán en comisión), si a Saulo lo convirtió en Pablo a mí me tiene que convertir en un super-mejorado Terzio que yo no sé cómo será, pero que tendrá que ser espléndido en la misma proporción que va de Saulo a Pablo (lo que pasa es que en mi caso y en el de Uds. se está espaciando el lapsus, porque cada guiso tiene su tiempo, cada fruto su estación, y cada alma el tempus del ictus de su tumbativa incontinenti).
¿Me he explicado? Pues sic...más o menos.
Amén.
.
p.s. Gracias a Dios que no estamos en siglo de peritos y virtuosos teólogos, porque si al Maestro Ávila lo tuvieron tres años preso en la Inqusición de Sevilla, no sé lo que me tocaría a mí si le hicieran una inquisitoria a esta entradilla de blog.
Miserere!
T.